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Había pasado una semana desde que Diana había venido a hablar conmigo.

Le conté a Karen lo sucedido y me dijo que era momento de volver a los viejos tiempos.

Sabía muy bien a qué se refería así que aquí estaba saliendo de mi habitación.

― Vuelvo en un rato, Karen ―dije agarrando las llaves del auto y las de la casa.

― ¿A dónde vas? ―preguntó saliendo de la cocina.

― ¿A dónde crees?

― Oh ―dijo en voz baja―. Vete con cuidado y más tarde me cuentas como te fue ―me limité a asentir y luego salí de la casa.

Dejé mi chamarra en la parte de atrás del auto y luego subí al auto.

El camino se me hizo eterno. Hacía tanto tiempo que no venía a este lugar y había olvidado que se hacía tanto tráfico.

Cuando llegué al edificio, entré al estacionamiento y después de salir del auto me dirigí al elevador.

― ¿A qué piso? ―preguntó un señor que se había subido después de mí.

― Ocho.

El señor presionó el botón ocho y el diez.

La música del ascensor hizo que el trayecto fuese corto.

― Con permiso ―dije y el señor frente a mí se hizo a un lado.

Caminé hacia donde se encontraba la recepción.

― Buenas tardes ―sonreí a la señora detrás del escritorio―, el lunes llamé para hacer una cita.

― Tu nombre, cariño ―me sonrió y me miró cálidamente.

― Alan Navarro.

― Alan ―dijo pasando su dedo sobre los nombres que estaban anotados en la agenda―. Sí, aquí estás ―sonrió―. Pasa.

Antes de entrar toqué dos veces.

― Adelante.

― Hola, doctora ―dije cerrando la puerta tras de mí.

― Alan, qué gusto verte ―sonrió y me hizo una seña para que tomara asiento en la silla frente a ella―. Cuéntame, ¿cómo has estado? Hace tanto que no te veía.

― Lo sé, y estoy bien ―hice una pausa―. Bueno, no tan bien.

― ¿Quieres contarme?

― A eso vine.

Adriana había sido mi psicóloga desde que tenía seis años. Estuve viniendo con ella alrededor de un año y medio y después dejé de hacerlo. Un par de años después la visité nuevamente pero con menos frecuencia y así, poco a poco dejé de venir.

Comencé a platicarle desde que conocí a Diana ese día que derramó su bebida sobre mí hasta lo que me había dicho la otra noche en Valle de Bravo.

― ¿Y qué pasó?

― Nada ―respondí.

― ¿A qué te refieres Alan?

― La he estado evitando desde ese día ―me encogí de hombros―. El otro día fue a hablar conmigo y prácticamente me dijo que era el final de eso que teníamos.

Adriana me miró y se acomodó en su silla.

― Y ¿qué era eso que tenían?

― No lo sé. No éramos una pareja formal.

No Angel | Alan Navarro |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora