26. Encuentro con sí mismo

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El martes me desperté con la llamada del señor Hundson diciéndome que aceptaba mi trabajo y que de hecho el miércoles ya podía empezar. Apenas finalizó la llamada Theo y yo comenzamos a saltar de la felicidad como si fueramos millonarios. Nos dedicamos prácticamente todo el día a buscar cosas como qué come un bebe o cuantas veces al día duerme ya que supuestamente debía ser una niñera con experiencia.

El miércoles a las ocho de la mañana desperté con una sonrisa en la cara, todo nos estaba saliendo tan bien que asustaba. Me vestí algo apurada porque ocho treinta debía estar allí, comí algo rápido y salí prácticamente corriendo a mi nuevo trabajo.

Toqué timbre y a los pocos segundos me abrió el señor ya con el abrigo puesto y su maletín en la mano, se me escapó una sonrisa.

-Buen día -me sonrió y me hizo señas para que entrara- pasa, te mostraré todo lo que precisas.

Pasé junto a él y observé el entorno.

-Qué hermosa casa... -me dejó con la boca abierta lo cálida que era.

-Me alegro que te guste, para mi gusto es demasiado grande para mí solo... Pero es bonita -me traía recuerdos de mi abuelo su dulce voz y la forma tan amable de hablar- Aquí está lo principal -rió- él es Theo -me señaló el coche de bebés por lo que me acerqué a él, y al ver al pequeño quedé petrificada.

Sus ojos eran grandes y obviamente azules, muy azules. Miraba todo tan tranquilo mientras jugueteaba con su mantita y el chupón. Se me erizó la piel de saber que ese era el mismo chico que ahora dormía con mi almohada en casa.

-Es hermoso... -susurré sonriendo.

-Y es muy tranquilo, si llora ponlo frente a la televisión o tómalo en brazos un rato.

-Perfecto.

-Te dejé todo a mano hoy, aquí -señaló la mesa- están los pañales y biberón -sonrió- debo irme, serán tres horas.

-Bien, no se preocupe -lo acompañé hasta la puerta.

-Si necesitas algo me llamas -la abrió- vuelvo a las once y media.

Apenas cerré la puerta volví a caminar hacia Theo, era el bebé más hermoso que había visto, aunque tal vez sea porque había visto muy pocos. Pero esos ojos no eran comunes, hasta parecía que tenía el cielo en la mirada.

Descubrí que junto a la televisión había una radio, algo antigua pero que servía para entretenerme en mi nuevo trabajo. Puse algo de música y tomé a Theo en mis brazos, no dejaba de observarme y tomó mi cabello con sus pequeñas manitas. Tenía una sonrisa estúpida en mi cara, amaba los niños y este era especial para mí, definitivamente.

Me moví un poco al ritmo de la lenta melodía mientras lo observaba. Era muy curioso, sus ojos no dejaban de pasearse por todos lados bien abiertos.
Me senté en el sofá aún con Theo en mis brazos jugueteando o más bien tirando de mi cabello, y tomé mi celular para mandarle un mensaje.

Cuando te despiertes ven a la casa del señor Hundson, ya estoy aquí

Supuse que lo despertó el sonido porque a los pocos segundos me contestó.

Ya voy!!!

Luego de unos diez minutos aproximadamente sonó el timbre.

Me paré con cuidado para abrirle la puerta, sus ojos se dirigieron directamente a mis brazos, que sostenían aún al bebé. Miré sus expresiones y noté como no hizo nada más que mirarlo. Estaba como... En shock.

-Theo... Pasa -me hice a un lado y pasó mientras no quitaba su vista de los ojos del pequeño- tranquilízate.

Cerré la puerta y volteé, seguía allí parado.

-Soy yo, Emily... ¿Entiendes lo loco que es esto? -suspiró- Me estoy viendo a mí mismo...

-Lo sé -bajé mi mirada al pequeño que ahora observaba al chico del futuro- es extraño, pero... ¿No es lindo?

Volvió a mirarlo y asintió. Salió una sonrisa de sus labios.

-Sí... Tenían razón, siempre fui hermoso -rió y lo imité- ¿Puedo...?

Asentí y le tomé la mano al bebé para que dejara mi cabello, luego se lo tendí a Theo. Dudoso, y con manos temblorosas, lo tomó en sus brazos.

-No puedo creerlo... -Theo de bebé miraba a Theo de grande, era algo imposible, de película.

-Siéntate -comencé a caminar aún a su lado y con mi mano tomada por el bebé, se la solté para sentarnos.

-Estoy bien, estoy bien -suspiró, se recostó en el respaldo y volvió a mirar al pequeño ahora con una sonrisa en la cara.

-Sé que es difícil todo esto, pero es lo mejor que pudimos hacer para lograr lo que queremos... -asintió de acuerdo conmigo.

-Lo sé, y no es tan malo... -se encogió de hombros- veámosle el lado bueno, pude ver a mi abuelo después de tanto tiempo -le brillaron los ojos y respiró hondo para seguir hablando- y lo estamos ayudando para que tenga este tiempo libre.

Sonreí.

-Me gusta que pienses así, cualquiera podría tomarselo traumáticamente.

Me puse en su lugar y a pesar de que moría de ganas de ver a mis abuelos, el hecho de volver al pasado me torturaría. Haría que me volviera loca.

-Y tengo que agradecerte a ti -subió la mirada a mis ojos y yo la mantuve en los suyos. Sonreí. Azules como los del bebé.

-No sé qué hubiera sido de mis vacaciones sin un tonto que busca una piedra -rió conmigo.

-Hablando de eso, ¿Has visto algo? -negué con la cabeza.

-No, llegué hace un rato y lo único que hice fue observarlo, u observarte, como sea -sonrió.

-No importa, ya no hay tanto apuro si de ahora en adelante vendremos aquí todos los días... -me asustaba saber que iría allí de lunes a viernes como toda una trabajadora, me asustaba más que Theo se fuera y mi vida volviera a ser aburrida como antes.

Se paró del sofá como si tuviera una bomba apunto de estallar en sus brazos.

-Lo dejaré aquí para que duerma -dijo caminando hacia el coche de bebé, reí de imaginarlo como padre, aunque sonaba raro sabiendo que ese niño en realidad era él mismo.

Apenas lo recostó comenzó a llorar, haciéndole que el chupón se le cayera de la boca, me paré de golpe aturdiéndome con sus gritos y ambos quedamos observándolo sin saber que hacer.

Theo me miró con los ojos bien abiertos y ahora lo miré yo a él, alarmados.

-¿Qué le pasa? -me dijo.

-¡No sé! -movía las piernitas como loco y no dejaba de llorar lanzando patadas al aire. Lo tomé en brazos porque capaz que no le gustaba estar ahí, pero seguía dejándonos sordos. Sus ojos estaban más azules que antes de tanto llorar, brillaban como el cielo mismo.

-¿Y si tiene hambre? -tomó el biberón y se acercó a nosotros para ponerselo en su boquita gritona. Pero negaba una y otra vez echando la cabeza hacia atrás.

-Tu abuelo me dijo que si lloraba prendiéramos la televisión -intenté tararear algo mientras lo mecía un poco- Shh...

Theo, -el grande- caminó a la radio para apagarla aunque estaba tan baja la música lenta que ni se sentía, para luego ir hacia gran televisión que había en la sala y la encendió, volteó mirándome con una carcajada atragantada por la canción que estaba tarareando, pero lo ignoré y seguí haciendolo hasta que puso un canal animado.
Volvió a acercarse a mí y al bebé para observarlo llorar como si no hubiera mañana, ahora él comenzó a tararear.

-A dormir, a dormir... -quise aguantarme la risa pero no pude evitar largar una carcajada- no te rías, no sé qué le pasará... - tomó el control remoto y subió el volumen de la voz parlanchina.

Sus bracitos ya no se movían desesperados, comenzó a abrir más sus ojos ispeccionando de dónde venía tal sonido. Seguí moviéndolo a un ritmo lento en mis brazos y se tranquilizó.

Mientras se tranquilizaba nos sentamos de nuevo, y luego de unos minutos cerró sus ojitos, fue como si el cielo se hubiera apagado.

El chico del futuroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora