Daenerys

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Los bailarines centelleaban al moverse, con cuerpos esbeltos y afeitados cubiertos de aceite. Las antorchas encendidas volaban girando de mano en mano al ritmo de los tambores y la flauta. Cada vez que dos antorchas se cruzaban en el aire, una chica desnuda daba una voltereta entre ellas. Las llamas arrancaban destellos aceitosos de extremidades, pechos y nalgas.

Los tres hombres lucían una erección. Su excitación resultaba excitante, aunque a Daenerys Targaryen le parecía cómica a la vez. Eran de la misma estatura, con piernas largas y abdomen liso, con los músculos tan definidos que parecían labrados. Hasta sus rostros parecían iguales..., cosa bastante extraña, dado que uno tenía la piel oscura como el ébano; el segundo, blanca como la leche, y el tercero brillaba como el cobre bruñido.

«¿Pretenden inflamarme?» Dany se acomodó entre los cojines de seda. Sus inmaculados, apoyados en las columnas, parecían estatuas, con los cascos rematados en púas y los rostros lampiños inexpresivos, a diferencia de los hombres que seguían íntegros. Reznak mo Reznak tenía la boca abierta, y los labios le brillaban húmedos ante el espectáculo. Hizdahr zo Loraq charlaba con el hombre que tenía al lado, pero no apartaba los ojos de las bailarinas ni un momento. El rostro feo y grasiento del Cabeza Afeitada era tan adusto como siempre, pero no se perdía detalle.

Resultaba más difícil imaginar las ensoñaciones de su invitado de honor. El hombre de rostro blanco y afilado que compartía con ella la mesa principal estaba radiante con su túnica de seda color tostado bordada con hilo de oro; la calva le brillaba a la luz de las antorchas mientras se comía un higo a mordiscos menudos, precisos, elegantes. En la nariz de Xaro Xhoan Daxos centelleaban ópalos cada vez que giraba la cabeza para seguir los movimientos de los bailarines.

En su honor, Daenerys se había puesto un vestido qarthiense, un depurado diseño de brocado violeta cuyo corte le dejaba el pecho izquierdo al descubierto. La cabellera de oro y plata le caía sobre el hombro y le llegaba casi hasta el pezón. La mitad de los presentes la había observado a hurtadillas; Xaro, no.

«En Qarth era igual. —No era esa la forma de dominar al príncipe mercader—. Pero tengo que dominarlo como sea.» Había llegado de Qarth en la galeaza Nube Sedosa, con una escolta de trece galeras. Su flota era la respuesta a una plegaria. El comercio de Meereen se había reducido hasta desaparecer desde que ella pusiera fin a la esclavitud, pero Xaro tenía la capacidad de devolverlo a la vida.

Los tambores sonaron con más fuerza, y tres chicas saltaron sobre las llamas y giraron en el aire. Los danzarines las sujetaron por la cintura y las bajaron hacia sí. Dany observó con atención cómo las mujeres arqueaban la espalda y enroscaban las piernas en torno a sus compañeros, que las penetraban al ritmo de la música de flautas. No era la primera vez que presenciaba esos actos, ya que los dothrakis se apareaban tan abiertamente como sus yeguas y sementales, pero sí era la primera vez que presenciaba la lujuria al son de la música. Sentía el rostro acalorado.

«Es por el vino —se dijo. Se dio cuenta de que estaba pensando en Daario Naharis. Su mensajero había llegado aquella mañana: los Cuervos de Tormenta volvían de Lhazar. Su capitán volvía a ella, portador de la amistad de los hombres cordero—. Comida y comercio —se recordó—. No me ha fallado ni me fallará. Daario me ayudará a salvar mi ciudad.» La reina ansiaba ver su rostro, acariciar su barba de tres puntas, contarle sus problemas... Pero los Cuervos de Tormenta estaban aún a muchos días de distancia, más allá del paso Khyzai, y ella tenía que gobernar su reino.

El humo remoloneaba entre las columnas violáceas. Los danzarines se arrodillaron con la cabeza gacha.

—Habéis estado espléndidos —les dijo Dany—. Pocas veces había presenciado tanta elegancia, tanta belleza. —Hizo un gesto a Reznak mo Reznak, y el senescal se apresuró a acudir a su lado; tenía la arrugada piel de la cabeza perlada de sudor—. Acompañad a nuestros amigos a los baños para que se refresquen, y aseguraos de que no les falten comida ni bebida.

Danza de DragonesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora