Capítulo 10

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Extraño a George, hace días que no lo veo. Estoy quedándome en casa de un policía, porque según él, mis padres se fueron a un largo viaje y me dejaron a su cargo. Pero no me gusta estar con él, quiero que George me cuide.

Aún recuerdo cuando dibujábamos en el suelo del hospital, y que le gustaba oír mis historias sobre Blue, mi amigo imaginario. Él decía que tenía dos amiga imaginarias: una llamada Ana y otra llamada Mía. Pero Ana y Mía son malas con George, porque él siempre se ve triste, y se supone que los amigos te hacen ser feliz. Así que le dije que buscara otras amigas, hasta le ofrecí prestarle a Pepper, pero dijo que no era necesario. Dijo que Ana, Mía y él eran amigos hace mucho tiempo, y que no quería separarse de ellas aunque le hicieran daño.

Estaba en el hospital, esperando a George como todos los días. El policía me dejaba hacer eso, porque donde él trabajaba es muy peligroso, así que el hospital era como mi guardería.

—Nunca vi un caso así, en serio.—Oí decir a un doctor que hablaba con una enfermera.

—¿De qué habla, doctor Morton?

—Hay un paciente en el cuarto 520 que sufre de anorexia.

—¿Un paciente? ¿Quiere decir un hombre?

—Así es. Es el primer caso que veo. Y es muy grave, teniendo en cuenta la posición del sujeto.

—¿Posición?

—Es el beatle George Harrison.

¿George? ¿Será el mismo George que me cuida?

La enfermera hizo un gesto de sorpresa.

—¿No estuvo también Ringo Starr aquí hace poco?

—Sí. Intento de suicidio. Casi lo perdemos.—El hombre suspiró.

No entendía de qué hablaban, pero quería ver a George, así que fui a buscarlo a su cuarto.

Algunos pacientes me miraban con curiosidad y otros con miedo. Creo que no es muy normal ver a una niña con un vestido blanco recorrer los pasillos de un hospital a esta hora de la noche. ¿Creerán que soy un fantasma?

Abrí la puerta 520, que olía a medicina y guantes de látex, como todo el hospital, y vi a George acostado en una camilla, durmiendo profundamente. Estaba pálido, y una máquina conectada a él no dejaba de hacer un molesto ruido agudo cada cuatro segundos.

Pi
Pi
Pi
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Pensé en desconectarlo, pero tenía miedo de que se enojara conmigo si lo hacía. ¿Esa máquina lo ayudará a dormir?

Oí que la puerta se abría y me escondí bajo la cama de George. Cuatro hombres entraron y se acercaron a él. Uno lloraba, otros dos murmuraban entre ellos y el último se lamentaba. Quería saber quiénes eran, pero no podía salir así como así de mi escondite. Sería raro.

—Por favor, George...Despierta—susurró el que estaba llorando—No nos dejes...Por favor.

—No sé cómo voy a resolver esto, la prensa está desesperada por saber qué pasa y no descansará hasta averiguarlo.

—¿Eso es lo que te importa, Brian? ¡¿George puede morir y tú sólo hablas de la maldita prensa!?

—Lo siento, no quise...

—¿Sabes qué? Déjanos solos.

—Pero...

—Por favor.

El tal Brian salió del cuarto cerrando la puerta con suavidad.

—George estará bien, Rings. Tranquilo.

—¡No es cierto! ¡Él no está bien, ni lo estará! ¡No con esa visión que tiene de sí mismo!

—¿De qué hablas?

—Eh...

Uno de los otros hombres me pisó la mano por accidente, y no pude evitar lanzar una exclamación por el dolor. Mamá me había enseñado a no decir groserías.

—¿Oyeron eso?

—Viene de abajo de la cama...

Miré del otro lado, buscando un escondite mejor, pero ya era tarde. Uno se había agachado y apartado la sábana que me mantenía oculta. Sus ojos azules estaban hinchados por el llanto, así que deduje que era "Rings".

—Hola, pequeña...

Yo sólo lo miraba. Papá no me deja hablar con desconocidos. Cuando regrese y vea que le hice caso, se pondrá muy feliz. Hasta puede que me lleve al zoológico y me compre un juguete.

—¿Te comió la lengua el ratón?

—Aquí no hay ratones, se los comen los gatos.—Murmuré.

—Bueno, al menos habla.

—Llamaré a una enfermera para que la saque de aquí.

—¡John! Es una niña, no una rata.

—Pero no tiene que estar aquí.

—Quería ver a George, escuché que estaba en este cuarto.

—Oh, ya entiendo. Una pequeña fan ¿eh?

—Qué ternura.

—El instinto acosador viene desde pequeña—Rió otro. Tenía cara de mujer y lindos ojos de un verde musgo.

—No soy acosadora—me defendí
—George es mi amigo y quería verlo.

—Claro que sí, pequeña. Lo que tú digas.

—Me llamo Marian. ¡Y no estoy mintiendo!

—Sal de ahí para que podamos hablar mejor.

Lo hice, total no parecían peligrosos.

—Creo que empezamos por el pie izquierdo—Dijo Rings. Creo que lo llaman así por todos los anillos que tiene.—Me llamo Richard Starkey, pero puedes decirme Ringo Starr.—Sonrió, ya sin rastro de lágrimas en su rostro.

—Yo soy Paul McCartney—El hombre con cara de mujer hizo una reverencia, como si yo fuera una princesa y él un príncipe. No pude evitar reír.

—Y yo soy John Lennon.—Dijo el otro. Tenía ojos marrón claro y nariz de águila.

—Un gusto a todos—Sonreí.

—Y... ¿dónde están tus padres?

—Se fueron de viaje, me está cuidando un policía.

—¿Quién deja a su hija pequeña al cuidado de un policía?

—John.—Paul le dio un codazo y ambos se miraron.

—Ah...

No entendía cómo funcionaba eso. ¿Se entendían con una mirada? Me resultaba increíble.

—¿Y cómo conoces a George? ¿Nos viste en televisión?

—No...

—¿Tienes fotos de nosotros?

Volví a negar.

—Vino aquí hace unos cuantos días y nos hicimos amigos.

—¿Y sabes por qué vino?—Preguntó  John. Rings se puso incómodo al instante, pero no sabía por qué.

—No.

—¿Chicos?—Una débil voz llegó desde la cama. Los cuatro volteamos.

—¡George!-Rápidamente lo abracé. Realmente lo extrañaba. Él correspondió mi abrazo.

—¿Marian? ¿Cómo sabías que estaba aquí?

—Un doctor dijo que tenías...

—¡Olvidaba decirles!—me interrumpió—Chicos, Marian es mi hija.

With A Little Help From My FriendsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora