19: Perdida de control

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—Espera un momento —jadeó—. ¿Has dicho que nos casaremos?

—No te quedes tan sorprendida. El matrimonio es la única manera lógica de actuar.

—¿Lógica? —repitió ella sin comprender—. ¿Qué tiene que ver la
lógica con esto? La gente se casa porque se ama, no porque sea lo lógico.

—Quizá si aplicáramos un poco más de lógica, las cifras de divorcios descenderían —dijo Jorge con sequedad—. Nos vamos a casar porque
estás embarazada.

—Ambos estamos embarazados.

—Está bien, está bien —concedió él. Era cierto; el niño era de ambos

—. Ningún hijo mío crecerá sin un padre y una madre que vivan en la
misma casa, sin estabilidad. Eso no es negociable.

—¡A mí me parece que nada es negociable

—Por mucho que me gustaría, no podemos volver atrás en el tiempo

—dijo él de manera cortante—. Yo soy más responsable por todo este lío que tú ya que yo era el que tenía experiencia. Así que me tengo que
ocupar de los resultados.

Clara se enfadó aún más.

—Lío —dijo—. Resultados. Es gracioso, pero yo pensaba que hablábamos de un bebé.

—Y así es. Maldita sea, por eso es que estamos manteniendo esta conversación.

—Que tú odias tanto como yo.

—Desde el principio te dije que el matrimonio no era para mí.

—Entonces acabarás odiándome. Me tendrás rencor. ¿Y qué bien le hará a nuestro hijo crecer en una casa en la que su padre no quiere estar casado con su madre? Baja al mundo real, Jorge; criar a los hijos sin pareja
no es tan malo.

—De ninguna manera —dijo él.

—¿Y esto es lo que tú llamas mantener una conversación?

—Vamos a hacerlo bien.

—Quizá te estés olvidando de algo. El matrimonio tampoco estaba en mis planes. El bebé es un hecho, el momento en el que ha venido es atroz
y ambos somos responsables de ello, pero yo necesito el mayor grado de
libertad posible ya que llevo años sin ella. ¿Casarme contigo? Eso no implica libertad.

—Pues criar a un hijo sola tampoco lo implica.

—Me las arreglaré —dijo ella tercamente.

Jorge no se podía creer que ella no lo aceptara de inmediato.

—Empecemos de nuevo —dijo, tratando de calmar su enfado—.
Primero; en la cama encajamos a la perfección. Segundo; yo te respeto. Y
el respeto es fundamental, Clara, es la base para cualquier matrimonio
decente.

—¿Y tercero? Tú no me amas y yo no te amo a ti. ¿Cómo podemos criar juntos a un hijo si no nos amamos? Es el amor lo que es fundamental, Jorge.

—¿Así que te crees todas las tonterías románticas que te cuentan en la radio y en la televisión?

Clara se enderezó.

—No me insultes. Yo crecí con unos padres que se amaban el uno al otro profundamente.

—Entonces es que tuviste muchísima suerte —dijo él bruscamente.

Ardiente DeseoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora