Capítulo XXIV Ligera

143 14 0
                                    


Me encontraba con Mikael en un hermoso castillo. Domilux, la ciudad de los ángeles no era como yo me ha había imaginado. Era todo diamante, oro y gemas del sol. Las nubes eran más densas aquí, y el aire era tan puro y limpio aquí que me hacía sentirme mareada y extraña. Como si no encajara en este lugar. Sin duda esto era mejor que cuando volamos hacia acá, estuve a punto de desmayarme por la velocidad y la pureza del oxígeno, pero por suerte empezaba a acostumbrarme a ello.

Ángeles volaban de aquí para allá sin siquiera detenerse a mirarme. Era como si no se extrañaban de ver a una nefilim tan rara como yo, solo era cuestión de mirarme a simple vista para darse cuenta de que yo no pertenecía a este sitio. Mi cabello despeinado, mi manera de volar y caminar y mi simple manera de mirar todo era más que suficiente.

Mi armadura dorada y mis alas probablemente eran lo único que combinaban con Domilux.

Y enseguida me puse a pensar, ¿cómo hubiese podido sobrevivir a todo esto una vez que hubiese ascendido? ¿Cómo podría haberme sentido normal y a gusto en este lugar tan frío en el trato y carente totalmente de cariño familiar?

Mikael me hizo avanzar por unos pasillos y unos cuantos angélicos lo saludaron, lo peor de estar aquí es que hablaban en una lengua angelical diferente a la que yo conocía. Eso sin duda habría sido otro bache en mi camino al estar acá.

Pocas cosas eran las que entendía en la lengua angelical de lo que hablaban, y como nadie me dirigía palabra alguna, me dispuse a hacerme la muda y a observar todo con detenimiento.

Una mujer a lo lejos llamó mi atención. Era alta, de cabellos rojo fuego y rasgos tan familiares que estuve tentada a caminar hacia ella para preguntarle su nombre.

Probablemente si lo hubiese hecho me hubiese tomado por loca. Y no quería hacer el ridículo en esta ciudad. Obviamente que si hubiese estado con Yesher y Ashira, no me hubiese importado...

¡CLARO! De eso la conocía, ella era la madre de Ashira. Era idéntica a ella, salvo por su nariz aguileña y sus ojos color almendra.

La madre de Ashira pareció notar que no le despegaba la mirada de encima y se acercó a paso delicado hasta mí.

― Tu eres Peregrine. ¿Cierto? ―dijo la mujer.

― Si, yo soy.

― He escuchado que has salvado Atlantis de un desastre inminente.

― No lo he hecho yo sola. He tenido mucha ayuda para eso ―dije mirándola.

― ¿Conoces a esta niña? Bueno, debe estar muy grande y hermosa ya, tengo años sin verla...―dijo mostrándome una pequeña fotografía de una niña pecosa de cabellos rebeldes y enmarañados rojo fuego.

― Es Ashira, mi mejor amiga ―dije tratando de no transmitirle ninguna emoción.

― ¿La conoces? ¿Cómo es? ―dijo mientras le brillaban los ojos.

― Es la nefilim más leal que he conocido ―dije mientras se me escapaba una pequeña sonrisa nostálgica.

― ¿Sabes si ascenderá? ―dijo con un deje de esperanza en la voz.

― No. Por lo que tengo entendido va a casarse con uno de nuestros guerreros de Atlangel. Ashira me dijo que jamás ascendería, puesto que eso llevaría a abandonar a su padre y que ella no sería la siguiente en dejarlo solo, además no quiere toparse con la desconocida que la dejó recién nacida sola con su tía y su padre. ―dije citando sus palabras. Ella desvió su mirada apenada, entendiendo totalmente las palabras de su hija.

― ¿Podrías enviarle un mensaje de mi parte? ―dijo mirándome suplicante.

― Dudo que quiera recibirlo, pero puedo intentarlo.

La Guardiana de Atlantis | INLUSTREM #1 Copyright ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora