Me encontraba con Mikael en un hermoso castillo. Domilux, la ciudad de los ángeles no era como yo me ha había imaginado. Era todo diamante, oro y gemas del sol. Las nubes eran más densas aquí, y el aire era tan puro y limpio aquí que me hacía sentirme mareada y extraña. Como si no encajara en este lugar. Sin duda esto era mejor que cuando volamos hacia acá, estuve a punto de desmayarme por la velocidad y la pureza del oxígeno, pero por suerte empezaba a acostumbrarme a ello.
Ángeles volaban de aquí para allá sin siquiera detenerse a mirarme. Era como si no se extrañaban de ver a una nefilim tan rara como yo, solo era cuestión de mirarme a simple vista para darse cuenta de que yo no pertenecía a este sitio. Mi cabello despeinado, mi manera de volar y caminar y mi simple manera de mirar todo era más que suficiente.
Mi armadura dorada y mis alas probablemente eran lo único que combinaban con Domilux.
Y enseguida me puse a pensar, ¿cómo hubiese podido sobrevivir a todo esto una vez que hubiese ascendido? ¿Cómo podría haberme sentido normal y a gusto en este lugar tan frío en el trato y carente totalmente de cariño familiar?
Mikael me hizo avanzar por unos pasillos y unos cuantos angélicos lo saludaron, lo peor de estar aquí es que hablaban en una lengua angelical diferente a la que yo conocía. Eso sin duda habría sido otro bache en mi camino al estar acá.
Pocas cosas eran las que entendía en la lengua angelical de lo que hablaban, y como nadie me dirigía palabra alguna, me dispuse a hacerme la muda y a observar todo con detenimiento.
Una mujer a lo lejos llamó mi atención. Era alta, de cabellos rojo fuego y rasgos tan familiares que estuve tentada a caminar hacia ella para preguntarle su nombre.
Probablemente si lo hubiese hecho me hubiese tomado por loca. Y no quería hacer el ridículo en esta ciudad. Obviamente que si hubiese estado con Yesher y Ashira, no me hubiese importado...
¡CLARO! De eso la conocía, ella era la madre de Ashira. Era idéntica a ella, salvo por su nariz aguileña y sus ojos color almendra.
La madre de Ashira pareció notar que no le despegaba la mirada de encima y se acercó a paso delicado hasta mí.
― Tu eres Peregrine. ¿Cierto? ―dijo la mujer.
― Si, yo soy.
― He escuchado que has salvado Atlantis de un desastre inminente.
― No lo he hecho yo sola. He tenido mucha ayuda para eso ―dije mirándola.
― ¿Conoces a esta niña? Bueno, debe estar muy grande y hermosa ya, tengo años sin verla...―dijo mostrándome una pequeña fotografía de una niña pecosa de cabellos rebeldes y enmarañados rojo fuego.
― Es Ashira, mi mejor amiga ―dije tratando de no transmitirle ninguna emoción.
― ¿La conoces? ¿Cómo es? ―dijo mientras le brillaban los ojos.
― Es la nefilim más leal que he conocido ―dije mientras se me escapaba una pequeña sonrisa nostálgica.
― ¿Sabes si ascenderá? ―dijo con un deje de esperanza en la voz.
― No. Por lo que tengo entendido va a casarse con uno de nuestros guerreros de Atlangel. Ashira me dijo que jamás ascendería, puesto que eso llevaría a abandonar a su padre y que ella no sería la siguiente en dejarlo solo, además no quiere toparse con la desconocida que la dejó recién nacida sola con su tía y su padre. ―dije citando sus palabras. Ella desvió su mirada apenada, entendiendo totalmente las palabras de su hija.
― ¿Podrías enviarle un mensaje de mi parte? ―dijo mirándome suplicante.
― Dudo que quiera recibirlo, pero puedo intentarlo.
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La Guardiana de Atlantis | INLUSTREM #1 Copyright ©
Novela Juvenil"Soy hija de un arcángel. Soy mitad humana, mitad ángel, vivo entre mundanos desde que tengo uso de razón. Desde tiempos anteriores han existido personas como yo, nefilims, así nos llaman; somos guerreros entrenados arduamente para matar demonios, n...