El caballero perdido

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«No tendría que tardar tanto —se dijo Grif mientras recorría de un lado a otro la cubierta de la Doncella Tímida. ¿Acaso habían perdido a Haldon, igual que habían perdido a Tyrion Lannister? ¿Lo habrían atrapado los volantines?—. Tendría que haber mandado a Campodepatos con él.» No se podía confiar en Haldon ni dejarlo solo; lo había demostrado en Selhorys al permitir que escapara el enano.

La Doncella Tímida estaba amarrada en uno de los peores sectores del largo y caótico puerto fluvial, entre una barcaza escorada que no se había movido en muchos años y la chalana pintada de colores vivos de un teatro de títeres. Los titiriteros eran un grupito escandaloso y animado que pasaban el rato atacándose entre sí con discursos sacados de sus obras, más borrachos que sobrios.

Era un día cálido y bochornoso, como lo habían sido todos desde que pasaron los Pesares. El inmisericorde sol del sinazotaba la ribera de Volon Therys, pero aquella era la menor de las preocupaciones de Grif. La Compañía Dorada había acampado algo más de una legua al sur de la ciudad, mucho más al norte de lo que esperaba, y el triarca Malaquo había acudido con cinco mil hombres a pie y mil a caballo para cortarles el paso hacia el delta. Daenerys Targaryen seguía a un mundo de distancia, y Tyrion Lannister... En fin, podía estar en cualquier lugar. Si los dioses fueran bondadosos, la cabeza cortada del Lannister ya estaría a medio camino de Desembarco del Rey, pero lo más probable era que estuviera sano y salvo, cerca de allí, más borracho que una cuba y tramando alguna nueva infamia.

—Por los siete infiernos, ¿dónde está Haldon? —se quejó Grif a lady Lemore—. ¿Cuánto se puede tardar en comprar tres caballos?

—Mi señor —respondió ella mientras se encogía de hombros—, ¿no sería más seguro que el muchacho siguiera aquí, en la barcaza?

—Más seguro, sí; más inteligente, no. Ya es un hombre hecho y derecho, y este es el camino que nació para recorrer.

Grif no tenía tiempo ni paciencia para objeciones. Estaba harto de esconderse, harto de esperar, harto de tanta cautela.

«No me queda tiempo para la cautela.»

—Hemos hecho un gran esfuerzo para mantener oculto al príncipe Aegon todos estos años —le recordó Lemore—, Sé que llegará el momento en que deba lavarse el pelo y revelar su identidad, pero aún no, y menos ante un campamento de mercenarios.

—Si Harry Strickland quiere hacerle algo, no podremos protegerlo en la Doncella Tímida. Strickland tiene diez mil espadas a sus órdenes; nosotros tenemos a Pato. Aegon es todo lo que se puede esperar de un príncipe; seguro que Strickland y los demás se darán cuenta. Estos son sus hombres.

—Son sus hombres porque vos les habéis pagado; en realidad son diez mil desconocidos armados, sin contar a los parásitos ni a las vivanderas. Es suficiente que nos traicione uno para que acaben con nosotros. Si la cabeza de Hugor valía un señorío, ¿cuánto estará dispuesta a pagar Cersei Lannister por el heredero legítimo del Trono de Hierro? No conocéis a esos hombres, mi señor. Han pasado doce años desde que cabalgabais con la Compañía Dorada, y vuestro viejo amigo ha muerto.

«Corazón Negro. —Myles Toyne estaba tan lleno de vida cuando Grif lo vio por última vez que le costaba aceptar que hubiera muerto—. Una calavera dorada en la punta de una pica, y Harry Strickland, Harry Sintierra en su lugar.» Sabía que Lemore no andaba desencaminada. Los hombres de la Compañía Dorada eran mercenarios, por muy caballeros y señores que hubieran sido sus padres y abuelos en Poniente antes del exilio, y no se podía confiar en un mercenario. Aun así...

La noche anterior había vuelto a soñar con Septo de Piedra. Iba de casa en casa solo, con la espada en la mano; derribaba puertas; subía por escaleras; saltaba de tejado en tejado mientras en sus oídos no dejaban de resonar las campanas distantes. El tañido grave del bronce y los tonos musicales de la plata le reverberaban en el cráneo, en una cacofonía enloquecedora que se fue haciendo cada vez más insistente hasta que le pareció que le iba a estallar la cabeza.

Danza de DragonesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora