XXVI: Cosas de Aeropuerto

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¿Por qué los aeropuertos siempre tienen que ser tan... tan aburridos?
Es decir, tienes que llegar dos horas antes de tu vuelo, hacer todo eso de la documentación y luego de eso, simplemente... esperar.
Y esperar es muy aburrido.

Habíamos pasado por el tedioso proceso de documentación y ahora llevábamos alrededor de media hora en la sala de espera del Aeropuerto Internacional Kingsford Smith (o simplemente, Aeropuerto de Sídney), media hora que se había sentido infinita. Y pensar que faltaba otra hora y minutos...

  -Vamos a esa tienda de allá.- le dije a Víctor, señalando una pequeña librería.  

-Ya tienes muchos libros.- contestó, sin despegar la vista de su celular.

-¿Cómo sabes que hablaba de la librería si ni siquiera volteaste?- me quejé, levantándome del suelo, porque claro... habiendo sillas, yo prefería sentarme en el suelo. Todo tan normal como siempre.

Él despegó su vista del celular para observarme por un segundo antes de volver a... lo que sea que estuviera haciendo.

-Paula, te conozco lo suficiente como para saber que hablabas de la librería.-

-Sí... tienes razón.- dije después de un corto silencio. -¿Qué estás haciendo?- pregunté, sentándome a su lado y recargando mi cabeza en su hombro.

-Juego Geometry Dash...- Y como buena mejor amiga que soy... pasé mi mano por su celular y: -¡No!-

-Oops! Creo que perdiste.- comenté inocentemente.

Mi mejor amigo soltó un suspiro de resignación antes de guardar su celular, ponerse de pie y decir: -Vamos a la librería.-

-Oh, sí. Paula gana.- exclamé, alzando ambos brazos en señal de victoria y Víctor me lanzó una mirada desaprobatoria. -Okay, no. Pero sí.- dije, susurrando lo último.


-¡Mira! Este también lo quiero.- dije, sosteniendo un libro sobre sirenas y pasándoselo a Víctor.

Estábamos en la librería desde hace cuarenta minutos y, como era obvio, no podía decidirme por un solo y libro y ya llevaba un par.

-Paula, ¿no crees que ya son muchos?- preguntó él, logrando que volteara a verlo.

-Ahmm... no. Sólo llevas siete libros ahí.- señalé la pequeña pila de libros entre sus manos. De acuerdo, no era un par.

-Pasajeros del vuelo LM75A con destino a México, favor de abordar por la puerta D.- se escuchó por los parlantes.

-Siete son suficientes... por ahora.- dije.

Fuimos a pagar mis libros para después, buscar la forma de que entraran en mi equipaje de mano... cosa que fue muy complicada, porque ya llevaba otros cinco libros conmigo.


-¿Por qué rayos siempre tienes que llevar tantos libros a todos lados?- se quejó Víctor, mientras nos acercábamos a la puerta D.

-Que no son tantos...- contesté. -Además, leo muy rápido y, si sólo llevara dos... ¿qué haría después con tanto tiempo libre?-

Mi mejor amigo me miró en silencio por unos segundos antes de decir: -¿Socializar?- y yo sólo rodé los ojos y solté un suspiro.

-Cuando seas lector compulsivo, entenderás.- le dije.

-Pero nunca leo tanto...-

-Entonces nunca entenderás.- lo corté, a lo que rodó los ojos.

Nos tomó unos minutos el llegar a la puerta D, ya que la librería quedaba un poco lejos de ahí, y ya casi todos habían abordado, por lo que no esperamos mucho tiempo hasta que nos pidieron los pases de avión y los pasaportes.


Ya en el avión, después de encontrar nuestros asientos, pusimos nuestro equipaje de mano en el lugar correspondiente y, luego de una pequeña discusión por quién iría junto a la ventanilla, nos sentamos en nuestros lugares.

-Oye... pero está oscuro, así no tiene caso que vaya junto a la ventanilla.-

-Ni modo, tú quisiste eso. Ahora te aguantas.- le dije a mi idiota mejor amigo.

-Ahora te aguantas.- intentó imitar mi voz.

Y nada más por eso, se ganó un muy buen manotazo de mi parte. -Yo no hablo así.-

-Ouch!- se quejó, sobando su brazo. -Ojalá no te toque alguien agradable del otro lado.- comentó, refiriéndose al asiento a mi lado que, hasta ese momento y a excepción de la pequeña mochila que cargaba conmigo a todos lados, se encontraba libre.

-Cuanta crueldad en una sola persona.- dije, más para mí que para él. -¿Por qué eres así? Lo bueno es que dices que me quieres, ahora imagina si no lo hicieras.-

-Eres muy exagerada.-

Sonreí tal y como el Gato de Cheshire haría y asentí con mi cabeza, afirmando su comentario. -Gracias, me lo dicen muy seguido... todo el tiempo.-

-Menos mal que lo admites.- sonrió, mientras yo borraba mi sonrisa y acomodaba un cojín alrededor de mi cuello. -¿Te vas a dormir?- preguntó.

-Puede ser que sí y puede ser que no. Recuerda que es un vuelo demasiado mucho muy largo.- contesté y él bufó.

-Gracias por recordármelo.-

-¡La exagerada soy yo!- exclamé.

Justo cuando Víctor iba a decir algo, sentí un ligero toque en mi hombro y la voz de un chico se escuchó: -Disculpa que interrumpa tu conversación con tu novio, pero tu mochila está en mi asiento.-

Al escuchar esa suposición por millonésima vez, quise protestar: -No es mi no... woah- y digo quise, porque frente a mí, se encontraba un chico con un gran parecido a Andy Biersack. -Soy soltera.- solté y sentí un leve golpe por parte de Víctor, lo que hizo que reaccionara y quitara mi mochila de donde estaba. -Lo siento, ya puedes sentarte.-

El chico sonrió, y vaya que tenía una bonita sonrisa. -Gracias.- dijo, a lo que asentí.

-De hecho, es casada.- dijo Víctor y volteé a verlo con los ojos muy abiertos, sintiendo como mis mejillas comenzaban a ponerse calientes.

Miré al chico sin nombre, forzando una sonrisa. -Es algo ficticio.- comenté.

-Bien...- dijo él, como no sabiendo qué decir después. Entonces, estiró su mano. -Será un vuelo largo. Soy Adam.- se presentó y tomé su mano para estrecharla.

-Paula. Y él es Víctor.- nos presenté.

-Yo podía presentarme solo, muchas gracias.- protestó el idiota y, como no, rodé los ojos mientras ellos hacían uno de esos saludos que suelen hacer los chicos.

-Un placer.- dijo Adam.


Unos minutos después, los sobrecargos comenzaron a dar las indicaciones necesarias para el vuelo y todas esas cosas que se hacen antes de despegar.

Al momento del despegue, no pude evitar esa sensación molesta en el estómago, como cada vez que subía a un avión. Aún así, la emoción por volver a casa era más grande y cada vez me sentía más cerca de ella, a pesar de estar a kilómetros de distancia. El vuelo sería muy largo, pero no podía quejarme teniendo a mi mejor amigo de un lado y a otro chico muy guapo del otro.

My Berkley Adventure #YoSoyBerkley | DESCONTINUADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora