En mi imaginación

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Este relato no es real de ningún modo. Se recomienda discreción.

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Llego al trabajo sintiéndome excitado, tomo mi asiento detrás de mi escritorio y me descubro ansioso por verla. Mi jefa es una mujer exhuberante, pero la chica que espero es otro tema.

La conocí en un mes de septiembre, llegó tarde, se veía nerviosa porque se trataba de su primer día. No voy a decir que me enamoré de ella ese mismo día, pero sí tengo que aceptar que con el paso del tiempo, me fue gustando un poco más.

Un día llegó más arreglada de lo normal, tacones, jeans ajustados y una blusa escotada, no me atrevía hablarle, es más, desde entonces me pongo nervioso nada más de verla, pero a partir de ese día, quedé flechado. Ahora la espero cada día, imagino su atuendo, su cabello, su maquillaje, su boca debajo de esa mascarilla. Dios, cada que la veo quisiera rodearla por la cintura, llevarla a mi oficina, a hacerla mía sobre mi escritorio. No soy su jefe directo, de hecho, su trabajo no interfiere con el mío de ninguna manera, no tengo que pedirle cuenta de nada ni ella a mí tampoco. Así que mi imaginación corre en cuanto ella cruza esa puerta.

Ahí está, el corazón salta dentro de mi pecho, me giro al sentir mis mejillas calientes, y es que mi imaginación me juega para mal, pues la sangre me corre por todas las venas. Hoy trae pues una falda negra, botitas con tacón más o menos alto, blusa escotada y su cabello, ahora ondulado.

—Hola, buenos días —me saluda y me atrevo a contestar, así que solamente hago una seña con la mano.

Sé que piensa que soy un idiota que no sabe hablar, pero lo que no sabe es que en este momento estoy creando una escena exquisita.

Justo la veo caminar frente a mí, su falda me roba la atención por completo, no me atrevo pero voy por ella y la sostengo de la cintura, la llevo conmigo hasta mi oficina, hago que se siente frente a mí y entonces, sus piernas me abren espacio. Mi lengua juega con su húmeda cavidad, ella empieza a gemir y yo no me detengo. Sus senos reclaman mi atención también, mi lengua también los provoca, entonces es ella ahora, ella toma la iniciativa y se sienta sobre mí en la silla, no necesita quitarse nada porque, de alguna manera, sabía que esto pasaría, así que su falda fue un truco, su ropa interior inexistente, y su escote, fue solo una forma de decirme que estaba totalmente lista para lo que quisiera hacer con ella.

Sus piernas a cada lado de las mías, me impulsan para alcanzar más profundidad. Ella sonríe, gime y el sudor en su frente la delata, le encanta.

Cuando los dos terminamos, ella se baja del escritorio o se levanta de mí.

—Te tardaste para hacer esto conmigo —me dice al oído antes de irse.

—¿Quieres que se repita?

—Por supuesto, la parte de tu lengua en mi vagina fue... Extasiante.

—Bien, entonces cada que llegues puedes pasar directamente conmigo.

—Perfecto. Así lo haremos, entonces.

—Ah, una cosa más.

—Dime.

Si no me atrevía a saludarle sin que mi excitación creciera peligrosamente, menos me atrevería a decirle algo como lo siguiente.

—Me gustas, me provocas y me haces fantasear día y noche. —dije cerca de su oído, con su cintura en mis brazos y su espalda pegada a mi pecho.

La vi sonreír, la vi agachar la mirada y temblar un poco.

—Me gustas —dije un vez más.

—Y tú a mí.

—¿En serio?

—Tengo que irme.

Di una palmada a su trasero, sonreí y acomodé mi ropa mientras ella salía de mi oficina.

Al final del día, ella aparece de nuevo ante mi vista, me sonríe y no sé cómo reaccionar porque ella se dirige justo a mí.

—Disculpa, nada más quería decirte que he notado cómo me miras. ¿Quieres decirme algo? —sonríe tierna.

—No.

—¿Seguro? Porque apostaría que quieres llevarme a una cama.

Sonreí, ella era más inteligente de lo que creía, la subestimé y solo me sentía patético. Ahora quería llevarla a mi departamento, sí, no podía engañarme a mí mismo también, lo único que quería era hacerla mía de tantas formas, dedicarle algunas caricias, unas palabras al oído y quizás ella me diría que no.

—¿Y si así fuera, qué pasaría?

—Fácil, te diría que acepto porque me gustas.

Esa respuesta no me la esperaba para nada. Quizás había escuchado mal, quizás escuché lo que quería escuchar.

—¿Qué?

—Que sí quiero ir a tu cama —susurró con ojos brillantes. Sonreí y me atreví a rodear su cintura y besar su boca.

Pero eso sería después, al menos hasta que me atreviera a decirle justo lo que pensé. Después darle la hoja de permiso para ausentarse por tres días de la empresa que ella necesitaba, se fue, dejando en el pasillo su perfume, y su sensual recuerdo.

Sexo[S]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora