Te protegeré

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NATASHA

Su mente ya había ideado todas las formas de escapar de ahí, y lo peor es que no encontraba ni una posibilidad.

La fuerte soga con la que era sujetada de pies y manos le estaba dificultando la circulación, tanto que ya sentía sus extremidades adormiladas y adoloridas.

Todos los días iba un guardia a dejarle una bandeja de comida. Al parecer Vlademir no la quería del todo muerta.

Uno de esos días el jefe de Hydra fue personalmente a verla.

—Mirate, pobre niñita. Ya pronto saldrás de aquí.—el hombre se sentó en una frágil silla de madera.

—¿De qué está hablando?—inquirió la pelirroja, viéndose segura.

—La venganza contra el Capitán esta casi consumada, todo acabará en menos de lo que te imaginas.

Natasha pudo apreciar el resentimiento de aquellas palabras.

—¿Y por qué estás haciendo esto?¿Qué te hizo Rogers?—preguntó analítica.

—Buen punto.—ve al hombre aclarar su garganta.—Pero para evitar contar la historia dos veces, te concederé el honor de presenciar aquel suceso.—sonrió con malicia.

—¿Qué vas a hacerles a mis amigos? ¿Para qué necesitas a Tony?—volvió a preguntar con insistencia.

Vlademir se acercó a ella y le palmeó la cabeza.

—Ya lo verás.—el tono frío con lo que dijo aquello hizo a Natasha retroceder.

Vlademir la dejó de nuevo sola.

Odiaba estar así.

Extrañaba a Clint, a sus amigos. Y ahora tenía el pendiente de lo que podrían sufrir Steve y Tony.

No lo permitiré.

No lastimará a mis amigos.

Tenía miedo, pero claro estaba que con el miedo no lograría nada.

Todo el día se mantuvo tratando de cortar la soga de sus pies con uno de los barrotes. La cuerda era gruesa, pero había la posibilidad de que se rompiera.

Después de mucho forcejear e incluso lastimarse lo consiguió.

Con un sujetador de cabello y un poco más de ingenio logró abrir la cerradura.

Noqueó al primer guardia con el que se topó con esa típica forma de lanzarseles al cuello para después dejarlos inconsientes. Se llevó el arma que portaba.

A lo lejos del interminable pasillo distinguió una luz entre las penumbras.
En lo que seguía corriendo hacia una posible salida, sintió un horrible ardor en su pierna.

Le habían disparado.

Pese a eso y con el dolor calandole hasta el alma, siguió tratando de llegar a la luz.
Se iba agarrando la herida pues cada que caminaba el dolor aumentaba.

Sharon estaba esperándola al llegar.

—¿Creíste que escaparías?—se burló y dándole una fuerte patada en el estómago la pelirroja cayó jadeando.

—N-no... No lo.. H-hagas...por favor...—imploró a la rubia con dificultad.

—Lo siento, Nat. —cerró las puertas.—¡Llevenla de nuevo a su celda y ponganle las esposas electromagnéticas!—ordenó a los soldados.

I Hate You, I Love You (En Edición) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora