La Doncella Tímida avanzaba a tientas por la niebla, como un ciego por un pasillo que no conociera bien. La septa Lemore estaba rezando; la neblina amortiguaba su voz y la hacía parecer baja, acallada. Grif paseaba por la cubierta, y bajo la capa de piel de lobo, la cota de malla tintineaba sin cesar. De cuando en cuando se llevaba la manó a la espada solo para comprobar que aún le colgaba al costado. Rolly Campodepatos se encargaba de la pértiga de estribor, y Yandry de la de babor, mientras que Ysilla llevaba el timón.
—Este lugar no me gusta nada —masculló Haldon Mediomaestre.
— ¿Os da miedo un poquito de niebla? —se burló Tyrion; pero lo cierto era que había mucha, mucha niebla.
En la proa de la Doncella Tímida, Grif el Joven llevaba la tercera pértiga para apartar la barcaza de los obstáculos que iban surgiendo de la niebla. Habían encendido fanales en proa y popa, pero la niebla era tan densa que el enano solo veía una luz que flotaba delante de él y otra que lo seguía. La misión que le habían encomendado era cuidar del brasero para que no se apagara.
—Esta niebla no es normal, Hugor Colina —insistió Ysilla—. Apesta a brujería, como sabríais si tuvierais nariz con que olería. Más de una embarcación ha desaparecido aquí, desde barcazas y navíos pirata hasta grandes galeras fluviales. Vagan por la niebla sin rumbo, en busca de un sol que los esquiva, hasta que el hambre o la locura acaban con ellos. El aire está lleno de espíritus inquietos, y dentro del agua hay almas en pena.
—Ahí veo una—comentó Tyrion.
A estribor, surgida del lecho lodoso del río, había aparecido una mano suficientemente grande para aplastar el barco. Solo las yemas de dos dedos sobresalían de la superficie, pero cuando la Doncella Tímida pasó junto ellos, Tyrion alcanzó a ver el resto de la mano ondulante bajo las aguas, así como un rostro blancuzco que miraba hacia arriba. Hablaba con tono despreocupado, pero no estaba tranquilo. Aquel lugar tenía algo de maligno; olía a muerte y desolación.
«Ysilla tiene razón. Esta niebla no es natural. —En aquellas aguas medraba algo maléfico que también impregnaba el aire—. No me extraña que los hombres de piedra se vuelvan locos.»
—No os burléis —advirtió Ysilla—. Los muertos que susurran detestan a los vivos por su calidez, y siempre están buscando almas condenadas que se les unan. —No creo que tengan mortajas de mi talla. —El enano removió las brasas con el atizador.
—El odio no es lo que motiva a los hombres de piedra, o no tanto como el hambre. —Haldon Mediomaestre se había cubierto la boca y la nariz con una bufanda amarilla que le amortiguaba la voz—. En estas nieblas no crece nada que un hombre en su sano juicio quiera comer. Los triarcas de Volantis envían una galera río arriba con provisiones tres veces al año, pero los barcos de ayuda suelen llegar tarde, y a veces transportan más bocas que comida.
—Debe de haber peces en el río —apuntó Grif el Joven. —Yo no me comería un pez que saliera de estas aguas —replicó
Y silla.
—Y sería buena idea no respirar esta niebla —aportó Haldon—. Nos rodea la Maldición de Garin.
«La única manera de no respirar la niebla es no respirar.»
—La Maldición de Garin no es más que la psoriagrís —dijo Tyrion. Aquella enfermedad atacaba sobre todo a los niños, y más en climas húmedos y fríos. La carne afectada se tomaba rígida, se calcificaba y se resquebrajaba, aunque según había leído, el avance se podía detener con barros, cataplasmas de mostaza y baños de agua casi hirviendo, según los maestres, o con oraciones, sacrificios y ayuno, en opinión de los septones. La enfermedad acababa por remitir, dejando a sus jóvenes víctimas desfiguradas pero con vida. En una cosa sí estaban de acuerdo maestres y septones: los niños que llevaban la marca de la psoriagrís no padecerían nunca la enfermedad en su forma más rara y mortífera, y tampoco su temible prima, la veloz peste gris—. Por lo que se dice, la culpa es de la humedad. Lo que hay en el aire son humores malignos, no maldiciones.
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Danza de Dragones
Fiksi IlmiahDaenerys Targaryen intenta mitigar el rastro de sangre y fuego que dejó en las Ciudades Libres e intenta erradicar la esclavitud de Meereen. Mientras, un enano parricida, un príncipe de incógnito, un capitán implacable y un enigmático caballero acud...