XXVIII: Tacos y luego hablamos.

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Oh, México... mi bello país. Con su bella cultura, su interesante historia (la cual explicaría a detalle, pero no lo haré porque la clase de historia nunca fue mi fuerte mientras estudié aquí), su deliciosa comida y todo lo que lo caracteriza... pero más importante: su deliciosa comida. De acuerdo, creo que lo de la comida quedó claro, pero es que los tacos. No se dejen engañar con Taco Bell, porque no hay nada que se pueda comparar a los tacos de aquí. Y hablando de tacos...

-¿Vamos por tacos?- le pregunté a Víctor apenas llegamos al lugar al que con mucho gusto llamo mi hogar.

-¿No quieres descansar primero? Apenas llegamos y ya estás pensando en comida.- contesta, dejando sus maletas junto a la puerta de entrada de mi humilde hogar, para luego dirigirse a uno de los sofás y recostarse.

Y como sé perfectamente que prefiere descansar antes que comer...

-Que te perdone Diosito, que yo no puedo.- le digo y decido dejarlo solo un rato, así que camino el largo pasillo que me lleva hasta mi habitación.

Mi casita. Una pequeña mansión de un piso (lo cual agradezco, pues estoy cansada de subir y bajar escaleras en la casa de Londres y en Berkley), conformada por una amplia sala, el gran comedor y la cocina, tres recámaras principales y tres huéspedes, cada una con su respectivo baño completo y, además, un baño de invitados. Está ubicada en una zona bastante tranquila y los vecinos son soportables. Sinceramente, me gusta mi hogar. Pero, sin duda alguna, la mejor parte de todo es que Lizz vive justo al lado (claro, cuando está en el país) desde que tengo uso de razón, lo que ha ayudado bastante a que nuestra amistad sea tan fuerte como lo es hoy en día.


Una vez en mi habitación, me doy cuenta de que todo está exactamente como lo dejé la última vez que estuve aquí, incluso mis cactus siguen aquí, seguro mi tío cuidó de ellos mientras no estuve. Me senté en mi cama y recordé que debía llamar a mamá cuando llegara a casa, así que eso hago.

-Hola, princesa. ¿Todo bien?- dice ella en cuanto contesta.

-Hola, ma. Yup, todo bien, sólo quería avisarte que llegamos a casa hace como diez minutos.- digo. -¿Cuándo llegan ustedes?-

-Probablemente mañana. Hablé con Lizz hace unas horas y me dijo que ella llega en la noche.-

-Perfecto. Hablando de mis amigos... Víctor no quiso acompañarme por tacos y es mi deber darte la queja para que hagas algo al respecto cuando estés aquí.- me quejo.

-Ay, Paula. Tú siempre pensando en comer.- se burla mi madre. Lo bueno es que me quiere.

-Ya, pues. Intentaré no hacer tanto drama, pero no prometo nada.-

-Más te vale. Hija, tengo que colgar, estoy a punto de entrar a una reunión y ya sabes como es eso.- comenta.

-Está bien, mami. Nos vemos mañana y suerte en la reunión. Te amo.- me despido.

-También te amo.- dice antes de finalizar la llamada.

Me quedo alrededor de cinco minutos en ese lugar al que llamo mi lugar feliz, simplemente mirando las estrellas... del techo porque aún hay luz solar iluminando todo. Luego decido que lo mejor será levantarme e ir a intentar convencer a Víctor de que me acompañe por tacos para saciar mi hambre.

Salgo de mi habitación y vuelvo a recorrer el largo pasillo que tanto miedo me daba de pequeña. 

-Oye, idiota...- comienzo a decir cuando estoy lo suficientemente cerca de donde lo dejé, pero casi al instante me doy cuenta de que Víctor no está en el sofá, y sus cosas tampoco están donde las dejo. -No me hagas esto.-

Emprendo mi camino a la cocina y de repente me siento observada, pero no le tomo mucha importancia, porque es lo que suele pasar cuando estoy aquí. Ya en la cocina, abro el refrigerador y saco una botella de agua, pero es justo cuando estoy a punto de tomarle, que siento como me tapan la boca y me levantan del suelo.

Inmediatamente siento como comienzo a entrar en pánico, pero intento pensar en cosas lindas como pizza, unicornios, One Direction, Nick Jonas y así. Me calmo lo suficiente como para caer en cuenta de que solo puede ser una persona la que me tiene en esta situación... así que, como puedo, muerdo su mano, lo que ocasiona que suelte una queja de dolor.

-Por imbécil.- le digo una vez que me suelta.- Mira lo que hiciste. Yo no voy a limpiar eso.- le señalo el agua que se derramó en el piso.

-Oye, lo siento, ¿sí?- se disculpa. -Creí que sería divertido.-

-Crií qui siríi divirtidi.- lo imito. -¡Pues no! Casi me da algo, Víctor.-

-Ya, ven.- dice, extendiendo sus brazos para abrazarme... pero así se va a quedar.

-Ni te voy a abrazar.- me cruzo de brazos. -Vamos por tacos y luego hablamos y veo si te perdono.-

Él pone los ojos en blanco y suelta un suspiro, a mi parecer, de resignación. -Bien. Vamos por tacos.-

-Y solo para que lo sepas, Lizz llega en la noche.- informo a la vez que regreso a mi habitación para tomar alguna de mis pequeñas mochilas para poner mi cartera, llaves y celular.

-¿Qué?- exclama, caminando detrás de mí. -¿No llegaba un día después que nosotros? Ah, no. Las que llegaban después eran tu mamá y hermana.-

Pero que tonto. Después de unos minutos en los que ninguno dice nada, encuentro la mochila que buscaba y, cuando estoy a punto de salir, Víctor me lo impide, porque está recargado en el marco de mi puerta.

-Anda, que tengo hambre.- le digo, y no le queda de otra que abrirme el paso y seguirme.

-¿Por qué siempre piensas en comida?- me pregunta.

-¿Y por qué no lo haría?- pregunto de vuelta, a lo que él ríe. -Es que siempre me da hambre y tú lo sabes bien. Ahora, vamos, que quiero estar aquí cuando llegue Lizz.-

Y es así como logré que el idiota me acompañara por los bellos y deliciosos tacos que quería desde que llegamos. Y todos felices y sin hambre... al menos por un rato.

My Berkley Adventure #YoSoyBerkley | DESCONTINUADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora