Epílogo

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― ¡Bryan! ―exclamé tambaleándome sobre los patines. Mi amigo se limitó a soltar una sonora carcajada y se alejó de mí.

Genial, ahora estaba en medio de la pista de hielo sin saber qué hacer.

Torpemente patiné hacia la orilla pero me era un poco difícil ya que los que sí lograban mantener el equilibrio pasaban rápidamente frente a mí.

― Qué nena ―dijo Bryan llegando a mi lado y ayudándome a llegar a la orilla.

― Sabes bien que patinar sobre hielo jamás ha sido algo en lo que sea muy buena ―lo miré mal y me agarré de la barra de metal.

― Oye, si vas a acompañarme a hacer las compras navideñas ¿no? ―asentí―. Genial.

El resto de la hora que teníamos para estar en la pista, estuve tambaleándome, cayéndome y siendo empujada por tanta gente.

― A ver cuando te vuelvo a decir que sí para venir a patinar ―me quejé sacándome los patines.

― Es sencillo ―dijo―, solo que tú te complicas las cosas.

― Como sea ―me encogí de hombros y me puse mis tenis―. ¿A dónde iremos a comprar los regalos?

― Aquí mismo, en la plaza ―sonrió y me extendió la mano para que le diera mis patines. Se acercó al chico del mostrador y se los entregó―. Aún no sé qué comprar. Casi todos los regalos con para chicas.

― Tenías que ser Bryan ―negué con la cabeza y puse los ojos en blanco.

― Gracias, creo ―frunció el ceño.

Jalé a Bryan de la mano e hice que entrara conmigo a la primera tienda que nos encontramos saliendo de la pista.

― A ver, tu buscas algo en el área de joyería y yo voy a ver la ropa de invierno.

― Uy, así que chiste ―hizo un mohín―. Seguramente buscarás ropa para ti mientras yo veo un montón de pulseras para chica.

― No, tonto ―le pegué suavemente en el brazo―. Anda, ve.

Esperé a que Bryan se acercara al área de joyería porque conociéndolo, sabía que si no me esperaba hasta verlo ahí, seguramente se iría a otro lugar.

Caminé al área de chicas y comencé a ver toda la ropa de temporada que había.

― Wow ―susurré.

Fui a ver los abrigos pero ninguno me convenció. La verdad es que todos eran muy grandes y feos, muy feos. Después fui a ver los suéteres y un par de éstos llamaron mi atención así que los agarré.

Por último, me acerqué a ver a una mesita en donde tenían unos guantes de estambre con motivos navideños y otros que simplemente era de un solo color pero que tenían en la punta un plastiquito para cuando agarrara el celular, no tuviera que quitarse los guantes. Increíble.

Estiré mi mano para agarrar un último par de guantes grises cuando alguien más también los tomó.

― Oye, yo...

Me callé en cuanto vi quien estaba sosteniendo los guantes.

Había pasado un año y medio desde que había ido a casa de Alan, y aunque suene increíble, desde entonces no lo veía.

Es cierto que ambos asistíamos a la misma escuela pero había evitado a toda costa ir a su facultad. Ni siquiera acompañaba a Eri para que fuese a ver a Rod y todo había ido de maravilla porque no lo había vuelto a ver pero ¡oh! Tenía que encontrármelo justo hoy: víspera de Navidad.

No Angel | Alan Navarro |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora