Cuando sentí el grito de mamá para cenar dejé la computadora en mi escritorio y vi como Theo abría sus ojos de la pequeña siesta que había tomado.
-Ya vuelvo -le susurré.
Bajé las escaleras con muchísima hambre, no habíamos comido nada en todo el día. Y me imaginé que Theo estaría igual. Ver que había en el centro de la mesa un plato lleno de empanadas me alegró el día y la vida entera.
Me senté frente a ella y tomé una.
-Hoy fue un día agotador -suspiró dandole un mordizco a la suya.
-¿Por qué? -estaban deliciosas.
-Tuve como un millón de pacientes -bebió agua.- y salí más tarde.
Deseaba nunca trabajar y ser estudiante toda mi vida, en la que siempre tuviera mis meses de vacaciones y la tarde en casa. Pero la gente crecía y lamentablemente a mí también me tocaba hacerlo.
-¿No tuviste nada raro? -amaba escuchar las historias de mamá, siempre tenía algún paciente con algún caso en especial, o en su hospital sucedía algo inusual que terminaba siendo nuestra charla en las cenas.
-Nop, día aburrido -rió y aprecié su sonrisa. Siempre tan sonriente a pesar de todo. ¿Cómo hacía?
-Te quedaron deliciosas -dije dándole un mordizco a la segunda. Asintió con la boca llena.
-Comería todas -reímos.
Papá se había ido hacía muchos años, ya estábamos bien con el tema, pero mamá se había convertido en esa persona que sientes que tienes que cuidar como a tu vida, que sientes que necesitas hacerla sentir bien porque por dentro aún sigue débil, aún está un poco rota. Aunque no lo diga. Y aprendimos a vivir así, solas, aunque ahora con la ayuda de Fernando, que por cierto es una gran persona para ella, pero que nos costó muchísimo encariñarnos con alguien después de papá. Luego de tantos años, sin darnos cuenta lo hicimos, y se la puede ver riendo y siendo como siempre lo fue.
-La última -prometí al tomar la tercera, aunque sabía que no podría resistirme a otra más.
-La última -me imitó y reímos con la boca llena.
Al terminar me propongo para limpiar todo y le digo a mamá que suba.
Mientras enjuago los platos pienso en cómo podría subirle comida a Theo, cada vez se complicaban más las cosas. No podía hacer que durmiera en la calle, ni que no comiera o se bañara, pero estaba realmente complicado esconderlo en casa.Luego tomé un plato con cuatro empanadas y un vaso de agua. Subí las escaleras lo más rápido que pude y me metí en mi habitación.
-Qué delicia -se sentó de golpe y sonreí dándole su cena.
Salí de nuevo de la habitación y me dirigí a la de mamá, quien se estaba poniendo su pijama floreado.
-Buenas noches -le sonreí y le di un abrazo.
-Que descanses linda -besó mi frente y vi como doblaba su ropa, sin embargo yo era tan desordenada...
Me fui nuevamente a mi habitación, donde Theo devoraba como un caníval.
-Tienes suerte de que mamá haga tanta comida -reí y me senté a su lado.
-Amo a tu mamá -dijo con la boca llena. Yo también la amaba.
Lo miré con una sonrisa, tuve ganas de preguntarle sobre su mamá, cómo era, si cocinaba cosas ricas, si era tan fuerte como lo era la mía y si le decía seguido lo mucho que la quería. Pero me detuve antes de que cualquier palabra saliera de mis labios porque no podía tratar ese tema.
Saqué su cama de nuevo y me recosté en ella. Estaba dispuesta a dormirme siquiera sin ponerme el pijama. Estaba exausta, a pesar de no haber hecho nada y de estar en vacaciones.
-¿Mañana podemos volver a verlo? -me susurró y abrí mis ojos para verlo beber agua.
Sabía que volvería tarde o temprano con el tema de su abuelo y los recuerdos de esa mañana al verlo salir de su casa me llegaron a la mente.
-No creo que sea buena idea...
-Oh vamos, ¿es en serio? -alzó sus cejas.
-Theo, no es bueno para tí verlo -susurré porque sabía que mis palabras le caerían muy mal.
-Fue raro... Nada más -lo único que quería era volver a verlo, y yo entendía que lo extrañaba más que a nada. Si tuviera la oportunidad de ver a mi abuelo sabía que haría lo mismo en su lugar. Pero estábamos jugando con fuego. Porque, vamos... Estaba en otra dimensión y viendo a su abuelo muerto.
-Lo sé, pero me parece que necesitas tiempo para asimilarlo -si íbamos de nuevo querría hablarle como esa mañana o abrazarlo y no podría detenerlo. Necesitaba hacer que él entendiera la situación en la que nos encontrábamos.
Sus ojos pasearon prácticamente por toda la habitación y supe que estaba peleando consigo mismo. Asintió lentamente y luego me miró.
La sonrisa a medias que hizo me partió el alma.
Se la devolví y cerré mis ojos.
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El chico del futuro
Ficção AdolescenteUna persona normal, que a simple vista parece un chico, un estudiante despreocupado; termina siendo alguien enviado desde el futuro.