22. Mentira

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Me desperté y me sentí desorientada, me dio un dolor tan fuerte de cabeza que a penas intenté levantarla, volví a cerrar mis ojos apoyándola de nuevo en mi almohada.

Una carcajada a mi lado me hizo voltear a pesar del dolor y encontrarme a Theo en su cama, ahora llevándose las manos a la cabeza.

-No me hagas reír que me duele la cabeza -susurró aguantando la risa.

-Bueno, a mí me duele todo -hasta hablar me costaba de lo cansada que estaba. Volví a cerrar mis ojos mientras que hablaba.

-No pienso volver a salir contigo y tus amigas -me señaló acusativamente.

Reí.

-Sí que lo harás -tomé mi celular que se encontraba en mi mesita de luz y vi la hora. Eran la una y media de la tarde. Me senté de golpe y también me di cuenta de que seguía vestida.

-¿Qué te pasa mujer? -abrió grandes sus ojos.

-¿No viste la hora que es?

-Sí, me desperté hace más de una hora y seguías durmiendo como un oso -rió e ignoré su comentario señalándole mi ropa.

-Estoy vestida -la falda ajustada con brillos no era nada cómoda para dormir.

-Te tiraste directo a la cama, y ni loco te pensaba cambiar -me sentí un poco aliviada, haber tenido que ser cambiada por él habría sido más humillante que dormir vestida.

Me levanté lentamente sintiéndome observada, mis piernas estaban tan apretadas que me urgía quitarme esa maldita pollera. Tomé un jean negro y una camiseta cómoda para un domingo a la tarde y me dirigí al baño.

Después de darme una ducha le dije a Theo que podía hacer lo mismo, quien a pesar de haberme mirado con mala cara y haber abrazado aún más a su almohada, me hizo caso; y me dirigí a la cocina con mi cabello mojado.

-Hola ma -le di un pequeño abrazo cuando la vi sentada en un taburete junto a Fernando. Luego lo saludé a él quien me sonrió.

-Buen día -me dijo riendo.- o buenas tardes.

Reí y me senté frente a ellos. Mamá dejó el libro que estaba leyendo a un lado y Fernando el periódico.

-¿Qué tal su cena?

-Pedimos pizza -mamá se encogió de hombros- ¿Y tu salida?

Recordé mi noche junto a mis amigas, Theo, las dos chicas y el grupo de borrachos que habíamos conocido y no pude evitar sonreír un poco.

-Genial -me paré para dirigirme a la heladera y tomé la jarra de jugo.

-¿Dejaste la ducha abierta? -me preguntó y quise que la tierra me tragara. Tomé un vaso para servirme y le contesté dándole la espalda.

-Theo se quedó a dormir -sabía que después de esto Theo no sería como cualquier amigo mío para mamá.

-Ahh... -con mi vaso lleno por fin volteé y como era de esperar, estaban sonriendo. Volví a sentarme frente a ellos.

-¿Qué vamos a almorzar? -cambié de tema.

-Estoy haciendo pasta - Mi estómago saltó de alegría, estaba tan hambrienta que moría por cualquier cosa.

Le sonreí.

-Tienes suerte de que en esta casa hago comida como para todos los vecinos... -y tenía razón, en estos días en los que escondía a Theo en mi habitación había agradecido muchísimo el hecho de que mamá cocinara tanto.

-Perdón por no avisarte que estaba aquí -qué irónica sonaba mi disculpa si supiera que en realidad él vivía en casa a escondidas.

Cuando vi la figura de Theo asomarse por el umbral de la cocina sentí como los nervios volvían a aparecer. Le asentí con la cabeza para que pasara y se hizo notar para mamá y Fernando también. Que dejaron de hablar de el libro que mamá leía para mirarlo a él.

El chico del futuroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora