Particularmente tuyo

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Es cuestión de que acepte, ya no me mira entre las clases y sé que es prohibido pero... ¿qué más da? Tengo 19 años y no es que sea ilegal si acepta. Como sea, este es el último año que él estará aquí y, tengo que hacerlo. De lo contrario, no podré volver a verlo y eso me asusta.

Entro al colegio después de despedirme de mi hermana mayor, quien me trae cada día desde que mamá se fue a Canadá. Hace cinco meses. Subo las escaleras del edificio D hasta el tercer piso, entro al aula y tomo mi lugar en la segunda butaca de la columna de en medio y la segunda fila.

Suena la campanilla y un segundo después, él entra con un maletín en su mano derecha. Jorder, que bien se ve con ese traje, se le marca todo.

-Buenos días, chicos -algunos respondemos, otros pasan de ello. Yo mientras respondo, mi mirada va directamente desde ese redondo trasero, hasta ese bulto de enfrente que deja expuesto cuando se sienta en su escritorio para empezar su sermón del día-. Quiero hablar seriamente con ustedes, voy a dejar que salgan 30 minutos y al regresar, quiero que respondan esta pregunta...  ¿Qué quiero lograr al estar aquí?

Esa pregunta me tenía harto, no quiero imaginar como deben sentirse ellos como maestros y tener que soportar a cada estúpido adolescente. Todos son iguales, no hacen nada y sólo vienen a joder.

-Pueden salir. Y no quiero respuestas inútiles Darío, va para ti también Saúl... ¿Qué esperas Santi?

-Yo... -creo que es mi oportunidad-, ya sabe como soy, ¿para qué quiere que salga?

-Bueno, eso es cierto, daría lo que fuera por tener más alumnos como tú. Necesito dejarlos sabiendo que estará bien el nuevo profesor.

-¿A dónde va a ir?

-A otro estado, se necesitan más profesores y a eso me dedico. No pierdo las esperanzas en el nuevo futuro.

-Y -me levanto de mi lugar y avanzo hasta encontrarme frente a él-... ¿no quisiera tener un recuerdo de este colegio, profesor?

-Pensé que ya lo habías entendido.

-No es justo, Pablo. Tengo 19 años y siempre te dije que no iba a decir nada, si lo que te asusta es que alguien se entere, puedo asegurarte que eso no pasará.

-No es eso, Santiago. Entiende que soy profesor, un adulto, tengo 29 años, te paso por 10 años. No-puedo-estar-contigo.

-¿Es tu última palabra?

-La última, ve a tu lugar.

Sí regreso a mi lugar, bastante molesto, pero lo que él no sabe, es que lo tengo muy bien vigilado. No se va a ir sin que le de algo... o él a mí.

La clase sigue y su mirada se rehúsa a mirarme, no lo aguanto, debo actuar ya, pero también tengo que esperar. Maldito sea.

El día avanza y mi última clase, Literatura inglesa, en el edificio F se termina. Reviso mi reloj de mano y me avisa que aún hay tiempo, debe estar en... Edificio A, cuarto piso, aula 407.

Salgo del aula, del edificio y atravieso a toda prisa los patios que se encuentran dividiendo estos edificios.

Las piernas me tiemblan pero termino por subir las escaleras hasta el cuarto piso. La puerta del aula 407 está cerrada así que toco un par de veces.

-Adelante -es él, su voz hace que la sangre suba hasta mi corazón de un golpe.

Abro la puerta lentamente y cierro detrás de mí. Lo primero que veo de él es una reacción, traga saliva y me hace hacer lo mismo, mi corazón está latiendo tan fuerte que lo siento salirse por mi boca.

Sexo[S]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora