Capítulo XIII Sentimientos a flor de piel

167 14 1
                                    

Estaba exhausta, me había pasado el día entero arreglando mi cuarto. Eran alrededor de las tres de la tarde. Me acerqué a mi cama y tomé mi celular. Ningún mensaje de Aiden...

Desde que habíamos vuelto las cosas entre nosotros habían estado algo extrañas. Ambos sabíamos que estábamos juntos, pero no éramos novios.

Y como si estuviese llamándolo con el pensamiento, mi celular empezó a sonar con su tono de llamada.

― Hola...―dije con voz apagada. No estaba muy contenta, habían pasado cinco días que no había sabido absolutamente nada de él.

― ¿Estás en tu casa? ―preguntó sin rodeos.

― ¿Para qué quieres saberlo? ―me molestaba su manera de actuar. ¿Cómo podía desaparecer así como así y luego volver como si no había pasado nada?

― Tengo algo para ti. Es sobre Leah...

― Te espero aquí. Mi madre y Cara han salido así que podremos hablar con calma.

― Está bien. Estoy cerca de ahí.

Colgué y corrí al baño a asearme. Me puse un short de jean y un sweater delgado de color crema y unas sandalias bajas y me recogí el cabello en un moño alto.

El timbre soñó dos veces, bajé con cuidado por las escaleras ya que aún seguía lastimada. Llegué a la puerta y la abrí. Me hice a un lado y dejé entrar a Aiden. Ambos subimos a mi habitación y nos sentamos en mi cama.

― ¿Qué es lo que tienes para mí? ―pregunté seria.

― ¿Estás molesta? ―preguntó mirándome.

― Tenía una semana sin saber absolutamente nada acerca de ti. No esperarás que esté feliz de ello.

― Yo... Lo lamento. He tenido más crisis nerviosas.

― Yo igual...

Nos quedamos callados. Nos observé por el espejo de cuerpo completo que tenía en una esquina de mi cuarto. Hasta ese momento no me había percatado de lo mal que estábamos ambos. Los dos estábamos tan rotos, tan destruidos. Y todo era mi culpa.

― Lo lamento ―dije antes de poder frenarme.

― ¿Por qué?

― Esto no habría pasado si no hubiese sido tan altanera. Debí haberte hecho caso...

― Eso ya no importa, Perry. Lo importante es que estamos...―se calló pensando en una palabra que pudiese describir nuestro estado actual― vivos.

― Aparentemente.

Aiden tomó mi mano y la acarició mientras yo reposaba mi cabeza en su hombro. Se separó un poco de mí y me tendió algo rectangular envuelto en un pequeño envoltorio.

― ¿Qué es? ―le pregunté sonriéndole.

― Ábrelo.

Rasgué el envoltorio y se me cortó la respiración cuando vi de qué se trataba. El libro de vida de Leah. Mis ojos se cristalizaron y cuando quise darme cuenta, estaba sonriendo con toda la emoción que cabía en mi pecho.

― Aiden, yo... Gracias ―dije tomándolo del mentón y besándolo.

Por primera vez me atrevía a hacerlo. No era él quien me besaba, era yo. Sus labios me transportaban a un lugar calmado. Y eso era lo que necesitaba. Necesitaba esa calma y esa paz que solo encontraba en sus brazos. El me hacía entrar en relax. Con Aiden podía olvidarlo todo. Quizás por eso me gustaba.

― No tienes nada que agradecerme Perry ―me susurró entre besos.

― Si tengo qué ―seguí besándolo― Tengo que agradecerte todo.

― ¿A qué te refieres? ― se separó un poco de mí mirándome.

― Gracias a ti, he descubierto que todo lo que conocía es erróneo. Gracias a ti he descubierto que quiero amar a alguien, que quiero pertenecer a alguien y que no quiero estar sola... Tenías razón Aiden, toda mi rudeza y mi frialdad es una pared que yo misma he creado para no salir lastimada.

Aiden me miró por un rato para luego sonreírme y sentarme en sus rodillas. Frente a frente me dio un beso en la frente y me abrazó. Esa clase de abrazos que te hacen sentir protegida.

Tomé su rostro en mis manos y unimos nuestros labios. Este beso era apasionado y lleno de muchos sentimientos. Sentía todo mi cuerpo arder. Sus manos vagaban traviesamente por mi cintura y me acercaban más a él.

― Perry...

― ¿Sí? ―respondí. Nuestras voces eran agitadas y susurrábamos, como si lo que sucedía entre nosotros fuera nuestro más preciado secreto.

― ¿Puedo pedirte algo?

― Pídeme lo que desees ―dije posando mis manos en su cuello.

― Muéstrame tus cicatrices.

Me tensé al escuchar lo que me pedía. ¿En serio? Entre todo lo que podía pedirme y a lo que podía aceptar ¿me pedía que le mostrara mis asquerosas cicatrices? Que romántico.

― ¿Por qué?

― Quiero verlas, yo...

― Nadie las ha visto, salvo los doctores. Son horribles.

― Yo también tengo cicatrices.

― Lo sé...― Aiden me apartó con delicadeza y mirándome se quitó su camisa de color azul, dejándome ver ese cuerpo tan trabajado suyo.

Cada parte de su torso estaba exquisitamente ejercitado. Y lleno de cortadas que empezaban a cicatrizar. A él tanto como a mí nos habían destrozado. Se giró dejándome ver su espalda bien trabajada llevándome una sorpresa enorme. En su espalda había un gran tatuaje, era una chica sentada con el cabello oscuro recogido, tenía unas hermosas alas desplegadas y se abrazaba a sí misma.

 En su espalda había un gran tatuaje, era una chica sentada con el cabello oscuro recogido, tenía unas hermosas alas desplegadas y se abrazaba a sí misma

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

― Eres tú Peregrine. Me has salvado la vida, y esta es solo una mínima muestra de mi agradecimiento ―dijo girándose mientras me daba un corto beso en los labios.

Exhalé con dificultad y dándole la espalda me deshice de mi sweater. Detrás de mí sentí como jadeaba sorprendido. Sentí sus manos en mis hombros y sus labios en la curva de mi cuello.

― Aún tan rota eres tan hermosa, Peregrine ―me tomó de la cintura y me giró observando cada parte de mi piel. Nos fusionó en un abrazo, que luego se convirtió en un beso y eso nos llevó a algo más íntimo lleno de susurros, besos, frases a medio terminar...

Nos observé a ambos por el espejo acostados en mi cama, así tan juntos el uno del otro. Nos habíamos vuelto uno solo. Parecíamos una extraña pintura llena de misterios, dolor y muchas cicatrices. Éramos como un rompecabezas de hematomas y sentimientos.

Ambos estábamos cansados, reposaba mi cabeza en su pecho, mis parpados se hacían cada vez más pesados mientras observaba cada rasgo de su rostro dormido. Su fuerte brazo me sostenía por la cintura y me mantenía atrapada en él. Justo antes de quedarme dormida me atreví a pronunciar las palabras a las que tanto le había huido, pero que deseaban salir de mis labios aún sabiendo que él no me escucharía.

Te amo.

_____________________

Lo sé, lo sé. Está algo corto, peeeero inoren eso... PERRY LE DIJO "TE AMO" *O* Ay dios que emoción! Nuestra Peregrine se enamoró ¿Qué les pareció? ¿Que creen de la actitud de Aiden hacia Perry? Espero que haya sido de su agrado, besos! 

E.R.

La Guardiana de Atlantis | INLUSTREM #1 Copyright ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora