Capítulo 17

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-Decidido, van a dejar las giras y conciertos.

-¿Por qué?

-Les causan mucho estrés, además siempre se quejan de que los gritos del público se escuchan más que ustedes.

-Es cierto...

-¿Pero qué le diremos a la prensa?

-Que quieren concentrarse en la música de estudio.

-No, necesitamos algo mejor.

-¿A qué te refieres?

John, George, Ringo y Brian estaban en una sala de ensayo. Paul estaba afuera, hablando con George Martin en la parte de edición. El dintel de la ventana quedaba a la altura de su cuello, dando la impresión de que éste estuviera separado de su cuerpo.

-¡Eso es!

-¿Qué?-Cuestionaron todos los presentes al mismo tiempo.

Lennon, como toda respuesta, esbozó una sonrisa maliciosa.

-No, nunca, jamás, no lo haré.

-En realidad no tienes que hacer nada, sólo...

-¡Sólo hacerle creer a todo el mundo que morí!-se quejaba el bajista ante su mejor amigo, una vez que éste le hubiera explicado su idea.-¡Es una locura!

-A menos que quieras decir que la razón de esta decisión es que las giras y los conciertos nos deprimen y asfixian, no tienes alternativa.

Paul suspiró y llevó una mano a su oreja, cuyo lóbulo comenzó a tocar insistentemente. Era uno los tantos tics nerviosos que había encontrado para canalizar su ansiedad.

-Vale...Lo haré.

John sonrió y en impulso, le dio un fugaz beso en los labios.

-Gracias, Paulie.

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Mientras tanto, Pattie se encontraba viendo a George jugar a las escondidas con Marian. Ella estaba muy mal escondida detrás de un amplificador que dejaba ver su pequeño listón rojo, pero él fingía no verla para alargar el juego.

La rubia se sentía bien al tener una pequeña niña para cuidar, pero también quería un hijo biológico, ¿y por qué no?, tal vez más. Solía fantasear con la imagen de una niña con cabello oscuro y ojos azules, o un niño rubio con ojos oscuros.

Desgraciadamente aún no lograba quedar embarazada, pero ella y George no perdían las esperanzas. Tal vez fuera el estrés al que estaban sometidos constantemente, por lo que cuando se casaron en febrero se tomaron dos semanas de luna de miel, durante las cuales se relajaron y siguieron intentando.

Todavía no había resultados.

Por otro lado, la recuperación del cuarteto parecía avanzar por momentos y retroceder por otros. Dado que no existían muchos medicamentos, les daban marihuana y esperaban. Era bastante útil, sobre todo para George, a quien el hambre acosaba cuando el efecto de la droga pasaba y no tenía más opción que comer. En esos momentos estaba bajo estricta vigilancia, no lo dejaban ir sólo al baño ni a su cuarto, ni a cualquier otro lugar donde pudiera purgarse. Cuando pasaban cuatro o cinco horas, lo dejaban, a sabiendas de que con todo ese tiempo transcurrido, resultaba más difícil -casi imposible- vomitar. Y para hacer más efectivo el tratamiento, solo le daban alimentos calóricos como chocolate, pan, papas fritas y chucherías por el estilo. Además de ser comidas que aumentaban su peso más rápido, eran más difíciles de devolver, por lo que casi todo se quedaba en el organismo de Harrison.

En cuanto a los otros tres jóvenes, se apreciaban grandes diferencias entre las sesiones de terapia que tenían mientras estaban drogados y las que tenían sin estarlo. Bajo el efecto de la marihuana solían ser más expresivos y abiertos, aunque muchas veces lo que decían no tenía sentido o era muy vago como para tenerlo en cuenta.

Lo malo era que a pesar de que la droga les ayudaba, no podían consumirla por siempre. Necesitaban sus mentes perfectas para seguir escribiendo y tocando.

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Ringo se sentía ligeramente mejor desde el nacimiento de su hijo Zak. Su vida conyugal era un asco, pero él seguía adelante por el niño. Había dejado de cortarse, por el momento, al igual que John. Ambos sabían que no podrían prometer dejarlo para siempre porque, como cualquier adicción, era impredecible. Algo estaba permanentemente sobre ellos, incitándolos a hacerlo. Dependía de ellos mismos aceptar o no, y se esforzaban por llevar a cabo la segunda opción.

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Las cosas entre Lennon y McCartney estaban algo tensas, pero ninguno lo aceptaba. John no perdía la oportunidad de estar cerca de él, de abrazarlo, tocarlo como al pasar...Y Paul lo dejaba, porque aunque lo confundía, no dejaba de sentirse bien.

En una ocasión ambos estaban escribiendo y probando sonidos y ritmos, pero se detuvieron porque al parecer Paul se había equivocado. Intercambiaron unas palabras acaloradas, cuando de golpe John exclamó:

-¡Ahora dame un beso!

George y Ringo, que estaban jugando a los naipes y alzaron la vista al oír tal petición, no contuvieron su sorpresa al ver cómo Paul la acataba como si nada. Vaya que son raros pensaron.

With A Little Help From My FriendsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora