2:Era peligroso

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La seductora voz de ella reflejaba lo irritada que estaba.

—Mañana por la mañana a las ocho y media —contestó él—. No puedo encontrar más que excrementos de ratón en la despensa, así que si necesita cafeína para despejarse por la mañana, será mejor que traiga la suya. Vístase con ropa vieja… hace meses que la casa no ha sido limpiada.
Mañana nos veremos, señorita Anselmo.


Entonces colgó el teléfono con delicadeza. Pensó que ella era una de
las tantas mujeres que podía ser comprada y se preguntó si su aspecto físico estaría en concordancia con su voz.

Clara se vistió cuidadosamente a la mañana siguiente. Agarró una mezcla de café, unas bolsas de té y salió de su casa. Tardó diez minutos en llegar a la residencia Correa, minutos durante los cuales tuvo tiempo para pensar.
Desde el fallecimiento de Lucia Correa, hacía sólo unos días, los rumores se habían convertido en moneda corriente. Unos decían que el nieto de Lucia, Jorge, no había obtenido ni un céntimo de su testamento. Otros decían que había heredado todo y otros que estaba en Buenos Aires dandose la gran vida de niño mimado…

Sólo había consenso en una cosa. Las mujeres caían rendidas a sus pies y las amantes que había tenido eran famosas por su belleza, elegancia y riqueza.

Él no se había molestado en acudir al entierro de su abuela. Había llegado el día anterior, un día después del funeral. Por lo que ella sabía, él nunca había ido a visitar a Lucia cuando ésta estaba viva… había estado demasiado ocupado amasando su fortuna y acostándose con cada belleza que se encontraba…

Cuando llegó a la residencia Correa, se bajó del coche y llamó al timbre.
Sintiendo cómo le latía el corazón más deprisa de lo normal, oyó pisadas acercándose hacia la puerta. Entonces ésta se abrió y ella se quedó boquiabierta.
Jorge Correa estaba allí de pie, vestido con pantalones vaqueros y con una camiseta de algodón blanca que le marcaba cada músculo de su pecho. Era un hombre muy fuerte. Miró para arriba y se percató de que también era muy alto y de que tenía el pelo tan oscuro como la noche.
Era muy guapo. Tenía los ojos de un color azul intenso y las pestañas muy negras. Su nariz y su boca eran muy masculinas y provocaron que ella se sintiera débil con sólo mirarlo.

—Soy Jorge Correa —dijo él, mesándose el pelo y ahogando un bostezo

—. Lo siento, acabo de despertarme. Hs viajado mucho y para mi el cambio de horario es tormentoso, para mí es como si fueran las tres de la madrugada.

—Usted me dijo que viniera a las ocho y media —dijo ella con la tensión reflejada en la voz.

—Sí —dijo él, sonriendo—. Lo que demuestra las estúpidas decisiones
que tomo cuando estoy atontado. Pase y le enseñaré lo que quiero que haga —entonces miró el paquete que llevaba ella—. No me diga que eso es café… ¿café de verdad?

—Colombiano, regalo de una amiga

—Es usted una joya —dijo Jorge con fervor. La guió dentro de la casa y
cerró la puerta tras ellos.

La tenía agarrada por el codo y Clara estaba demasiado cerca de su
musculoso pecho, por lo que pudo percibir su fragancia masculina… la
fragancia de un hombre que se acaba de levantar de la cama…
No pudo evitar pensar en sexo desenfrenado.

—¿Hay algún problema? —preguntó él.

—¡No! Claro que no —espetó ella, pensado que quizá él durmiera
desnudo.

Ardiente DeseoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora