Capítulo 38: Time and Touch

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La correa tintinó cuando el pastor alemán de Annabeth se detuvo para olfatear un buzón. Annabeth desaceleró el paso y esperó pacientemente. La brisa del verano movía el césped recién cortado de la acera, haciendo que le picara en los tobillos desnudos mientras pasaba a su lado. El sol había salido, cálido como siempre, contrastando con el azul del cielo. Inclinó la barbilla hacia éste y cerró los ojos. El sol dejó una huello detrás de sus párpado, haciéndola ver una mancha oscura cuando los volvió a abrir.

Habían pasado sólo unos meses desde que Annabeth había dejado la Academia Bolt, pero había pasado el tiempo suficiente para que su cabello comenzara a crecer de nuevo- todavía corto pero lo suficiente como para detenerlo detrás de sus orejas. Después de haber llegado a la casa de su padre, de pie frente a la puerta, atormentada por la culpa y la vergüenza, tuvo que explicarle todo y fue más allá de lo insoportable, pero recordar todo para contarlo lo fue doble. A la par, sentía que iba a enterrarla viva, lo cual hizo- rápido y sin parpadear- sin embargo, él sabia que podía haber sido más duro con ella. Quizás se había dado cuenta de que se estaba castigando a sí misma, más de lo que él jamás podría. Ser enterrada no parecía ser nada en comparación.

El tiempo que Annabeth había pasado en Bolt se sentía como un sueño. O mejor dicho, el tiempo después de dejar Bolt se sentía como una pesadilla, una de la cual tenía esperanza de despertar y encontrarse de nuevo en su cama, entre los brazos de Percy. Columbia, la graduación, Percy- se había deslizado a través de sus dedos. Y ella fue quien los había soltado. Por suerte, la noticia de su transgresión no había llegado a los periódicos. Era probable que Bolt no quisiera la publicidad negativa. Una chica ¿En sus instalaciones de élite? La audacia.

El tiempo que pasó en San Francisco con su padre durante todo el verano se sintió como en prisión. La indulgencia de su padre, tal vez sintiendo algo de culpa o simpatía por su parte, le permitió hacer todo lo que normalmente haría en verano, pero rara vez se tomó la oportunidad.

Usualmente se encontraría en la biblioteca eligiendo un libro para leer en la playa más tarde ese día, o salir a correr por las colinas, o trabajando turnos interminables en el café local para ahorrar para la universidad... universidad que nunca llegaría. Ni siquiera tenia un diploma de la preparatoria. Se había reprimido a si misma, no quería hacer ninguna de esas cosas. Apenas salía de su casa, incluso cuando su padre le preguntaba sutilmente si quería ir a ver una película o ir de compras, una simple excusa para que se pusiera otra cosa que no fuera su pijama.

La comida perdió su atractivo, dormir se convirtió en una carga, la ducha era una excusa para ahogar sus pensamientos y verlos girar por el desagüe. Dentro de su cabeza todo estaba en silencio. Era difícil creer que alguna vez había sido muy diferente. Una vez llena de ideas e inspiración, ahora su voz interior estaba en silencio. No pensó demasiado mientras los días pasaban. El tiempo tenía poco sentido. Simplemente existía en un cuerpo.

Finalmente salió de casa después de que su perro no dejara de lanzarle miradas anhelantes, súplicas silenciosas para ir a dar un paseo. Se convirtió en una pequeña rutina, un momento en que podía pasear sin tener que sofocarse dentro de las paredes de la casa de su padre. Sus pies seguían al perro y su mente se iba a la deriva sin ataduras. Caminó en círculos por el vecindario, tomando notas del mundo que se movía a su alrededor. Los niños jugaban a menudo con los aspersores, parejas de ancianos arreglaban sus jardines, los perros ladraban para saludar al que estaba al extremo de su correa y ella nunca se sentía parte del panorama. Era una persona ajena,alguien que mira detrás de sus propios ojos. La gente en la calle haría lo que normalmente hacen los vecinos, saludarla cuando pasaba y ella le devolvía el saludo, pero se sentía vacío. No pertenecía a ese lugar.

I Got a BoyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora