Oía al muerto que subía por las escaleras. Lo precedía el sonido lento y acompasado de las pisadas que resonaban entre las columnas violáceas del vestíbulo. Daenerys Targaryen lo aguardaba sentada en el banco de ébano que había designado como trono. Tenía los ojos cargados de sueño, y la melena de oro y plata, revuelta.
—No hace falta que veáis esto, alteza —dijo ser Barristan Selmy, lord comandante de la Guardia de la Reina.
—Ha muerto por mí.
Dany se apretó la piel de león contra el pecho. Debajo solo llevaba una túnica de lino blanco que le llegaba por medio muslo. Cuando Missandei la despertó estaba soñando con una casa que tenía una puerta roja. No había tenido tiempo de vestirse.
—Khaleesi —le susurró Irri—, no toquéis al muerto. Tocar a los muertos trae mala suerte.
—A no ser que los toque quien los ha matado. —Jhiqui era de constitución más corpulenta que Irri; tenía caderas anchas y pecho generoso—. Lo sabe todo el mundo.
—Lo sabe todo el mundo —corroboró Irri.
En cuestión de caballos, los dothrakis no tenían rival, pero en otros temas podían llegar a ser completos idiotas. «Además, no son más que unas niñas.» Sus doncellas tenían su misma edad; parecían mujeres adultas, con melena negra, piel cobriza y ojos rasgados, pero en el fondo no eran sino chiquillas. Se las habían regalado cuando se casó con Khal Drogo, y el propio Drogo fue quien le regaló la piel que vestía, la cabeza y el cuero de un hrakkar, el león blanco del mar dothraki. Le quedaba demasiado grande y olía a moho, pero la hacía sentir como si su sol y estrellas estuviera aún a su lado.
Gusano Gris fue el primero en llegar por las escaleras, con una tea en la mano. Tres púas remataban su casco de bronce. Lo seguían cuatro inmaculados, que llevaban sobre los hombros al muerto. Los cascos de estos solo lucían una púa, y tenían los rostros tan inexpresivos que parecían también repujados en bronce. Depositaron el cadáver a sus pies. Ser Barristan retiró la mortaja ensangrentada, y Gusano Gris bajó la tea para que pudiera verlo.
El rostro del muerto era suave y lampiño, aunque le habían rajado las mejillas
de oreja a oreja. En vida había sido alto, con los ojos azules y la piel clara.
«Debió de nacer en Lys o en Volantis; seguro que los corsarios lo capturaron en algún barco y lo vendieron como esclavo en Astapor.» Tenía los ojos abiertos, pero eran sus heridas las que lloraban. Y las heridas eran incontables.
—Alteza —empezó ser Barristan—, en los muros del callejón donde lo encontramos había una arpía pintada...
—... con su sangre. —Para entonces Daenerys ya se lo sabía de memoria. Los Hijos de la Arpía asesinaban de noche, y dejaban su marca junto a cada muerto—. ¿Por qué estaba solo este hombre, Gusano Gris? ¿No tenía compañero? —Había dado orden de que los inmaculados que recorrieran las calles de Meereen de noche fueran siempre por parejas.
—Mi reina —respondió el capitán—, vuestro siervo Escudo Fornido no estaba de servicio anoche. Había ido a... cierto lugar..., a beber y a buscar compañía.
— ¿Qué quiere decir eso de «cierto lugar»?
—Una casa de placer, alteza.
«Un burdel. —La mitad de sus libertos procedía de Yunkai, donde los sabios amos eran famosos por el entrenamiento que proporcionaban a los esclavos de cama—. El camino de los siete suspiros. —Los burdeles habían brotado como hongos por todo Meereen—. No saben hacer otra cosa. Tienen que sobrevivir. —La comida se encarecía a diario, y la carne humana se abarataba. Sabía que en los barrios más pobres, entre las pirámides escalonadas de la nobleza esclavista, había burdeles para satisfacer cualquier gusto erótico imaginable—. Pero...» — ¿Qué buscaba un eunuco en un burdel?

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Danza de Dragones
Fiksi IlmiahDaenerys Targaryen intenta mitigar el rastro de sangre y fuego que dejó en las Ciudades Libres e intenta erradicar la esclavitud de Meereen. Mientras, un enano parricida, un príncipe de incógnito, un capitán implacable y un enigmático caballero acud...