Prejuicios (II)

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Termina nuestro turno y ambos nos dirigimos a nuestros respectivos hogares, después de haber salido del metro.

-Mañana será un nuevo día, espero que el jefe esté de mejor humor... Te digo que lo escuché, estaba discutiendo con doña Amelia, ya sabes, Sara siempre anda saliendo con alguien diferente y... Oye... Güey ¿me estás escuchado?

Siento un manotazo en la cabeza que me hace volver en sí, creo que he estado caminando sin poner atención al camino y mucho menos a Roberto.

-Mira que has estado más tonto que Elías.

-Por favor, no es para tanto.

Elías es el chico nuevo, está semana es su semana de capacitación y ya rompió dos copas de vino y tres platos de postre. Roberto viene caminando a mi lado, ambos con las manos en los bolsillos por el frío que hace esta noche.

-Bueno, ya me voy -señalo la calle en la que debo doblar para llegar a casa.

-Ándale, me saludas a Sofía.

-Yo le digo.

Como si no supiera que en cuanto llega a su casa, le llama a ella y se la pasan horas y horas hablando por teléfono. La calle está desierta, oscura y sólo hay un faro que la ilumina por segundos, si no fuera por el hijo de esa señora gruñona y fea, ambos faros estarían alumbrando la calle.

Entro a casa y mi madre está continuando su trabajo, ahora está haciendo un vestido que empezó desde hace algunos días.

-Hola, madre -me acerco a ella para besar su mejilla.

-Ya te dije que no me llames así, me haces sentir vieja... ¿Cómo te fue?

-Bien, me dieron muchas propinas y el número de alguien.

-Pues llámala cuando quieras e invítala a la cenar.

Siempre que me decía algo así quería gritarle que no era una chica, que dejara de usar verbos con el pronombre en femenino, cada vez que la escuchaba me sentía mareado, pero no puedo contestarle de esa forma, es mi madre y la quiero, pero me duele no ser sincero con ella, no le dicho nada porque sé lo que ella y mi padre piensan acerca de eso. Un día los llevé a cenar al restaurante donde trabajo, ese día era mi día libre, en ese momento, entró una pareja de chicas, ambas muy guapas, parecía que pronto iban a derramar miel porque no dejaban de mirarse y rozar sus manos sobre la mesa.

-Deberian hacer sus cosas en privado -la voz de mi padre se escuchó colérico, como si de un segundo a otro fuera a vomitar bilis.

-Dejalas, Dante -en ese momento, estaba sintiendo verdadero orgullo hacia mi madre-. Debieron pasar por algo muy feo para que sean así.

-Con permiso.

Fui al baño para relajarme y no decir nada, quería defenderlas pero no podía, al hacer eso, era obvio que iba a tener que explicar mi comportamiento, por lo que me odiarian a mí, me rechazarian.

Desde ese día, entendí que no podía decirles la verdad, sólo Sofía lo sabe. A sus 19 años lo entendió perfectamente y me ama.

-Lo haré -respondo con una sonrisa maliciosa.

Subo las escaleras para ir a mi habitación, pero una fuerza no muy grande, me impide continuar mi camino.

-¿Es guapo? -me pregunta con una notoria euforia por lo que ha escuchado anteriormente.

-¿Por qué siempre te emocionas más que yo?

-Porque es genial, ya deberías hablarle y quedar con él. ¿Es guapo?

Sexo[S]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora