XVI: El Amor de mi Vida

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El sol brilla, es un nuevo día y... ¿a quién engaño? ES UN ASCO. Apenas abro los ojos y ya quiero dormirme de nuevo. Con todo el dolor de mi corazón, me alejo del amor de mi vida, es decir, de mi cama, y realizo toda mi rutina matutina sin decir una sola palabra. Una vez lista, salgo de mi habitación con mi mochila como única compañía, pues mis amigas aún no terminan de alistarse, y me dirijo a paso lento hacia las escaleras, ya saben, mi camino de todos los días. 

Una vez en el quinto piso, me encuentro con dos personas que no quisiera ver ni en pintura y... se están besando... DOBLE EWWWK. Cuando Jean Hadid y Ben Selley se percatan de mi presencia y mi mirada de asco, el chico me sonríe (como odio esa sonrisa, por el amor de Zeus), y ella me mira despectivamente de arriba a abajo como si fuera... no sé, sólo sé que no le agrado y que el sentimiento es completamente mutuo.

-Mira a quien tenemos aquí, Ben- dice la que me cae mal por el simple hecho de existir, osea: Jean -La princesita valiente- continua con tono burlón y pongo los ojos blanco.

-Princesita valiente, tú mamá- le respondo. ¿Vieron que mala soy? Sarcasmo mode on.

-¿Quién lo diría? La princesita tiene uñas, por no decir garras- vuelve a hablar Jean, mientras Ben sólo está ahí viendo.

Cruzo los brazos, miro al suelo y luego a ella -Sí, las tengo- digo para ver mis uñas después -Y sería genial usarlas para adornar tu rostro con ellas, pero... no lo vales.-

-¡Uhhhhh!- exclama Ben y Jean le lanza una mirada de odio, lo que me hace sonreír ampliamente. -Disculpa, cariño, pero eso estuvo bueno- le dice a la falsa pelirroja, que está a punto de responderle algo.

-Esperen un segundo, que yo no quiero estar en medio de sus problemas amorosos... triple ewk- digo y doy media vuelta.

-No hay problemas amorosos- dice Ben -Ni somos nada.- 

 -Vaya, eso me dolió hasta a mí... no, la verdad no, nada... bye con ustedes.- me despido y sigo con mi camino.


-Víctor... odio mi vida y me voy a morir.- me quejo con mi mejor amigo apenas entro al salón de historia, donde él ya se encuentra, descansando la cabeza entre sus brazos, que están encima de su mesa, pero sé que no está dormido.

Víctor cambia de posición, de modo que ahora puede verme, su cabello es un desastre, pero parece no importarle demasiado, ya que sólo lo echa un poco hacia atrás con su mano. -Oh, buenos días, Paula. Yo amanecí muy bien, gracias por preguntar.- dice sarcásticamente y ruedo mis ojos, divertida.

-Buenos días, Víctor.- digo con una sonrisa que siento demasiado exagerada. -Odio mi vida y voy a morir.- vuelvo a mi expresión de "mátenme".

Él ríe. -No vas a morir, Paula, no seas exagerada-.

Dejo que mi mochila caiga al suelo sin ningún cuidado y me siento al lado de mi mejor amigo, para adoptar la posición que él tenía cuando llegué. -Si ya saben como soy, ¿para qué me invitan?- suelto y bostezo.

-¿Tienes sueño?- se burla él. 

Levanto un poco mi cabeza para poder lanzarle una de mis miradas fulminantes. -Siempre tengo sueño. Y hambre. Tengo hambre. Aliméntame.- digo y vuelvo a bostezar.

-¿No desayunaste?- pregunta con ese tono de reproche.

-A eso iba, pero en el camino me crucé con el que me odia y con la que me cae mal y... agh, hasta el hambre se me quitó.- contesto.

-Ay, Paula- dice simplemente, sin poder agregar algo más porque en ese momento, el profesor entra.

-Buenos días, clase.- saluda -El día de hoy hablaremos sobre la segunda guerra  mundial y...- sigue hablando, pero lo único que logro escuchar durante la siguiente hora, es "blah blah blah".

Toda la clase me la paso jugando con el cabello de mi mejor amigo, haciendo pequeñas trenzas que se deshacen en menos tiempo del que tardo intentando haciéndolas.


Cuando la clase termina, salgo del salón junto a Víctor, hablando sobre cosas triviales y algo más. Vamos camino a nuestra siguiente clase, primero pasaremos por mi salón y él seguirá de largo, pues tristemente, no tenemos más clases juntos. 

-Mañana tenemos que presentar la obra- le digo, así de la nada.

-¿Cómo te sientes?- pregunta.

-Siento que aún le falta demasiado para ser perfecta- contesto con sinceridad. -Pero... bueno, tampoco está tan mal.- admito y me encojo de hombros.

-Te irá bien- dice mientras me abraza. Entonces, me doy cuenta de que ya estamos frente a la puerta de mi salón.

-Dile eso al profesor- digo en medio de un suspiro. -Anda, ve, que luego llegas tarde y dices que es mi culpa.-

-Pero sí es tu culpa- dice con notable sarcasmo e intentando no sonreír. -Bien, ya me voy. Nos vemos más tarde- se despide resignado y sigue su camino. 

Una vez que lo pierdo de vista, entro al salón, donde la clase está por comenzar. Es física y, dado que no le entiendo y tampoco me  gusta, me dirijo a mi habitual lugar en la esquina y me preparo para fingir que pongo atención durante la que será, probablemente, la hora más aburrida y eterna de mi día.


Unas dos aburridísimas horas después, me dirijo a la cafetería central, donde se supone que estarán mis amigos esperándome para comer, o donde yo los voy a esperar a ellos, da igual.

-My loneliness is killing me and I, I must confess I still believe, I still believe, when I'm not with you I lose my mind, give me a sign, hit me baby one more time- voy tarareando, pero no la versión de Britney Spears, no, más bien... esa versión de Freaky Friday, así me gusta más.

Llego a la cafetería aún tarareando mi canción y me topo con nada más y nada menos que Victor Miller, quien me sonríe. -¡Pequeña!- dice a modo de saludo.

-¡Jirafa!- digo yo y él rueda los ojos, por lo que yo sonrío con suficiencia.

-No es mi culpa que estés tan pequeña- se defiende.

-Sigo siendo mayor que tú- le recuerdo y ríe. ¿Es que a caso a todos les da por reírse hoy?

Localizamos la mesa donde están, pues... los demás, y nos acercamos a ellos.

-Hola gente- saludo -Ya llegó por quien lloraban.-

-Nadie lloraba- dice Patty B.

-A nadie le importa, Patty, si yo digo que lloraban, es porque lloraban, ¿okay?- digo y todos se ríen. ¿Ven lo que digo? Ni siquiera fué gracioso.

-¿Nadie ha ido por pizza aún?- pregunto -Estoy famélica. No desayuné y las tres primeras clases sólo me dieron más hambre- me quejo.

-Yo iba a ir- dice Paola, a la vez que levanta la mano como se haría en clase -Pero querían que los esperáramos.-

-¡Vamos yaaaa! Muero de hambre- le pido a Paola, que se levanta para ir conmigo por el otro amor de mi vida, osea, la pizza.


Ya que regresamos con dos cajas de pizza, una soda para ellos y unos juguitos para Víctor, Paola y para mí, que no tomamos soda, nos encargamos de devorar las pizzas en un cómodo silencio, pues no hacen falta las palabras para darse cuenta de que estamos pasando un buen rato por el simple hecho de estar juntos.

My Berkley Adventure #YoSoyBerkley | DESCONTINUADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora