La novia díscola

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Asha Greyjoy estaba sentada en el salón principal de Galbart Glover, bebiendo el vino de Galbart Glover, cuando el maestre de Galbart Glover le llevó la carta.

— Mi señora —el maestre estaba nervioso, como siempre que hablaba con ella—, ha llegado un pájaro de Fuerte Túmulo.

Le entregó el pergamino como si le faltara tiempo para librarse de él. Estaba bien enrollado y sellado con un botón de lacre rosa.

«Fuerte Túmulo. —Asha trató de recordar quién gobernaba allí—. Algún señor norteño que no me tendrá ninguna simpatía, seguro.» Y aquel sello... Los Bolton de Fuerte Terror iban a la batalla bajo estandartes rosa salpicados de gotitas de sangre, así que no sería raro que usaran lacre rosa también para los sellos.

«Lo que tengo en las manos es puro veneno —pensó—. Debería quemarlo. —Pero rompió el sello, y una tirita de cuero le cayó en el regazo. Cuando leyó las secas palabras escritas en tinta marrón, el nubarrón que pendía sobre ella se hizo aún un poco más denso—. Alas negras, palabras negras.» Los cuervos no eran nunca portadores de buenas noticias. El último mensaje que se había recibido en Bosquespeso era el de Stannis Baratheon para exigir pleitesía. Pero aquello era mucho peor.

—Los norteños han tomado Foso Cailin.

— ¿El Bastardo de Bolton? —le preguntó Qarl, que estaba junto a ella.

—«Ramsay Bolton, señor de Invernalia», o al menos así es como firma. Pero también hay otros nombres.

Lady Dustin, lady Cerwyn y cuatro Ryswell habían estampado su firma bajo la del Bastardo. Al lado se veía el burdo dibujo de un gigante, la marca de algún Umber.

Habían firmado con tinta de maestre, de hollín y brea, aunque el mensaje estaba garabateado en marrón con una escritura grande, angulosa. Hablaba de la caída de Foso Cailin, del retomo triunfal a sus dominios del Guardián del Norte y del matrimonio que no tardaría en celebrarse. Las primeras palabras eran: «Escribo esta carta con sangre de hombres del hierro», y las últimas, «Os envío a cada uno un trozo del príncipe. Si permanecéis en mis tierras, correréis la misma suerte».

Asha había dado por muerto a su hermano pequeño.

«Mejor muerto que así.» Cogió la tira de piel que le había caído en el regazo, la acercó a la vela y contempló como se retorcía y humeaba, hasta que las llamas le lamieron los dedos.

El maestre de Galbart Glover aguardaba junto a ella, expectante.

—No habrá respuesta—informó.

— ¿Tengo vuestro permiso para transmitir esta noticia a lady Sybelle?

—Como gustéis.

Asha no habría sabido decir si lady Sybelle se alegraría de la caída de Foso Cailin: aquella mujer vivía en su bosque de dioses sin dejar de rezar ni un momento por el regreso de su esposo y sus hijos, sanos y salvos.

Danza de DragonesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora