8: Decisión Bordo.

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"Algunas veces hay que decidirse entre una cosa a la que se está acostumbrado y otra que nos gustaría conocer."

Paulo Coelho


Agosto había empezado hace siete días. Ese era el tiempo que había pasado de esa horrible visita. Una semana en la que me aislé, de nuevo. Había vuelto al principio, pero no sabía si igual que antes o peor. En todos estos días, de mi boca no salió palabra alguna, es como si me hubiera vuelto muda. Sara lo intentaba, pero sólo recibía gestos de mi parte, creo que por eso se rindió y ni siquiera un "hola" me dedicaba.

¿Tomás? Solo lo veo por mi ventana, le había mentido diciéndole que necesitaba un tiempo sola y no era eso, para nada lo era. Simplemente que mi instinto, ese que me protegía, me había hecho decidir que era mejor alejarse de todos. Sentía que no era buena para el mundo exterior, no mientras ni siquiera lo era para mí. Esperaba que él no viniera a enfrentarme por mi repentino alejamiento, aunque no creía que lo hiciera, al fin y al cabo ni me conocía, de seguro en un par de días se olvidaría de mí y, aunque me dolía pensar en eso, lo veía como lo mejor que podía pasar. Mirarlo por la ventana era mi extraña manera de sentirlo cerca. Por alguna razón, salía todos los días junto a los mellizos L, supuse que para ir al invernadero pero a veces, simplemente se quedaban en el patio. Él no me veía, pero yo sí. Observaba cada movimiento de él, noté que mucha atención a Lola y a León no les daba, y era porque a cada rato se quedaba mirando mi ventana. Sé que esperaba a que yo saliera y muchas veces quise hacerlo pero me repetía que era mejor así.


Yo estaba enferma, en camino a la locura y ese hombre sabía dónde estaba, sabía que sé iba a buscar alguna forma de venir a verme y todo iba a ir de mal en peor, me iba a terminar sacando lo poco que me queda de lo que alguna vez fui, volviéndome un alma ausente de todo. Tal vez estaba siendo exagerada, pero ya una vez llegué a ese estado años atrás y en ese momento no me importaba, pero ahora todo había cambiado. Por eso antes de llegar a volverme esa persona, decidí que para que los daños fueran menores, debía alejarme de él. No voy a mentir, sentía un gran vacío y desde el momento que lo empecé a sentir, lo supe, supe que era por ese rubio de ojos verdes y nada me dolía más que haberlo alejado.


Tenía la ventana cerrada y como no había nadie afuera, me senté en el borde con mis piernas flexionadas. Últimamente, mi mente estaba en blanco pero a la vez pensaba en todo, era algo difícil de explicar, igualmente trataba de solo me dedicarme a ver a través de la ventana. En ella, podía ver apenas mi reflejo y no me gustaba lo que veía. Las ojeras habían empeorado, eran negras y moradas acompañadas con grandes bolsas debajo de mis ojos, me veía pálida y eso era bastante preocupante al tener mi piel morena. Creo que eso se debía a que no comía nada, no lo sentía necesario. Los gritos por las noches se habían vuelto constantes, haciendo que mi garganta doliera constantemente y "ayudaba" más a mi estado enmudecida. Vivía sedada, drogada y medicada .Que loco que con solo esa visita, haya caído más bajo de lo que estaba. Suspiré pasando mi dedo por el frío vidrio mientras apoyaba mi mejilla en él. Me sentía cansada, quería cerrar los ojos y terminar en un profundo sueño del cual no despertará más.


Miré el reloj de mi mesita de luz. 6 de la tarde. A esta hora siempre venía a tocar la puerta. Si, al parecer mis deseos de que se olvidara de mí no estaban haciéndose realidad y una parte de mí se alegraba por eso. Él se quedaba ahí aunque yo no le abriera y me contaba de su día, de cómo odiaba los medicamentos, de los chistes que los mellis L les contaba y siempre terminaba su charla con un "te extraño", lo susurraba pero yo siempre lograba escucharlo. Lo que él nunca iba a saber que yo susurraba un "yo también". En esos momentos, es donde me cuestionaba todo y con todo hablaba de haberme alejado de él pero mis cuestionamientos terminaban en lo mismo, que era lo mejor. Creo que con esa frase, solo trataba de convencerme que lo era. Quería odiarlo por venir a mi vida y moverme todo, hacerme cuestionar todo y despertar algo en mí que no sabía que era. Me había sacado de lo que yo estaba acostumbrada y ahora me costaba volver a eso.

Después de unos minutos, los golpes se hicieron presentes pero no era él, esos golpes sonaban más suaves. Luego, la puerta se abrió.


—Mia, tu mamá vino a verte. —-reconocí la voz de Sara, más así no la mire. Un suspiro salió de su boca. No entendía porque esta mujer volvía, ya bastante había tenido con el día anterior. De entrada sentí esa fragancia cara que de seguro se compró en algún viaje al exterior con la plata de ese hijo de puta.


—Hola. Sólo pasé rápido. Nos volvemos a Buenos Aires y antes de irme, quería darte esto. Ya que no me miras, maleducada te cuento que es. —como mi pie derecho tocaba la cama, pude sentir como esta se hundía. Mi cuerpo se tensó ante su cercanía. —Sé que me odias, y estoy segura que sabes que es mutuo. —-rodé los ojos. No me digas Susana. Pero seguís siendo mi hija, y por el amor que alguna vez le tuve a tu padre es porque decidí venir a verte. Él te amaba Mia, eras su todo. Te nombro así por eso, porque eras suya, totalmente suya. —decía eso con algo de veneno en su voz, como si odiara que hubiera sido así, y no dudaba que lo hiciera. —Cuando él se fue, me sentí pérdida. Nunca estuve lista para tener hijos, y vos estas acá por él. La verdad que lo que menos quería era ser una madre pero él insistió, no era nadie para negarlo lo que quería. —quise decir algo, era la primera vez que se sinceraba conmigo pero como siempre, arruinaba nuestros pocos buenos momentos. — No te acostumbres a mi serenidad, hago una tregua por hoy. Esto es por tu padre, no por mí, al fin y al cabo es lo único que tenemos en común nosotras, además de la sangre y un par de de rasgos, que por suerte ahora no se notan por tu estado de cuerpo sin vida. —me quise ofender ante lo último. P—oco me importas. —no era nada que no hubiera notado. —Pero tu padre tenía un deseo y pienso cumplirlo ya que él no está entre nosotros. —eso hizo que se me formara un nudo en la garganta pero me negaba a llorar enfrente de esa mujer. —Falta para tu cumpleaños y como soy una mujer ocupada, este es el único tiempo que pude darme en mi agenda para traerte algunas cosas de él. —Libros, suéteres, incluso el oso panda que le costó conseguir para un "Día del Niño" y una caja por tus 18 años. No sé qué tendrá adentro, tiene llave. En fin, eso es todo. Que tengas un lindo día, loquita. —esas últimas palabras las dijo con burla y con el mismo veneno anterior entre ellas. Cuando escuché la puerta cerrarse, permití que las lágrimas que había acumulado cayeran por mis mejillas. Bajé mis pies a la cama mirando todo lo que me había traído y reconocer todo lo que era de mi padre, me convirtió en una catarata humana. Odiaba esa mujer pero por primera vez había hecho algo bueno en su vida.


Costó calmarme, más cuando empecé a acomodar las cosas y noté que los suéteres todavía tenían ese olor característico de él: tabaco y jabón de ropa. La tentación me ganó y me puse uno de ellos, el que más me gustaba y siempre quise usar, uno gris con detalles en negro. Mi estado emocional estaba hecho un asco, hace unos minutos lloraba y ahora no podía parar de sonreír. Agarré el panda y lo abracé, recordaba tan bien el día que me lo trajo, había sido la nenita más feliz del mundo pero creo que él sonreía más que yo. Los libros los puse en un espacio que había debajo de la mesita de luz, estaba decidida a leerlos, ya que tenía mucho tiempo libre. La caja me daba intriga, la puse encima de la mesita y escribí una nota recordándome que no la abriera hasta mi cumpleaños. Dejé el panda en mi cama y lo miré con una sonrisa.


—Mia, tenemos que hablar. —la voz la reconocí de inmediato, su tono era serio y con algo de dureza. Giré lentamente, no sabía en qué momento había entrado pero ahí estaba Tomás, mirándome totalmente enojado.





Amándote en medio de la Locura [✔]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora