Dos días antes de la fiesta, Clara había decidido que necesitaba un vestido nuevo. Estaba embarazada, pero eso no era razón para no arreglarse y ponerse guapa. Había vuelto a la tienda en la cual Jorge y ella habían comprado antes de ir a Mexico. Allí encontró un vestido dorado muy bonito que le hacía parecer radiante. Pagó el vestido con su dinero.
En aquel momento, cuando tenían previsto salir en una hora, Jorge entró en su habitación, donde ella se estaba dando los últimos retoques de maquillaje.
—No dejes que me olvide de que sólo me he puesto rímel en un ojo — dijo entre dientes.
Él estaba impresionante vestido de esmoquin y se quedó mirándola a
través del espejo. Pudo ver su escote y la necesidad se apoderó de su cuerpo.—No importa si no te he visto durante cinco minutos, cinco horas o cinco días —dijo—. Nunca me imagino que puedas estar tan bella como estás.
La esperanza se apoderó del pecho de Clara. Él todavía la encontraba bella… Se dio la vuelta y le dio un beso en la boca. Jorge la abrazó y por un momento ella pensó que había ganado. Pero entonces él la apartó.
—Tengo algo para ti —dijo, sacando una cajita de su bolsillo y abriéndola.
La cajita contenía una elegante gargantilla de oro con un diamante en forma de lágrima y unos pendientes a juego. Tomó la gargantilla y se la puso.—He recorrido mucho camino—dijo ella, mirándose en el espejo.
—Eres la misma mujer, simplemente llevas ropa más cara. Eso es todo.
—No tenías que haberme comprado más joyas.
—Quería hacerlo.
Clara se preguntó si era para que no lo
dejara en ridículo delante de sus colegas. Estaba tontamente asustada ante aquella fiesta ya que iba a conocer a mucha gente poderosa y, seguramente, a algunas de las antiguas amantes de Jorge. Deseando que él la amara, tomó los pendientes y se los puso.—Gracias, Jorge —dijo, admirando el aspecto tan impresionante que tenía y aplicándose rímel en el otro ojo. No podía llorar ya que estropearía su maquillaje.
Una hora después ya estaban en la fiesta. Por una parte no fue tan mal como había esperado ya que Jorge estuvo todo el tiempo a su lado.
Pero por otra fue incluso peor ya que cuando la música comenzó a sonar, él la sacó a bailar. Ella le siguió el ritmo. Se sentía muy cerca, pero a la vez muy lejos de él. Se sintió desesperada, pero de ninguna manera iba a mostrar sus sentimientos… tenía demasiado orgullo como para hacerlo.
—Me siento como Cenicienta.
—Pues no desaparezcas a medianoche —bromeó Jorge.
—¿Dónde iría? —dijo ella, sonriendo—. He quemado mis puentes. Lo sabes tan bien como yo.
—No estoy convencido de que un puente quemado, ni dos, fueran a
detenerte.Clara se percató de que él no estaba tan seguro de ella como parecía.
Cuando la canción terminó, bailó con el secretario personal de Jorge, con un diplomático y con un magnate. Después comió en el delicioso bufé de la fiesta.
—Voy a refrescarme un poco —dijo tras un rato, tirando de la manga de Jorge—. Ahora vuelvo.
Él le sonrió como si ella fuese la única mujer de la sala, pero sabía que simplemente lo hacía para convencer a sus amigos y asociados.
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Ardiente Deseo
Fanfiction¿Aquel matrimonio sería alguna vez algo más que pasión y deseo? Después de cuidar de sus hermanos pequeños durante años, Clara Anselmo había conseguido por fin la libertad... y tenía intención de disfrutarla. Por eso cuando el millonario Jorge Corre...