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Buenos días, damisela. Miré al chico por encima de la puerta de la taquilla y le sonreí.

Buenos días, caballero. Se rió y agaché la cabeza sonrojada.

Te echaba de menos. Cerré la taquilla y me apoyé en ella para mirar a George.

¿De ver a la dama en apuros? Mientras volvía a oír su carcajada, él negaba en silencio.

De ver a una dama sensata. Me quedé quieta, ¿era una indirecta?

No creo que sea muy sensata, si hablo contigo. Me dolía saber que sólo iba a ser una del montón.

¿Es malo hablar al caballero de turno? Creo eso fue un intento fallido de mejorar mi ánimo.

Sólo si él sólo quiere ganarse una corona más. Me miró a los ojos y vi como titubeaba.

No te hablo sólo porque aposté ganarte. ¿Qué? ¿Qué hacía yo hablándole? Me alejé de él un poco.

¿Y por qué me hablas? Estaba enfadada, mucho, pero también muy dolida.

Porque cuando descubrí quién y cómo eras, supe que no eras como las demás. Me reí de su intento de conseguir persuadirme.

¿Quieres que me crea que ahora has descubierto a la chica de tus sueños? Soné muy sarcástica.

No serás mi chica de ensueño pero sí sé que me siento cómodo contigo. Una presión de mi corazón desapareció, podría seguir hablando con él.

Yo también. Esas palabras contenían más cosas que las que podía decir.

Me despedí de él y fui hacia clase. Me giré y vi como se quedaba embobado mirando a la ventana de enfrente. Mi corazón quería decir tantas cosas, que me prometí decirlas algún día.

Corazones sin Habla [I]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora