Capítulo 20. 'A tu lado el dolor no existe'.

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Es muy sorprendente como las cosas pueden cambiar de un momento para otro. Con sólo parpadear tu vida puede modificarse ya sea para bien o mal. Dependiendo de la perspectiva y el modo en el que quieras ver las cosas. Y como al final de todo, siempre te dejan una enseñanza, algo con lo que te quedas para toda tu vida, algo que te ayuda a seguir adelante, en caso de que lo aceptes. En mi caso, aunque no quisiera, siempre era para mal, no puedo evitar ser pesimista ante todo, simplemente no puedo dejar de pensar que todo lo que me llega a suceder es malo y que me lo merezco. Que yo me lo he ganado a pulso.

Las cosas buenas nunca llegan a mí, cuando un pequeño rayo de luz empieza a asomarse frente a mi como una esperanza de que todo será paz, llega como maldición una gran nube oscura, cargada de agua y tapa inmediatamente la luz dejándome ver oscuridad y frío.

Y siempre ha sido así.



Desde qué tenía 14 años, mi necesidad por ser aceptada y tener la perfección, llego a mi como una amenaza muy tentadora. No tenía amigos, la mayoría del tiempo me encontraba sola, únicamente mis libros y yo. Pero según mis padres, no era bueno para mi, así no era como debía pasar mi adolescencia; encerrada en mi habitación. Por eso Marco decidió intervenir y presentarme a la hija de un amigo que tenía mi edad, buscando que formáramos una amistad, pero el no contó con que ella ya forma parte de un grupo de amigas y para poder yo unirme a el debía seguir unas simples reglas. Ahí fue cuando pensé que habían llegado a salvarme de mi soledad, pensé que al fin iba tener amigas. E inicie en aquel mundo donde el aspecto físico era llamado perfección, el cual estaba demasiado alejado de mi. Por lo cual debería intentar con mayor esfuerzo hasta lograrlo.
Todo se basaba en dietas-bueno si al hecho de no comer se le pudiera llamar así-nada de comidas en el día, sólo un vaso de agua en la mañana, tarde y noche-si es que tenías suerte-. Y cada vez que cayeras en la tentación probando algún otro bocado, un pequeño corte en tu cuerpo tendrías que hacer para el castigo poder cumplir.

Era algo difícil para mi cumplir con eso, ya que yo siempre comía todo, los dulces eran mi delirio, pero si quería ser como ellas debía lograrlo.
Deje de comer por varios meses, luego mi cuerpo pedía a gritos alimento, obedeciendo comía, pero la culpa era demasiado grande para mi que sin pensarlo dos veces tomaba aquella afilada navaja y la pasaba varias veces por mis acabadas muñecas, destruyendo me de poco en poco.
Nunca se lo comenté a nadie, de nuestro pequeño grupo jamás salía ni una palabra. Simplemente estábamos amenazadas, aunque cuando lograbas acostumbrarte, después no lo decías por el simple hecho de la vergüenza, por el que dirán y se burlen de ti.

Aunque no lo creas esto es un vicio, uno en el que como otro, te cuesta demasiado salir, dejarlo.

Dos años pasaron, la primera chica no resistió más y falleció.
Yo llegue a parar al hospital más de dos veces, por falta de alimento o desangrado. Llegue a tener anemia. Cuando mis papás se enteraron gracias a Dios, fue en un buen tiempo, en el cual aún se podía hacer algo para salvarme.

Otro año más de esfuerzos, pero ahora para curar lo que yo misma había destruido en mi.
Recupere la mayoría del peso que había estado perdiendo, las heridas en mis muñecas lograron cerrarse, pero las cicatrices quedarían por siempre ahí, plasmadas, atormentando me día a día lo que llegue a hacer sin pensar en las consecuencias. Lo único que hasta ahora no pudo sanar, fue la soledad que sigue creciendo dentro de mi, la culpa por haber sido tan débil, y el no poder cortar la tentación que hasta hace poco volvió a mi, cuando una semana atrás volví a autolesionarme.

Hace algún tiempo que no sabía nada, de las demás chicas que estaban en el mismos grupo de'amistad' conmigo, nunca supe si pudieron salir de el...vivas.

Cerré los ojos fuertemente, no queriendo revivir aquel manojo de emociones que sentí hace tres años atrás.


Una fría gota de agua cayo en mi frente, haciéndome salir de mis pensamientos. Abrí los ojos, subiendo mi vista hacia el cielo, percatando me que estaba nublado, y que en cualquier momento llovería.

Cerré la puerta trasera del auto de Marco y camine apresuradamente hasta la casa.


Una semana había pasado desde que me fui a Cleveland sola, habían dado de alta a papá hoy en la mañana, por lo que decidimos venirnos de una vez, ya no soportábamos estar ni un minuto más en el hospital.
El accidente de papá no había sido tan grave, bueno eso es lo que habían dicho los doctores pero yo lo veía de una manera diferente. Tiene varios moretones por todo el cuerpo, una pequeña herida en la frente, dos costillas rotas y un brazo enyesado. Yo creo que eso si es grave, y más por las costillas.


-Cariño, ayúdame a subir a tu papá al cuarto-camine hasta la sala, encontrándome a mamá tratando de cargar con el pesado cuerpo de papá.

-Ya te dije Helena, que me dejes aquí en el sillón, no pasa nada si me quedo aquí- respondió papá un tanto frustrado por la insistencia de mamá.

-El doctor dijo que te pusiéramos en un lugar cómodo, y superficie completamente plana, para que puedas reposar- repitió exactamente las palabras que el doctor nos había dicho antes de venir.

-Y yo ya te dije que no es necesario mujer-se llevó una mano al puente de la nariz, que se encontraba con una curita blanca y se apretó ligeramente, haciendo una mueca de dolor. Al parecer se había olvidado de que seguía herido.

Helena le lanzó una mirada típica de ella cuando se debe hacer a fuerza lo que ella diga.
Papá lanzo un suspiro cansado y me acerque lentamente, para ayudar a mamá.

-Tu tómalo de las piernas y yo de lo brazos- asentí, mientras me acomodaba para hacer lo que me había pedido.
















{...}
















Después de tres horas, miles de quejidos por parte de papá cuando sin querer lo lastimábamos en las partes heridas, los múltiples regaños de mamá para que se callara ya que la desconcentraba y mis débiles brazos que no podían con el peso, terminamos simplemente agotados y con ganas de jamás volver a hacer eso si no teníamos ayuda de alguien con más fuerza.




La luna había salido, y el reloj en estos momentos marcaba las ocho pasadas de la noche. Y la lluvia no había cesado desde que habíamos llegado a la casa en la tarde.
Hoy era domingo, y mañana por ende, tenía que asistir a la escuela, toda la semana había faltado, tomando la palabra del Director al regalarme unos días por lo sucedido con papá.
El único que sabía que faltaría era Harry, pero de lo que me había ido eso si no sabía nadie, y mañana me tocaría explicarles, sobre todo a Sisa,que debe de estar demasiado preocupada, porque me imagino que todas las llamadas y mensajes que me llegaron de parte de ella-los cuales no contesté- no creo que hayan sido para hablarme sobre el clima.


Justo cuando iba a dejar el aparato en la cama, una llamada entró como desconocido.
Fruncí el ceño un tanto desconcertada por quien fuera el que se encontraba llamándome.

Un tanto desconfiada contesté.

-Abre la puerta de tu balcón- una voz gruesa se escucho del otro lado del celular. Una voz que conocía a la perfección, la cual me hacia sentir más de una emoción.

-¿Harry?- pregunte sorprendida, esperando que no haya escuchado mal.

Me quede algo confundida con el teléfono en el oído, escuchando la respiración de Harry.
¿Por qué quería que abriera el balcón? ¿Qué tenía planeado hacer?

Escuche unos golpes provenientes de afuera. Sigilosamente me acerque hasta ella. Corrí la ventana lentamente, encontrándome del otro lado una mirada verde esmeralda.
Lo vi hacer una sonrisa ladeada y leí un sus labios como claramente formulaba 'ábrela'.
Sin dudarlo, quite el seguro y le abrí.


Y una vez que estuvimos frente a frente cada uno, me di cuenta de cuanto lo había extrañado, aunque suene como el pensamiento más trillado, debido al poco tiempo que llevaba conociéndolo.

-¿Dónde estabas?- pregunto Harry en un susurro. Sentí su cálido aliento cerca de mi oído, haciendo que me estremeciera por completo.

-Fui a Cleveland- baje mi vista, recordando que la última vez que lo había visto, le mentí diciéndole que mamá vendría por mí.

-He estado viniendo todas las putas noches parado frente a tu balcón, esperando que abrieras- subí mi mirada, encontrándome con su rostro, el cual no pude descifrar cual era su expresión, estaba neutra, sin una sola emoción.
A veces Harry era tan desesperante, ya que podía llegar a ser muy predecible.

-Lo siento- fue lo único que se me puso ocurrir contestar.

Subió su mano a mi mejilla, y me dio una leve caricia, pasando su dedo índice hasta mis labios delineando los suavemente.

Estaba a punto de caer hipnotizada ante su mirada esmeralda, pero recordé la llamada que me había hecho hace unos pocos minutos antes.

-¿Cómo conseguiste mi número?- me aleje un paso de el, haciendo que su mano que tenía en mi rostro quedara suspendida en el aire.

-Tengo mis contactos- alzó una ceja, provocándome.

-Harry.....- advertí, más le valía explicarme o no me importaría cuanto lo hubiera extrañado, pues lo sacaría de mi casa.

-Leila...-vi una chispa de diversión un su mirada.
Fruncí el ceño. Empezaba a enfadarme, no era posible que mi miedo le causara gracia.

-¿Te estas burlando de mi?- pregunte exagerando un poco mi tono de sorpresa.

-No, yo sería incapaz de hacer una cosa así- sus labios formaron una hermosa sonrisa, la cual ha decir verdad, jamás la había visto en el. Y me alegro mucho saber que era dedicada completa y solamente para mi. Escuche como su risa inundaba la habitación, cuando hice una mueca de indignada.

Se acerco rápidamente a mi, y antes de que pensara en cualquier cosa, sus suaves labios se apoderaron de los míos.

Sus besos poco a poco se iban convirtiendo en una droga para mi, una en la cual no me importaría caer en una deliciosa adicción.
Gracias a el, podía olvidar todo lo que a mi alrededor me hacia daño, de todo lo malo, junto a el no necesitaba hacerme daño para cubrir el dolor, porque con el simplemente el dolor perdía el sentido, no existía.

Había llegado a mi como una extraña salvación, la cual esperaba no arruinar.













{...}















-Leila, ¿¡Por que demonios no contestabas tu maldito celular?!- gruño Sisa una vez que me vio entrar al laboratorio, hoy nos tocaba hacer una práctica de química, y sabiendo que era una de las materias favoritas de Sisa, me había convencido a mi misma de que se olvidaría de toda la semana que falté y no me interrogaría o gritaría en cuanto tuviera oportunidad. Pero como siempre la suerte nunca estaba de mi lado.

Cerré los ojos, esperando que cuando los abriera, ella no se encontrara frente a mi, sentada en un banquito con una clara expresión de ira. Trague saliva nerviosa y me acerque hasta donde estaba nuestra mesa.

-Lo siento- dije poniendo las manos frente a mi, protegiendo me de que se le ocurriera hacer otra cosa aparte de gritarme.

-Me vale una mierda tus disculpas, en este instante me vas a explicar porque no viniste a la escuela toda la puta semana, porque no contestaste mis llamadas y sobre todo donde jodidos estabas- al terminar su larga oración respiró agitada por el esfuerzo. No podía creer como tan tranquila decía una sarta de maldiciones en una sola oración, definitivamente era de tener cuidado con mi mejor amiga.

-Te lo contare, te lo prometo, pero ahorita no es el momento- mire a mi alrededor percatando me de como todos los compañeros que se encontraban presentes no apartaban la vista de nosotras y como cada vez iban acercando su banco disimuladamente para alcanzar a escuchar mejor.

Solté un suspiro, mientras sentía la mirada recriminatoria de la gemela en mi.

-Esta bien, pero en cuanto crucemos esa puerta-apunto hacia la salida del laboratorio- Me vas a contar todo-su voz remarcó la última palabra, dándome una clara advertencia. Se giró, acomodando se mejor en su asiento y abrió su libreta.

Me le quede viendo por unos segundos, muy contrariada por sus cambios de actitud. En verdad, estaba empezando a creer que todos en esta escuela tienen serios trastornos de bipolaridad.


Alce mi vista, y di un brinco por el susto de encontrarme a Harry frente a mi. Se acerco lentamente hacia mi lugar. Su mirada escudriñando me, mi piel se puso de gallina.

¿Qué estaba haciendo aquí? Esta clase definitivamente no me tocaba con el.

No dejo que de mi boca saliera alguna pregunta sobre el porque de su visita, porque sin más estampó sus labios con los míos. Creo que se le estaba haciendo costumbre robarme cada dos por tres los besos que se la antojaban.

Abrí los ojos desmesuradamente ante tal sorpresa, pero se me cerraron en segundos al sentir su cálido tacto, siguiéndole sin más el movimiento, haciendo más placentero el contacto de nuestros labios entrelazados.




Escuche el jadeo de todos las personas que se encontraban en el aula, pero escuche con mayor claridad el de Sisa, que se encontraba a mi lado.











***





¡HOLA! NO ME MATEN POR FAVOR! Estos días han sido muy muy estresantes para mi, exámenes, tras exámenes y a los maestros se les ha dado por dejarnos miles de tareas y trabajos en equipo pero bueh...... AQUÍ TIENEN EL CAPÍTULO NUEVO ESPERO DE TODO CORAZÓN QUE LES GUSTE!

NO SE LES OLVIDE VOTAR Y COMENTAR SI QUIEREN QUE LA SIGA. GRACIAS POR LEER Y VOTAR Y GRACIAS A TODAS LAS QUE COMENTAN.

EL PRÓXIMO CAPÍTULO TRATARE DE SUBIRLO EL SÁBADO PARA NO HACERLOS ESPERAR MÁS, YO CREO QUE ESTARÉ SUBIENDO MIERCOLES Y SÁBADO ¿LES PARECE?

Sin más me despido, que tengan una linda semana, muchos besos!!!!! LOS QUIERO A TODOS! :DDDDD x

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Vendetta {Harry Styles} TERMINADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora