Wake me up when september ends.

42 1 0
                                    

Kathia

Algunas semanas después...

Estoy más a gusto aquí que en el hospital. Mi mama se pasa la mitad del día conmigo y la otra mitad trabajando. Creo que e subido como 5 kilos desde que llegue a mi casa. Lo único que hago es comer, ver películas o series por internet y dormir.

Jonathan no sé a pasado por aquí y Carlos tampoco. No es como que los extrañe mucho y de verdad agradezco que no se hayan aparecido por aquí, no tengo ánimos ni fuerza para hablar o discutir con ellos.

Hoy es sábado, ya es una semana desde que regresé a mi casa. Mi mama salió un rato de la casa así que estoy sola, viendo crepúsculo por milésima vez con un tazón lleno de palomitas.

Estoy viendo la parte donde están jugando Béisbol, cuando escucho que alguien toca la puerta.

—Un momento —digo mientras le pongo pausa a la película y dejó las palomitas a un lado. Tomó mis muletas que están a poca distancia de mí y me levanto. Vuelven a tocar—. Un momento —repito cuando trato de llegar a la puerta.

Abro la puerta y aparece un rostro familiar. Tiene los ojos color miel, y tiene unos labios delgados. Lleva el pelo demasiado corto, tipo militar. Tiene una camisa blanca ajustada y se le ve que hace ejercicio por cómo se le ajusta al cuerpo, tiene un pantalón de mezclilla y unos tenis.

—Hola Marco, hace mucho que no te veía —digo y me hago a un lado para que pase.

—Hola —Me mira de arriba a abajo—, ¿estás bien? —dice preocupado mientras pasa a un lado mío.

—Si, si, tuve un accidente en moto, pero ya estoy mejor —Caminamos al sillón y me ayuda a sentarme—, perdona el desorden.

—No, no te apures, te entiendo —Se sienta junto a mí y me muestra una amplia sonrisa como lo hacía hace a tan solo unos meses.

Marco es hermano de uno de mis ex compañeros de la secundaria. Es un año mayor que yo y siempre fuimos buenos amigos. Recuerdo que era novio de una de mis amigas, pero antes de que saliéramos de la secundaria terminaron. Recuerdo que me gustaba, pero nunca se lo dije a alguien porque la regla de oro entre mis amigas y yo es no interesarse por los novios de las demás. Después de que salimos no lo vi más y simplemente dejamos de hablar.

— ¿Y cómo te va? ¿Qué haces o a que te dedicas? —digo mientras le pasó el tazón de palomitas.

—Bastante bien, estoy por terminar la preparatoria y después estudiare medicina.

— ¿De verdad? ¡Qué bien! Me alegro por ti —No puedo dejar de ver sus ojos, son tan lindos.

— ¿Y cómo estás? ¿Qué has hecho? —Me pregunta tomando una palomita y metiéndola entre sus labios.

—Bien, entre a la preparatoria, estoy en segundo semestre y me va muy bien, solo que ahora bueno, tuve un accidente y estoy en cama.

— ¿Y cómo pasó?

—Iba con mi novio, subió la velocidad, algún idiota se quedó dormido y chocamos.

—Que mal —dice con cara de preocupación.

—Si, pero ya estoy mejor —empiezo a comer más palomitas.

—Me alegro por ti —Se acerca un poco a mi—, yo en realidad, venia para ver si querías salir un rato conmigo —Se empieza a comer los padrastros de los dedos—, pero puede ser otro día —Me dice con una sonrisa.

—Creo que será mejor otro día —Sonrío de manera sincera.

—De acuerdo, dame tu número y luego te marco —Me dice sacando su teléfono.

—Claro —Le dictó mi número y sonríe, nos levantamos y caminamos hacia la puerta.

—Bueno, que te mejores —Me sonríe y se acerca para darme un suave beso en la mejilla. Cuando sus labios rozan mi piel siento como se me pone la piel de gallina.

—Gracias —Sonrío y cierro la puerta cuando se marcha.

Recuerdo a Marco como un chico perfeccionista, que le encanta nadar y una persona muy cerrada en cuanto a sentimientos. Pero ahora lo veo diferente, lo veo más relajado y más sonriente.

Me acuerdo de que una vez, poco después de que terminara con su novia, nos fuimos de la escuela juntos. Era un día soleado, a finales de mayo y hacia un poco de calor. Caminamos y caminamos mientras platicábamos de todo tipo de cosas. Llegamos a un pequeño parque, y nos sentamos a platicar.

—Y por eso ella me dejó —Suspira y echa la cabeza hacia atrás.

—Lo siento, sé que la querías —digo y me pongo un cigarro entre los dientes.

—Sabes que no me gusta que fumes —Me lo quito y empezó a jugarlo entre los dedos.

—Lo sé, es el último, lo juro —Le dije mientras trataba de quitárselo.

—Eso dijiste ayer, y el día anterior y el anterior —dijo sin dejar de mover el cigarro entre los dedos.

—Dámelo, es el último que tengo —Me abalancé sobre él, pero siempre fue más rápido que yo.

—Sería una pena que a alguien se le cayera en el charco de agua —Lo acercó arriba del charco lo dejo caer—. Huy, perdón —se echó a reír.

—Ahora tendrás que comprarme uno —Le dije casi gritando y a él le causó más risa.

—Porque te compraría uno si acabo de tirar ese para que no fumaras —dijo y se echó de nuevo a reír.

—No le encuentro la gracia —Hice un puchero y me volví a sentar a jugar con el encendedor entre mis dedos.

—No te enfades, lo hago por tu bien —dijo mientras me abrazaba. Trate de deshacerme de sus brazos, pero él era demasiado fuerte para mí.

—Vale, entiendo —dije aún enojada, pero me soltó. Nuestras miradas se encontraron y de repente sonrío de manera maliciosa, como un niño cuando está a punto de hacer la mayor travesura del mundo. Empezó a hacerme cosquillas y yo empecé a gritar y a retorcerme bajo sus manos. Avance uno cuantos pasos y tropecé con una piedra y ambos caímos al pasto, yo riéndome de mi torpeza y el riéndose de mí.

Me quedé allí, mientras él se acomodaba junto apoyando se sobre un codo para poder verme. Mire un momento el cielo y después a él. Se veía tan guapo por la manera en la que el pelo le caía y tenía ese brillo en sus ojos. Se inclinó sobre mí y me besó. Casi por instinto, puse una de mis manos entre su pelo y la otra en su cuello. Sus labios encajaron perfectos con los míos y se abrían y cerraban al mismo tiempo. Puso una mano en mi cadera y otra junto a mi cabeza para tener apoyo.

Al principio no pensé en nadie más, solo en nosotros, pero luego recordé las miles de veces que lo vi con mi amiga y aunque él me gustaba, yo no sabía si le gustaba o no.

—No, esto está mal —dije entre sus labios y lo intenté empujar, pero fue inútil.

—Vamos Kat —Me dijo y me miro un segundo, luego volvió a poner sus labios sobre los míos.

—No, lo siento, no puedo —dije y esta vez lo aparte. Me levanté lo más rápido que pude y sentí como el rubor iba subiendo por mi cara. Se levanto y me tomo del brazo. Nos miramos unos momentos y me aparté.

— ¿Me vas a decir que tú no sientes la conexión que hay entre nosotros? ¿Qué te pones nerviosa cuando estás cerca de mí? ¿Cómo te miro? —Se me acercó y me tomo de la cintura con las manos—. Vamos Kat, te gusto y tú me gustas —Me puso una mano en la nuca y se acercó para besarme de nuevo pero lo aparte.

—Lo siento, tengo que irme —Agarre mis cosas y me fui sin mirar atrás. Escuché que maldecía y me decía que volviera, pero no lo hice. Sabía que estaba mal lo que había hecho y no sabía si decirle a mi amiga. Lo pensé todo el camino a casa y al final decidí que no le diría nada.

Después de eso seguimos siendo amigos, pero las cosas habían cambiado, ambos nos sentíamos incómodos con el otro y cada vez más nos alejamos más. Después de eso, conocí a Carlos y olvidé mis sentimientos por él.

Aún que lleva meses que no lo veía o hablábamos, siento que aún está esa conexión entre nosotros.

Sólo amigosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora