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Desafortunadamente todo lo bueno debe de terminar y si, me refiero a Alan. Ahora heme aquí estresada por los exámenes.

― Diana, en serio debes tranquilizarte ―dijo Bryan mientras me veía poner varias cucharadas de azúcar a mi café.

― Bryan ―lo miré con desaprobación―, no tienes idea de lo que las matemáticas son para mí.

― No te quejes ―me quitó el vaso de unicel y salió de la cafetería para tirar el líquido en la tierra. Después echó el vaso a uno de los contenedores en donde se leía plástico―, en mi carrera hay materias más complejas.

― Que te digo, tienes materias que ni siquiera soy capaz de poder pronunciar ―admití―. ¡Como sea! ¡Matemáticas es como...como...!

― ¿Como qué?

― Como encontrar una aguja en un pajar ¡ajá!

― Creo que estás sobreactuando.

― Sí, tal vez un poco ―asentí.

― Anda, ve allá y acaba con ese examen porque dentro de una semana estaremos en Valle disfrutando de nuestros amigos ―sonrió ampliamente y me empujó suavemente hacia las escaleras que llevaban a mi salón.

Entré con la esperanza de que el profesor no se presentara pero para mí mala suerte, venía justo detrás de mí.

― Hola, Diana ―saludó Eri cuando me senté a su lado―. ¿Nerviosa?

― No ayudas ―la miré mal y ella sonrió.

― Te irá bien, descuida.

Los exámenes no tardaron en llegar hasta nosotras. Mi fin era este.

Había números y letras en toda la hoja y mis nervios comenzaban a traicionarme. Intente tranquilizarme y lo logré.

― ¿Cómo le fue a la enana más enana de los enanos? ―dijo Bryan apenas salí.

― Que linda, Kim.

― Ja ―hizo un mohín.

― Me fue bien, creo.

Bryan alzó sus pulgares en alto y luego fuimos a la cafetería.

― En serio no tengo hambre ―dije después de que Bryan me preguntara unas mil veces que quería comer.

― Vas a morir ―me miró mal.

― ¿Por no comer una vez?

― Te vas a arrepentir de esto.

Y ¿les digo algo? Lo hice. Me arrepentí de no haber aceptado la oferta de comida porque la siguiente hora mi estómago estuvo haciendo ruidos extraños y llamando la atención de algunos de mis compañeros.

― ¿Comiste? ―preguntó Eri inclinándose hacia mí.

― No ―hice un puchero. Era mi culpa. Lo admito.

Además, ¿en qué estaba pensando cuando rechacé  la comida que me ofrecía?

Alan el chico de la malteada

Tengo hambre ☹️ 12:45 P.M

Come algo. 12:46 P.M

Y no molestes, estoy en clase. 12:46 P.M

Qué grosero. 12:47 P.M

Dejé el teléfono de lado y decidí prestar atención a los últimos diez minutos de clase. Genial.

― ¿Te acompaño por algo de comer? ―preguntó Eri levantándose de su asiento.

― ¿Lo harías? ―levanté la cabeza ya que estaba recostada sobre la banca.

No Angel | Alan Navarro |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora