Cuando llegaron a Volantis, el cielo ya estaba amoratado por el oeste y negro por el este, y las estrellas empezaban a aparecer.
«Las mismas estrellas que en Poniente —reflexionó Tyrion Lannister. Eso lo habría reconfortado de no encontrarse atado como un pollo y amarrado a una silla de montar. Ya había dejado de debatirse; los nudos estaban demasiado apretados, de modo que optó por quedarse inerte como un saco de harina—. Así ahorro energía», pensó, aunque no habría sabido decir para qué.
Volantis cerraba las puertas al anochecer, y los guardias de la puerta norte se mostraban impacientes con los rezagados. Se pusieron en la cola detrás de un carro cargado de limas y naranjas. Los guardias dejaron pasar el carro, pero el corpulento ándalo con su caballo de guerra, su espada larga y su cota de malla mereció un segundo vistazo, así que llamaron a un capitán. Mientras este intercambiaba unas palabras en volantino con el caballero, un guardia se quitó el guantelete con forma de garra y frotó la cabeza de Tyrion.
—Rezumo buena suerte —le dijo el enano—. Tú libérame, amigo mío, y te aseguro que serás recompensado.
—Guárdate las mentiras para los que hablen tu idioma, Gnomo—le dijo su captor cuando los volantinos los dejaron pasar.
Habían reemprendido la marcha para cruzar la puerta y atravesar la impresionante muralla de la ciudad.
—Vos sí que habláis mi idioma. ¿Puedo conmoveros con promesas, o ya habéis decidido compraros un señorío con mi cabeza?
—Ya he sido señor, y por derecho de nacimiento. No me interesan los títulos vacíos.
—Pues es lo único que le vais a sacar a mi querida hermana.
—Anda, y yo que tenía entendido que un Lannister siempre paga sus deudas.
—Hasta la última moneda, no lo dudéis..., pero ni una más. Se os servirá la comida que negociasteis, pero no estará aderezada con gratitud y a la larga no os aprovechará.
—A lo mejor, lo único que quiero es que pagues por tus delitos. Aquel que mata a la sangre de su sangre queda maldito a ojos de los dioses y de los hombres.
—Los dioses están ciegos y los hombres ven lo que quieren.
—Yo te veo perfectamente, Gnomo. —La voz del caballero había adquirido de pronto un matiz oscuro—. He hecho cosas de las que no estoy orgulloso, cosas que sumieron en la ignominia mi casa y el apellido de mi padre... pero ¿matar al hombre que te engendró? ¿Cómo pudiste hacer semejante cosa?
—Dadme una ballesta, bajaos los calzones y os lo enseñaré. —«Y de muy buena gana.»
— ¿Te parece que esto es una broma?
—La vida me parece una broma. La mía, la vuestra... La de todo el mundo.
Tras atravesar la muralla y entrar en la ciudad pasaron a caballo junto a casas gremiales, mercados y casas de baños. En el centro de amplias plazas, fuentes cantarinas salpicaban a los hombres que, sentados en tomo a mesas de piedra, jugaban al sitrang al tiempo que bebían vino en copas altas, mientras los esclavos encendían los faroles ornamentados para mantener a raya la oscuridad. A lo largo de la calle empedrada crecían palmeras y cedros, y en cada intersección había un monumento. El enano advirtió que muchas estatuas carecían de cabeza, pero hasta esas resultaban imponentes a la luz violácea del ocaso.
A medida que el caballo se dirigía hacia el sur a lo largo del río, los comercios fueron haciéndose más pequeños y míseros, y los árboles que bordeaban la calle se convirtieron en una hilera de tocones. Bajo los cascos de su caballo, el empedrado dejó paso a la gramilla, y después, a un lodo blando y húmedo color caca de bebé. Los pequeños puentes que cruzaban los arroyuelos que discurrían hacia el Rhoyne crujían de manera alarmante bajo su peso. En el lugar donde otrora se alzaba un fuerte que dominaba el río no quedaba más que una puerta rota que se abría como una boca desdentada de anciano, mientras las cabras los miraban desde las almenas.
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Danza de Dragones
Fiksi IlmiahDaenerys Targaryen intenta mitigar el rastro de sangre y fuego que dejó en las Ciudades Libres e intenta erradicar la esclavitud de Meereen. Mientras, un enano parricida, un príncipe de incógnito, un capitán implacable y un enigmático caballero acud...