Si a mí me había dolido ver todos esos recuerdos de su vida, ni siquiera podía imaginarme cuánto le dolía a él volver a sentir a esas personas que se habían marchado para siempre. El silencio en la habitación me estaba matando, ambos estábamos torturando nuestras mentes pensando en mil cosas y entre esas cosas, nuestro beso.
Sabía perfectamente que aunque todo lo demás había sido de alguna manera traumático, ninguno de los dos olvidaba ese momento.
Estaba con mi cabeza apoyada sobre sus piernas casi completamente recostada en el suelo, cuando nos sobresaltó el sonido de las llaves en la puerta principal, cuánto tiempo habíamos estado allí? me levanté de golpe y él me miró con los ojos bien abiertos, levantándose también. Tomé al bebé en mis brazos y comencé a mirar desesperada a mi alrededor lo que hizo que se despertara y largara un llanto aturdidor.
-¿Emily? -sentí que el señor Hundson me llamaba desde abajo.
Tomé a Theo del brazo y lo arrastré conmigo y el niño al baño.
-Aquí estoy, cambiándole el pañal a Theo -grité para que me escuchara mientras abría lo más sigilosamente posible la puerta del baño, y sentí cómo Theo el grande reía. Luego sus pisadas se escuchaban por la escalera de madera y me apresuré a buscar un pañal en el placard.
-Ayúdame idiota -le susurré a Theo para que tomara uno- te va a tener que ver, no tenemos otra opción.
Asintió con la cabeza pensándolo bien y tomó un pañal, yo asomé la cabeza por la puerta porque definitivamente no nos daba el tiempo para hacerlo.
-¿Necesitas ayuda? -Me preguntó el señor Hundson ahora terminando de subir los últimos escalones con un poco de esfuerzo.
-No se preocupe, recién vino mi amigo a darme una mano -le sonreí nerviosa- él ama los bebés -sentí un pisotón en mi pie y lo miré mal.
El señor Hundson sonrió como siempre lo hacía y llegó a nosotros, me puse nerviosa por Theo, debía estar conteniendo demasiado las ganas de abrazarlo. Incluso a mí me daban ganas de hacerlo tan solo de la ternura que emanaba.
-Oh, hola querido -tomé las toallitas y el talco de bebés y observé cómo Theo le sonreía en modo de saludo. El llanto comenzaba a calmarse porque mis brazos movían al bebe hacia un lado y hacia el otro lentamente.
-¿Cómo le fue en su mañana de deporte? -le pregunté y rió.
-De hecho sólo caminé un rato, me senté a descansar y volví -se encogió de hombros- pueden irse si quieren, no hay problema.
-Bien, antes le cambiaremos el pañal a Theo.
Volvimos a la habitación y recostamos al pequeño demonio en la cama, ya lo había hecho y hasta habíamos investigado cómo se cambiaba un pañal. Por lo que fue bastante fácil, a pesar de que Theo no hacía más que taparse la nariz por el olor discimuladamente para que su abuelo no lo viera.
Cuando nos fuimos ninguno de los dos habló hasta que cerré la puerta de mi casa y quedamos rodeados del silencio. Volteé. Lo miré y me miró.
-¿Estás enojado? -susurré.
Me miró confundido.
-¿Debería estarlo?
Lo pensé.
-No sé... Pensé que... -me interrumpió.
-Fue un beso, nada más. No pienses más en eso.
¿Nada más? ¿Qué tan malo había sido?
-No me refería a eso -le hablé lo más cortante que pude. Si lo que quería era olvidar el beso, bien, haría como si nunca hubiese sucedido- no sé si recuerdas que antes de eso encontramos unas fotografías...
Analizó todo mi rostro antes de hablar y supe que se dio cuenta de que le estaba hablando peor que nunca.
-No puedo enojarme por eso, tienes razón, no lo pensé en el momento pero sí me afectó ver a esas personas -suspiró y caminó a la cocina, lo seguí a pesar de querer pegarle un puñetazo en la nariz- estuviste bien en detenerme.
Me quedé callada y me senté en el banquete mientras él se servía agua.
-Me parece que el enojado no soy yo... -volteó a verme y se sentó frente a mí con su vaso.
-Yo no estoy enojada -la actuación no era lo mío. Lo miré desafiante pero sus ojos eran muy fuertes para mí, no podía contra esa perfección- ¿Debería estarlo? -repetí las mismas palabras que él me había dicho y alzó las cejas riendo un poco.
-La verdad... No -bebió agua de su vaso. Asentí mordiendome el labio, necesitaba una aguja e hilo para cosérmelos y no decir nada de todo lo que tenía guardado.
Me sentía rara.
Suspiré y después de observarme unos segundos habló.
-Ese hombre es sensacional -me detuve en sus ojos que estaban un poco brillantes. Sonrió -siempre lo fue.
-Me alegra que puedas volver a verlo -susurré- no puedo creer lo bien que salió todo -a pesar de no haber encontrado información de la piedra, había tenido suerte de no tener que separar a Theo de un vergonzoso e inexplicable abrazo a su abuelo, que por suerte no le dio y se pudo controlar.
Asintió.
-Yo no puedo creer cómo le cambiaste el pañal a esa asquerosidad -hizo una mueca con su nariz y reí. Definitivamente era difícil estar enojada con él.
-Te aviso que esa asquerosidad eres tú -largó una carcajada.
-Ahora es cuando dudo si yo soy ese bebé oloroso -se volvió a llevar el vaso a los labios.
-¿Mañana irás conmigo otra vez? -pregunté.
-Sí... Si es que dejamos de discutir alguna vez.
-No opinaré más, sólo te voy a ayudar apartir de ahora a encontrar esa piedra -estaba harta de intentar que se sintiera bien y que él sólo se enojara por eso.
-Sí puedes opinar... -alzó las cejas- nunca dije que no.
-Sí lo hiciste, todas las veces que quise saber si estabas bien o llevarte al psicólogo... -lo miré a los ojos y cuando frunció el ceño quise evitar otra pelea- no importa.
-Es que estoy bien, justamente por eso. Tal vez afronto las cosas diferente a como tú lo harías, intento buscarle el lado bueno y no el lado traumático, porque sino, ya estaría internado en un psiquiátrico -mordí mi labio porque no queria discutir más y mucho menos por el mismo tema de siempre.
-Está bien. Yo lo único que dije es que si precisas ayuda estaré aquí -le robé el vaso de agua y bebí de él dejándolo vacío- no me meteré más.
Bueno, agradecerles de nuevo y disculpas por la demora!!
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El chico del futuro
Novela JuvenilUna persona normal, que a simple vista parece un chico, un estudiante despreocupado; termina siendo alguien enviado desde el futuro.