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Por fin el viernes había llegado y yo no podía sentirme mejor. Toda la semana habíamos estado con muchos trabajos y tareas y realmente necesitaba un descanso.

― ¿Qué quieres hacer hoy pequeña Merlina? ―preguntó Bryan rodeando mis hombros con su brazo izquierdo.

― Descansar ―solté fatigada.

― ¿En serio? ―se detuvo en seco y me miró.

― Sí, pero vayamos por un helado o algo así ―sonreí y él hizo lo mismo.

Caminamos hacia su facultad ya que ahí se encontraba su auto. Abrió la puerta de copiloto para mí.

― Siempre tan caballeroso ―dije llevándome mi mano derecha a la altura del corazón y suspirando.

― Ya sé que no te gusto, no finjas.

Ambos soltamos un par de risas y después de entrar al auto Bryan lo puso en marcha y condujo hasta el centro comercial más cercano.

El camino había sido tranquilo mientras escuchábamos música tranquila. Entró al estacionamiento y cuando nos bajamos nos dirigimos al área de comida.

― Oye, hoy habrá una fiesta en casa de Alan.

Uh, ya va empezar.

― Ajá ―dije alentándolo a seguir.

― ¿Me acompañas? ―preguntó deteniéndose frente a una de las mesas del área de comida.

Ni si quiera me lo tenía que pensar dos veces. La respuesta era un «sí». Últimamente todo lo que involucraba a Alan era «sí».

― Claro ―sonreí.

― Genial. Siéntate, yo iré por los helados ―señaló la silla y luego el establecimiento de helados― ¿Choco menta? ―asentí.

Vi a Bryan alejarse y cuando lo vi pidiendo los helados, sonreí. Realmente amo a mi mejor amigo.

Saqué mi teléfono de la bolsa trasera de mi pantalón y entré a Whatsapp.

Alan el chico de la malteada

Así que tendrás una fiesta esta noche. 2:49 P.M

Así es. Espero verte aquí, le pedí a Bryan que te diejera. 2:50 P.M

Dijera 2:50 P.M

También espero verte ahí. 2:50 P.M

Es mi fiesta, genio. Seguro me verás. 2:50 P.M

Tonto. 2:51 P.M

Cuando vi a Bryan acercándose a la mesa con los dos conos de helado guardé el teléfono.

― ¿Con quién hablabas? ―preguntó coqueto―. Seguro era Alan, sonreías como tonta.

― ¡Que te pasa! ―exclamé y golpeé su brazo ligeramente.

― Sólo digo la verdad ―se encogió de hombros y se sentó en la silla frente a mí.

― ¿Crees que pueda invitar a alguien?

― ¿A quién?

― A un amigo ―puse los ojos en blanco y luego metí un poco de helado a mi boca.

― ¿Le darás celos a Alan? No te creía capaz de eso, Diana.

― Eres un tarado ―nuevamente puse los ojos en blanco―. Quiero invitar al chico de la cafetería que está cerca de tu casa.

No Angel | Alan Navarro |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora