30. Quién lo entiende

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No todos afrontamos las cosas de la misma manera.

Y tal vez era cierto, y en todo caso la equivocada era yo. Por eso mismo mi ayuda tenía un límite a partir de la última discusión.
Mi límite era entregarle la piedra a Theo y ayudarlo a irse, nada de sentimientos, de ningún tipo, ni nada de consejos. Si él no necesitaba mi aliento, mis palabras personales, bien, todo pasaría a ser como un trabajo para el colegio; cuanto antes se termine y entregue, mejor.

Así que apenas llegó mamá, encerré a Theo en mi habitación y bajé a estar con ella, a hablar de nuestras vidas como si fueran normales, y a cenar una deliciosa pizza. Como siempre le subí a escondidas un par de trozos a Theo y volví a cerrarle la puerta antes de que dijera cualquier cosa con ese ceño fruncido que llevaba. Me puse el pijama y cuando fue suficientemente tarde como para estar pensando y bebiendo agua en la barra de la cocina, me lavé los dientes y entré.

-¿Estás bien? -susurró levantando la cabeza de la almohada. Había tenido la esperanza de que estuviese dormido.

-Claro que sí -apagué la luz y me metí en mi cama dándole la espalda.

-No subiste en todo el día -dijo a susurros. Cerré los ojos estresada, había estado mil y una vez a punto de subir a ver cómo estaba, sin embargo me había contenido.

-Dije que no me metería más en tu vida, ¿No? Y lo dije en serio.

Sentí su suspiro pero ninguna otra palabra, así que me quedé dormida.

El despertador se encargó solito de mi mal humor al otro día. Tal y como me había acostado fue como me desperté, ni siquiera le susurré a Theo que me iba, solamente tomé mi ropa y me dirigí al baño. Desde ese momento en adelante ya no sería como antes, haría mi trabajo, y listo.

Llegué a lo del señor Hundson y apenas se fue por la puerta principal, me tiré a lo bruto en el sofá, mientras el bebé jugaba con su mantita en el coche. El techo al parecer era tan entretenido tanto para él como para mí, porque no dejaba de ser mi punto de vista en los mil pensamientos que pasaban por mi cabeza.

Cuando comenzó a llorar tuve que pararme de golpe y tomarlo en mis brazos, moviendolos lentamente para que se calmara. Pero en vez de eso se aferró a la cadenita que tenía en mi cuello y comenzó a tirar de ella dando patadas.
Caminé a paso rápido hacia la cocina y busqué leche. La calenté en una taza y luego la pasé a un biberón. No tenía nada de experiencia. Si el señor me hubiera visto desesperar en esa situación probablemente ya estaría despedida.

Sin embargo apenas le di el biberón el bebé se calmó, y pude sonreír como una loca.

Me volví a sentar y encendí la televisión.

Me sorprendió cuando Theo tocó el timbre, pero luego recordé que a él lo que le importaba era encontrar la piedra a pesar que estuviésemos peleados.

Así que con las pocas ganas que tenía de pararme lo hice, y me dirigí a la puerta principal.

-Hola -le abrí y caminé hacia dentro dejándolo con la puerta abierta. Me volví a sentar en el sofá y sentí como la cerraba con las llaves a mis espaldas.

Luego sus pasos... Y su suspiro a mi lado.

-¿Cómo va todo? -se recostó apenas en el respaldo y volteé a mirarlo. Estaba sentado como quien visita a algún desconocido y tiene verguenza de hasta moverse. Sus manos estaban sobre sus piernas con los dedos enlazados.

-Bien -sonreí un poco- hace un rato estuvo llorando como loco, pero sólo tenía hambre -asintió.

-Escucha... -cerró los ojos unos segundos suspirando y luego los abrió. De nuevo se me erizó la piel con su color- te he agradecido un montón de veces por todo lo que haz hecho y estás haciendo por mi... -lo interrumpí.

-Lo entiendo, Theo.

-...no quiero que te enojes.

-No estoy enojada.

Ni siquiera sabía qué era lo que me pasaba. Simplemente era difícil tratarlo como a nada siendo que habíamos pasado días enteros juntos, hasta dormíamos en la misma habitación y no podía hacer de un segundo a otro que no me importaba cómo le afectaban las cosas.

Pero eso era lo que él quería.

Sonrió.

-Bien -volteó a ver al bebé que dormía plácidamente, sonrió- siento que estoy loco... -se paró y agachó su rostro cerca del pequeño, luego acercó su dedo índice y le acarició suavemente la mejilla- que todo esto son alucinaciones mías... Pero no podemos estar los dos locos, ¿no?

Reí.

-No estás loco.

-O también eres una alucinación -negué con la cabeza riendo y me imitó. Se volvió a sentar.

-Las cosas imposibles al parecer pueden suceder -le recordé- sino, mira donde estoy, trabajando -largó una carcajada- yo, Emily Clayton, trabajando.

-Quién lo diría -rió, y con esa hermosa risa de ojos achinados nació mi seriedad. Detuve mi risa y volteé la mirada. Me había dicho a mí misma que nada de relaciones, ni amistades, ni nada, y me estaba riendo con él.

Hubo un silencio porque él notó que algo ocurría. Sin embargo ninguno dijo nada.

-Busquemos tu piedra -le dije al fin y asintió desconcertado.

Subimos las escaleras con el bebé en mis brazos y caminamos hasta el fondo donde estaba la habitación que ya habíamos revisado. Entramos a una pequeña habitación que había frente a esta.

Tenía olor a viejo. Había una cama de una plaza antigua y un montón de objetos por todos lados. Suspiré estresada porque sabía que ese lugar estaba lleno de recuerdos.

-Quédate mirando si quieres, yo voy abajo -volteé para ir hacia las escaleras pero me detuvo con su brazo.

-¿Por qué? Quédate, puedes ayudarme.

Sus ojos me estaban hinoptizando, tanto que me los quedé mirando unos cuantos segundos hasta que reaccioné. ¿Quién mierda lo entendía? O quería que no me metiera en su vida o que lo ayudara a meterme en las cosas de su abuelo. Le fruncí el ceño pero igualmente asentí con la cabeza. Yo sí quería ayudarlo y si él me lo decía no tenía por qué irme.

Así que ambos entramos y empezamos a ver las grandes repisas que había en las paredes, algunas con grandes trofeos, y un portaretrato que llamó mi atención. Esa habitación había sido de su padre.

Bueno gracias por leer a los poquitos que son!! Cuentenme qué les parece asi subo mas rápido los capitulos

El chico del futuroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora