32. Sorpresa.

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Ana se encontraba muy entretenida coloreando una silueta, era un dibujo de un oso, sus colores eran de cera, el doctor lo había recomendado, su cabeza reposaba hacia un lado mientras su lengua se encontraba de fuera concentrándose en lo que hacía, el color café que sostenía en su mano se encontraba moviéndose sobre la hoja.

Steve observaba con una sonrisa a la joven que se encontraba sentada en el piso de la sala del departamento, mientras en la pequeña mesa se encontraban sus útiles como ella lo llamaba de "kínder".

—Toma —Steve dejo un poco de fruta muy bien picada en un plato de plástico a un lado de ella.

—Gracias —Ana sonrió en agradecimiento al rubio—. Esto es tan entretenido —comentó ella para tomar un trozo de durazno—. No me he salido de la línea —sonrió con orgullo. Steve sonrió de manera enamorada para dejar un beso en la cabeza de la chica—. ¿Por qué siempre me miras de esa manera? —curiose ella.

—¿Cómo es que te miro?

—Así —señalo—. Cómo la haces ahora.

—¿Cómo lo estoy haciendo?

—Con amor —aclaró—. No es que me moleste, pero bueno, tengo un par de semanas viviendo contigo, tu sueles ayudarme en mis terapias, cuidas de mí, me alimentas —aquello hizo sonreír a la mujer—; pones películas, son tantas cosas, que suelen confundirme.

—¿Confundirte? —preguntó un confundido Steve.

—Si, eres muy amable conmigo, y bueno tú y yo estábamos en una relación a lo que sé y me han dicho, incluso mi hermana me dio mis diarios que los leí hace tiempo, y no sé —ella se encogió de hombros.

—¿No sabes que, amor?

—Eso —aclaró—. Sueles llamarme por apodos cariñosos, suele decirme amor siempre, nos dormimos en la misma cama, sueles acurrucarte conmigo cuando vemos películas, tomas mis manos siempre cuando salimos, no te molesta cuando nos cambiamos la ropa frente al otro, pero los únicos besos que recibo son en mi frente y en mi cabeza, ni siquiera sueles besar mi mejilla.

—No sabía que querías que te besara.

—Por supuesto que quiero que me beses —afirmo la joven un tanto desesperada—, eres mi novio, eres encantador, eres tan tierno, logras que mi corazón tenga paz a pesar de latir tan rápido, sin contar lo atractivo que eres. Claro que quiero que me bese el hombre que me enamora cada día y... —el rostro de Ana fue tomado por las manos de Steve llevando su rostro hacia la joven donde junto sus labios con los de ella en un beso, que ahora sabia ambos deseaban.

Los labios de Steve se movían con suavidad sobre los de Ana, la cual sonrió en medio de este. Las manos de la chica se situaron en el cuello del hombre obligándolo a no separarse de ella tan fácilmente, quería que ese momento no acabara nunca.

—Yo también te amo —comunico Steve mientras mantenían sus frentes unidas y los ojos cerrados regulando ambas respiraciones.

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—Amor, ¿crees que puedas quedarte unas horas sola? —Steve tomo asiento a un lado de Ana quien miraba el capítulo de una serie.

—Si, por supuesto —asintió ella sin dejar de ver la pantalla de la televisión.

—Puedo llevarte a casa de tus padres si quieres, me sentiría más cómodo con ello.

—Estoy bien —aseguró—. Ya escuchaste al doctor, estoy recuperándome de maravilla y ya son veinticinco días sin síntomas, mi cuerpo y cerebro están en un noventa y tres. Ya no suelo caerme al caminar, las jaquecas se han ido, puedo masticar cualquier alimento, sostengo las cosas por mí misma, mi habla esta mejor que nunca y ya coordino sin problema. Estaré bien.

Libre - Tercera temporadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora