Miss you

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Kathia.

Hoy cumplo 2 semanas en esta maldita cama. Odio la comida. Odio no poder moverme. Odio ver gente entrar y salir y yo seguir aquí. Dice el doctor Víctor, que me estoy recuperando bastante bien. Qué en un par de días empezare a ir a terapias y eso debería de ayudarme aún más.

Esta tarde llego una chica nueva a la cama de junto, hable con ella un poco y parece agradable. Se llama Lucia. Esta aquí por unos cuantos golpes en la cara y el cuerpo y creo que son porque su novio la golpea. Pobre chica.

Son las 7 de la tarde y casi nos traen la cena. La dieta de este hospital me está matando. No puedo subsistir a base de verduras y frutas y comida sana. 

Mi mama me ha estado cuidando y se lo agradezco y también entiendo que no puede estar aquí las 24 horas. Mi papa ha venido a verme todos los días, pero no por mucho tiempo.

Carlos está bien, pero está internado en una clínica cerca de su casa, así que no lo e visto en este tiempo.

Jonathan ha venido a verme un par de veces. Y siempre que viene me trae algo, flores, un poco de comida de contrabando, algún libro, algunas revistas.

Últimamente no lo he visto por aquí, en fin.

Llegan con nuestra cena que incluye, una porción de fruta, un vaso de agua, un vaso de leche y un tazón con cereal. Si sigo más tiempo aquí, moriré, y no necesariamente de mis golpes o alguna hemorragia interna, si no de hambre.

Me como toda mi cena, y después me quedo dormida.

Despierto a la media noche y está todo oscuro y solo se puede ver la luz del pasillo. Escucho que alguien abre la puerta y luego unos pasos por la sala.

Escucho que corren la cortina de la cama de junto y se para junto a la cama. Unos segundos después se escuchan de nuevo los pasos y escucho como corren la cortina que separa a Lucia y a mí. Veo que es un doctor, de unos 30 y tantos. Tiene cabello negro, corto y no es muy alto. Lleva la bata blanca con unas cuantas salpicaduras de comida y unas manchas rojas que supongo es sangre. Me mira y sonríe. Toma mi expediente médico que está en la mesa y lo lee.

—Buenas noches doctor —digo y sonrío.

No contesta. Sigue leyendo el expediente. Volteo a ver a mis pies y los muevo un poco.

—Bueno parece que se está recuperando bastante bien —dice aun sin mirarme.

—Gracias —digo y bostezo— no lo había visto por aquí —digo tratando de sonar indiferente.

—Oh no, me acaban de cambiar a las guardias de la noche —dice y revisa el suero.

—Bueno, ¿cómo se llama usted? —preguntó indiferente.

—Cosme —dice y habré el cajón de la mesita donde estaba la especie de médico y saca una botella de suero más pequeña. Las cambia y cuando termina, pone el expediente en la silla.

—Linda noche —Me dice, cierra la cortina y se va.

No le tomo mucha importancia y me vuelvo a dormir.

Siento que alguien me sacude un poco el hombro y abro los ojos. Veo a una enfermera.

—Te tomaremos una muestra de sangre, ¿está bien? —Me dice.

—Si, está bien —digo y saco uno de mis brazos de entre las cobijas. Prepara sus cosas para sacarme sangre y me duele cuando inserta la aguja, pero no me muevo.

Empieza a llenar los tubos y cuando termina me dice que doble el brazo.

—En unos momentos regresare a cambiarte el suero.

Sólo amigosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora