El arte de engañar

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El despertador suena insistiendo en que su dueño debe comenzar un nuevo día. Él se despierta de la cama pero no se levanta, permanece unos minutos sentado en el borde, se agacha lo suficiente para sacar una caja de VANS debajo de la cama. Al abrirla recuerda porqué hace lo que siempre hace, lo que cada día oculta y el porqué debe hacerlo.

Alguien, desde la otra habitación, golpea el muro junto a su cama. Su celular suena un poco para decirle que ha recibido un mensaje.

«¿A qué hora vuelves hoy? Quiero ir al centro comercial con Rita».

«No lo sé, no creo que salga hoy, Alex tiene exámenes mañana y debe estudiar».

«Bien, entonces ¿no habrá mentiras hoy?».

«Creo que no. Cualquiera cosa te mando mensajes o te llamo».

«Perfecto. Te veo abajo».

Daniela era la mejor hermana para Esteban. Cada mañana, antes de salir de sus respectivas habitaciones, se ponían de acuerdo para planear algunas mentiras o algunos planes que les mantuvieran «juntos» el resto del día después de la escuela.

Mientras Esteban tomaba una ducha, recordó el momento en que Daniela se dio cuenta, no fue por algo que se le haya escapado frente a sus padres, no, se esforzaba por no dejar ningún cabo suelto, también se esforzaba por tener toda la tarde ocupada en tareas o algo por el estilo. Pero ese día los planes de Daniela cambiaron, Esteban estaba saliendo del cine que se encuentra en el centro comercial, iba tomado de la mano de Alex, Daniela iba pasando y ambos notaron su presencia. Esteban iba a soltar la mano de Alex pero por algún motivo no se atrevió, quizá era el hecho de que estaban celebrando su primer mes. Daniela dejó a sus amigas atrás, corrió hasta donde Esteban y Alex, este último la miró confundido, Daniela no podía dejar de sonreír.

—«No me dijiste nada» —dijo con resaltada molestia—. «¿Por qué?».

—«Creí que... Lo siento» —Esteban se sentía estúpido en ese momento.

—«Bueno... Soy Daniela» —se presentó y Alex le estrechó la mano—. «Te veo después, no te preocupes».

Esas fueron las palabras que pronunció Daniela para hacerle entender que sus papás no iban a saber nada. En ese momento, Daniela también entendió la vida que Esteban había creado para sus papás. La relación falsa con Dafne; las clases extra en la escuela de computación, de inglés y de álgebra; y ahora entendía a la perfección el cambio de personalidad de Esteban. Ese día siguió con sus amigas en el centro comercial, pero no podía dejar de pensar en la imagen de su hermano con Alex, se le veía completo, feliz, por fin le había visto una sonrisa y los ojos brillantes. No conocía a ese Esteban, por un lado, se sentía más que feliz por conocer se lado, por otro, se sentia triste, pero cuando ese día llegó a su casa y vio a sus padres, entendió que la tristeza no estaba dirigida a su hermano, sino a sus padres, y no era tristeza, era lástima.

Daniela llegó a su habitación, estaba más que tranquila, recordando la imagen viva de su hermano, pero en ese momento, llegaron a su mente algunas preguntas: ¿Dafne conocía la mentira en la que estaba involucrada? ¿Desde cuándo Esteban había estado comenzando con todo ese enredo? ¿Cuántos años tenía Alex? Porque definitivamente no tenía la edad de Esteban; y la pregunta que le causaba más conflicto: ¿Por qué no le había dicho nada?

Esteban terminó de bañarse, bajó a la cocina para desayunar y ahí, ya estaba Daniela. Sus padres no estaban, se escuchaban sus pasos apresurados en el piso de arriba, pronto empezaría su madre a apresurarlos.

Los tres salieron de la casa y los hermanos se sentaron atrás, Verónica, frente al volante, iba hablando con un hombre que insistía en que un señor estaba haciendo hasta lo imposible por sabotear una presentación. Mientras, Esteban mandaba un mensaje:

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