14: Hermanos

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Cuando Clara entró en la habitación del hospital, Bauty silbó groseramente y Daniel se quedó con la boca abierta.
Ella llevaba puesto un vestido de cachemir y unas botas de cuero.

-Deberías marcharte de vacaciones más frecuentemente, hermana... estás estupenda -dijo Gael débilmente.

Clara se acercó a darle un beso con los ojos llenos de lágrimas.

-Anoche me diste un susto más grande que cuando te caíste del roble hace nueve años.

-¿Cómo iba a saber yo que la cuerda se iba a romper? -dijo él-. El seguro se hará cargo de los gastos de reparación del coche. Más tarde me darán el alta y podré salir del hospital.

Bautista miró a su hermana con detenimiento.

-Llevas una ropa muy bonita, pero no es sólo eso. Tienes un aspecto distinto -le dijo.

-Ha estado con un hombre, ésa es la diferencia -dijo Gael.

-No vamos a comenzar a hablar sobre mi vida sexual -dijo Clara enérgicamente.

-¿Dónde está él? -Preguntó Daniel-. Tenemos que conocerlo.

-No ha venido.

-¿Te ha dejado que hicieras todo este viaje sola?

-Ha puesto a mi disposición su avión privado y una limusina alquilada -dijo
ella.

-¿Vas a seguir viéndolo cuando comiences a asistir a la escuela de arte? -intervino Bautista .

-Lo dudo. Sólo ha sido una aventura, corta y dulce. Ahora ya se ha acabado y preferiría cambiar de tema -contestó ella con frialdad.

-El tipo es un estúpido -dijo Daniel mordazmente.

-No pareces muy contenta -añadió Bautista.

-He estado muy preocupada por Gael -dijo ella evasivamente-. En el avión había mucha comida, así que he robado alguna cosa.
Espero que sigán teniendo el mismo apetito que cuando vivian en casa.

Entonces les enseñó los dulces y quesos que había llevado del avión.
No quería hablar de Jorge, ni en aquel momento ni nunca. Pero su determinación sólo duró hasta que aquella misma tarde fue al aeropuerto.

Gael ya estaba en su casa recuperándose y Bautista iba a regresar a la universidad.

Daniel iba a tomar un taxi que le llevara a su residencia.
Éste estaba ojeando un periódico mientras esperaban el vuelo de Bauty...

-Jorge Correa... ¿no es éste el tipo que te llevó a esa Isla en México?

Clara asintió con la cabeza y se forzó en no esbozar ninguna expresión. Su hermano le acercó el periódico.

-Pues parece que no te está echando de menos.

Allí estaba Jorge, en la página de sociedad. La fotografía captaba el momento en el que él, vestido de esmoquin, sonreía a una elegante mujer rubia que lo tenía agarrado por el brazo.
Mariana Du Pontt, que llegó desde París, disfrutó de la compañía del anfitrión del baile, Jorge Correa.

Al leer aquello, a Clara se le empañaron los ojos.

-Ya conocía su reputación antes de ir con él de vacaciones -dijo entre dientes.

-Desgraciado -comentó Daniel.

-Yo ya lo tengo superado -dijo Clara, tratando de que pareciera que lo decía en serio-. Supongo que lo que hace es tratar a cada mujer con la que está como si fuera lo más importante que jamás le hubiera pasado. Yo casi me lo creí, tonta de mí.

-Malnacido -gruñó Bautista

Sintiéndose aliviada, Clara oyó cómo llamaban para embarcar a los pasajeros del vuelo de su hermano y diez minutos después le decía adiós a Daniel.

-Llámame si necesitas un hombro sobre el que llorar -fue lo último que le dijo éste.
Lo necesitaba... en aquel mismo momento.

Estaba destrozada.

Ardiente DeseoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora