23. Entrando

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Cuando levantamos las cosas de la mesa, subí las escaleras junto a Theo, quien se encontraba bastante callado. Cerré la puerta de mi habitación y me dirigí a la ventana para ver lo poco que alcanzaba de la casa de el señor Hundson.

-¿En qué piensas? -me harté de su silencio tan raro por lo que le pregunté aún con los ojos pegados al vidrio.

-En todo, en realidad -volteé y se recostó en mi cama mirando el techo.

-¿Y eso es...? -quería que por una vez se expresara bien.

Demoró unos segundos en contestar.

-¿Y si no hay manera de volver? ¿Si sale mal? -eran incontables las veces que yo había pensado lo mismo, millones, no podía negarlo.

-No lo creo... -no tenía qué decir, realmente.

-Podríamos estar meses para encontrar la piedra -me miró y noté que en serio quería volver, que lo necesitaba, y me hizo sentir como si tuviera su vida en mis manos, como si todo dependiera de mí.

-Theo -me acerqué a él y me paré a su lado mientras aún me miraba acostado. Crucé mis brazos- podrías estar meses, sí, años incluso, para lograrlo, pero debemos hacerlo. Si no lo intentamos, podrías estar toda tu vida recriminándotelo.

Paseó sus ojos por el techo de nuevo.

-Ya me estoy recriminando a mí mismo por la estupidez de la piedra, no tendría que haber tocado nada.

Suspiré.

-Vamos a encontrarla -quise sonar segura porque en realidad era difícil de creer hasta para mí. Asintió a pesar de que él no lo creía así.

-¿Qué pretendes hacer? -preguntó.

Me encogí de hombros.

-No sé, entrar a la casa, algo. No sabemos cómo es por dentro, ni por donde podemos entrar...

-Vivía con las ventanas de la cocina abiertas, todo el verano básicamente -sonrió un poco. Era muy difícil querer ayudar sin tener la necesidad de saber más sobre él, no podía no imaginarme cómo era su vida en el futuro, cómo había sido su abuelo con él ya que lo amaba tanto, y sobre todo era imposible dejar de preguntarme si la familia buscaba a Theo.

-Bien -me senté a su lado y me observó. Lo observé también.- entonces buscaremos la cocina -sonreí.

Cerró sus ojos y suspiró. Tragué saliva porque sabía que estábamos en algo delicado para él.

-¿Prefieres quedarte? -no podía creer cómo me estaba ofreciendo para hacerlo sola y arriesgarme a ir a la cárcel por entrar a la casa. De nuevo quería ser una mala persona.

Negó con la cabeza y debo admitir que sentí un enorme alivio.

-Iré, pero ¿pretendes entrar cuando esté él en la casa? -me preguntó. Lo pensé.

-Supongo que cuando sale no deja la ventana abierta...

-Podemos fijarnos, porque sí lo hacía.

-¿No se daba cuenta que podían robarle? ¿O entrar a su casa para volver al futuro? -reímos.

Se sentó y luego de desperezarse dirigió su mirada a la mía, estando a punto de sonreír.

-Vamos... -me levanté cuando él lo hizo y volví mi mirada a la ventana, su auto no estaba pero eso no significaba nada. Yo en realidad no conocía casi nada de ese señor y no podía afirmar cosas sin dudar aunque sea un poco.
Bajamos y luego de avisarle a mamá que supuestamente iríamos a lo de Melanie, salimos al calor insoportable del verano.

-Si por alguna razón alguien nos ve, ¿qué decimos? -se oía nervioso mientras caminábamos hacia la esquina. Lo miré burlona.

-¿Tienes miedo, querido Theo? -se rió.

-¡Claro que sí!

-Yo también -solté una carcajada- no sé, podríamos decir que somos nietos de él, no estaríamos mintiendo del todo -me miró incrédulo- ¿Qué?

-Nadie, en ninguna circunstancia, creería esa ridiculez. Los vecinos lo conocen -me ponía nerviosa pensar en las consecuencias que podría tener ser descubiertos en su casa.

-Bueno, entonces... -pensé mirando mis pies mientras nos acercábamos cada vez más.- se nos fue la pelota para su patio... -rió.- ¡Inventa algo tú, genio!

Se mordió el labio y negó con la cabeza riendo. Ya estábamos llegando a la casa de al lado a la del señor Hundson. Ambos hicimos silencio mientras pasábamos a la siguiente, metiéndonos por el costado derecho. Mi corazón no dejaba de latir como loco. Lo único que se sentía eran nuestras cuidadosas pisadas por el césped. Mis ojos no dejaban de pasearse por cada milímetro de la casa, salteamos varias ventanas corroborando que no había nadie dentro, y llegamos a la ventana en el fondo de la casa a la derecha, que al dirigir nuestros ojos a través de ella se veía claramente la cocina desierta.

Nos miramos y supe que él estaba igual que yo, deseando volver. Irnos de allí y dejar todo para otro momento. Pero era perfecto, la casa estaba sola, ya estábamos frente a la maldita ventana, y que por cierto, estaba abierta.

No era muy grande, y estaba algo alta al nivel del suelo, pero Theo luego de respirar hondo un par de veces, se animó trepar para luego ayudarme a entrar.

Había un olor a casa ajena, sentía ese presentimiento de estar haciendo algo que no se debe. Pero sí que debíamos hacerlo. Observé toda la cocina en la cual había una barra y unos banquetes, unos platos con algo de comida sobre ella, un periódico, y nada raro. Le hice señas a Theo para que me siguiera por el umbral de la cocina hacia lo que suponía que sería la sala. Y acerté al asomar la cabeza y verla también vacía. Los sillones negros con almohadones blancos estaban totalmente vacíos. Respiré mejor.

Volteé a buscar a Theo y me di cuenta que estaba fijamente mirando unas fotografías que estaban enmarcadas sobre la mesa pequeña frente a los sofas. Me acerqué a él y noté que era su abuelo y dos hombres jóvenes.

-Son mi padre y mi tío... -susurró apenas siendo audible. Odiaba esa situación, sabía que todo le dolía. Intenté darle una sonrisa tranquilizadora mientras frotaba su espalda- estoy bien -dejó las fotos donde estaban y se dirigió a los cajones de esa misma mesa.

-Cualquier papel que encuentres, léelo -no creía que algo tan importante como escrituras sobre una piedra que te lleva al futuro estuvieran en esa mesa en el centro de la sala, pero no podía obviarlo. Los abrió y lo único que había eran cigarrillos y unas lapiceras.

Sentimos ruidos. De un auto precisamente. Se me heló la sangre. Quedamos duros en nuestros lugares y nos miramos con los ojos abiertos de sorpresa. Theo cerró el cajón reaccionando y me tomó del brazo mientras me empujaba a la cocina. Se sentían voces acercándose a la puerta, y llantos. Llantos de bebé.

Ahora el que se detuvo fue él.

-¿Theo qué haces? -sus ojos estaban en la puerta. La cual estaba a punto de ser abierta.

-Ese soy yo, ese bebé... Tengo que ser yo -sentí como cada centímentro de mi piel se erizaba. Ahora me quedé en shock yo, era increíble que él estuviera frente a sí mismo de niño, que solamente una puerta los separara. Caí en la realidad de que en pocos segundos nos llevarían a la cárcel por estar ahí. Y decidí golpearlo en la cara. Lo golpeé tan fuerte con mi palma que me miró mal.

-Vamos, ¡ahora! -lo empujé y comenzamos a correr a la cocina. Las llaves abriendo la puerta retumbaron por toda la casa mientras Theo saltaba por la ventana. Luego lo hice yo. Nos fuimos igual a como llegamos, despacio y esquivando las ventanas, a pesar de tener el corazón latiendo a mil por hora.

El chico del futuroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora