Capítulo XXIII Oro en las venas

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Caminaba por un sendero lleno de margaritas. El césped estaba fresco y hacía cosquillas bajo mis pies descalzos. El ambiente era totalmente pacífico, nunca había estado en este lugar. ¿Dónde estoy? ¿Qué hago aquí? me pregunté mientras seguía caminando sin saber a dónde iría realmente.

― Peregrine, espérame ―dijo una pequeña niña sonriendo mientras corría hacía mí. La reconocía, yo sabía quién era ella.

― ¿Carabelle? ¿Qué haces aquí, dónde estamos?―le pregunté arrodillándome frente a ella.

― ¿Cómo que dónde estamos? ¿Ya no lo recuerdas? Vamos a la pradera ―dijo la niña riéndose de mí tiernamente. Con su pequeña manito me tomó un dedo y caminó conmigo― ¿Por qué te has ido tan rápido de mi lado? No puedes dejarme sola, sabes que te necesito.

― ¿Para qué me necesitas? Eres una niña grande ―dije mirándola.

― No soy grande, sigo siendo una niña. Además, tú eres mi ejemplo a seguir. Sin ti, yo no sabría qué camino elegir.

― Jamás lo había visto de esa manera...―dije mientras nos deteníamos frente a algo extraño. Era como uno de los portales por el cual tanto tiempo nos habíamos desplazado, pero este era de color negro y una diminuta luz se veía al fondo. Y susurraba dulcemente mi nombre.

― ¿Traspasarás el portal? ―me miró la pequeña Cara con ojos tristes― Una vez que lo traspases, estarás separada de nosotros...

― ¿Nosotros? ―pregunté con un doloroso sentimiento de tristeza en mi pecho.

― Si, de mí, de mamá, Ashira y Yesher, Atlangel... Aiden ―dijo Cara, pero ya no era la misma niña, era toda una mujer. La hermosa mujercita que conocía.

― Aiden...―dije con melancolía.

― No puedes irte así de nuestro lado Perry ―escuché su voz

Me giré y lo miré. Estaba vestido de blanco, su sonrisa expresaba la misma tristeza que sentía en ese momento. Ya no estaba golpeado, ni cortado. Estaba limpio e impecable.

― Eres la única que puede decirme cuán mundano y estúpido soy ―dijo extendiendo sus manos a mí. Me acerqué con paso apresurado y nos abrazamos.

― ¿Qué pasará si lo traspaso? ¿Qué encontraré detrás de él? ―pregunté asustada.

― Ahí hallarás todo lo que siempre has deseado encontrar.

― Aiden, debo irme ―dije soltándolo

― Te amo, Peregrine.

― Quizás algún día volvamos a encontrarnos...

Me volteé encontrándome sola en ese lugar. No había nadie más salvo yo y la voz que me llamaba del Portal. Exhalé con calma y posé mi mano en el Portal. Todo a mi lado empezó a adquirir un brillo dorado hasta que no pude mantener mis ojos abiertos y una fuerte ráfaga hizo volar mis cabellos sueltos.

Mi cuerpo hormigueó totalmente y mis pulmones se llenaron de aire. Abrí los ojos y contemplé toda Atlantis destruyéndose, flotaba encima de Los anillos de Cristal. Todo mi cuerpo estaba hecho de oro sólido, oro sólido y caliente.

Pronto me encontré en medio de la batalla, de mi garganta salió una nota similar a un canto que se mantuvo y fue haciéndose cada vez más potente. Todo se detuvo, las estrellas dejaron de caer y todos los que luchaban se detuvieron. Me dirigí al Palacio y me detuve justo en frente de quien quería ver.

La Guardiana de Atlantis | INLUSTREM #1 Copyright ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora