Cuando despertó estaba a solas, y la litera se había detenido. En el lugar que ocupaba Illyrio solo quedaba un montón de cojines aplastados. El enano tenía la garganta seca y rasposa. Había soñado... ¿qué había soñado? No lo recordaba. En el exterior, varias voces hablaban en un idioma que le resultaba desconocido. Tyrion sacó las piernas por entre las cortinas y saltó al suelo para encontrarse con el magíster Illyrio, que estaba junto a los caballos con dos jinetes mucho más altos que él. Ambos vestían casaca de cuero desgastado bajo la capa de lana marrón oscuro, pero tenían la espada envainada; el gordo no estaba en peligro.
—Tengo que mear —anunció el enano.
Anadeó para cruzar el camino, se soltó los calzones y vació la vejiga contra un matorral espino. Le llevó un buen rato.
—Al menos mea bien —señaló una voz.
Tyrion sacudió las últimas gotas y volvió a anudarse la ropa.
—Mear es el menor de mis talentos. Tendríais que verme cagar. —Miró al magíster Illyrio—. ¿Conocéis a estos dos, magíster? Parecen forajidos. ¿Voy a por el hacha?
— ¿A por el hacha? —se regocijó uno de los corpulentos jinetes, un hombretón de barba descuidada y pelo anaranjado—. ¿Habéis oído eso, Haldon? ¡El hombrecito quiere pelear con nosotros!
Su acompañante era mayor e iba afeitado, con lo que destacaban sus rasgos austeros. Llevaba el pelo recogido en la nuca.
—Los hombres de pequeño tamaño tienen que demostrar su valor con balandronadas improcedentes —afirmó—. Dudo mucho que pueda matar a un pato.
—Que venga ese pato. —Tyrion se encogió de hombros.
—Si insistís...
El jinete miró a su barbudo acompañante, que desenvainó una espada bastarda.
—Yo soy Pato, boquita de letrina.
«Qué chistosos los dioses.»
—Había pensado en un pato más pequeño...
El hombretón no pudo contener una carcajada ronca.
— ¿Habéis oído, Haldon? ¡Quiere un pato más pequeño!
—Yo me conformaría con uno más silencioso. —El tal Haldon examinó a Tyrion con fríos ojos grises antes de volverse de nuevo hacia Illyrio—. ¿Nos habéis traído baúles?
—Y mulas para transportarlos.
—Las mulas son demasiado lentas. Tenemos caballos de carga; les pondremos los baúles. Encargaos, Pato.
— ¿Por qué Pato tiene que ocuparse de todo? —El hombretón volvió a envainar la espada—. ¿De qué os ocupáis vos, Haldon? Quién es el caballero, ¿vos o yo? —Pese a sus protestas, fue a ocuparse del equipaje que cargaban las mulas.
— ¿Cómo se encuentra nuestro muchacho? —preguntó Illyrio mientras ataban los baúles con correas. Tyrion contó seis: eran de roble, con abrazaderas de hierro. Pato los levantaba con facilidad y se los echaba al hombro.
—Ya está tan alto como Grif. Hace tres días tiró a Pato a un pesebre.
—No me tiró. Hice como que me caía para que se riera.
—Pues fue todo un éxito —replicó Haldon—. Incluso yo me partí de risa.
—En un baúl hay un regalo para el chico: jengibre confitado. Siempre le ha gustado mucho. —Illyrio parecía extrañamente triste—. Pensé que podría seguir con vosotros hasta Ghoyan Drohe. Un banquete de despedida antes de que partáis río abajo...
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Danza de Dragones
Ciencia FicciónDaenerys Targaryen intenta mitigar el rastro de sangre y fuego que dejó en las Ciudades Libres e intenta erradicar la esclavitud de Meereen. Mientras, un enano parricida, un príncipe de incógnito, un capitán implacable y un enigmático caballero acud...