Capítulo 14.

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Undécimo día en el infierno

Hoy, milagrosamente, no me despierta Collings.

El espacio que ha dejado Karl es inmenso. Solo ocupaba un pequeño lugar en la pared pero un gran espacio en el corazón de Collings, si es que tiene.

En el piso hay un pedazo de una venda, seguro es de Karl. La enrollo en mi muñeca, la mantendré ahí hasta que por algún motivo se me caiga.

-Alexander, ya está listo tu desayuno, sal a desayunar.-

La voz de Collings suena amable. Me pregunto qué sentirá ahora que Karl ya no estará con nosotros.

Es la primera vez, desde que estoy aquí, que mis alergias están al cien por ciento. Amanecí resfriado. Miro la ventana y está abierta, debe ser por eso.

Karl todas las noches la cerraba y procuraba que siempre estuviera bien cobijado. Veo que también me hará falta a mí.

Busco en los cajones algún trapo con el cual pueda limpiarme la nariz, un trozo de papel suave es suficiente, salgo de la habitación y voy al comedor. Collings me recibe con los buenos días.

-Buenos días señorita Collings.-

-¿Cómo amaneciste?-

-Resfriado, estaba la ventana abierta y entró el frío.-

-Oh, no te preocupes, te prepararé un té caliente, el tradicional de aquí.- ¿Tradicional? De seguro tendrá sangre y bichos. Collings se va a la cocina, se escucha que está preparando algo. Yo me pongo a desayunar, interrumpidamente porque, la gripa no se me corta.

-Aquí está tu té.-

-¿De qué es?-

-Son especias que solo se pueden encontrar aquí, en el infierno.-

-¿No tiene sangre, bichos o algo así?-

-Claro que no. Lo único que tiene son hierbas y agua.-

Cuando vivía en la Tierra y mi madre me preparaba té, lo que hacía era hacer el sonido de cómo si estuviera tomándolo, pero en realidad no, y así seguía haciendo hasta que se iba mi mamá, ahí era el momento indicado para tirarlo por el lavabo. Nunca me gustó el té caliente y por lo tanto, tenía que recurrir a otros remedios para calmar la gripa.

Supongo que Collings se molestaría si tiro su té, así que intento dar un trago, lento, cuidando de no quemar mis labios con el calor de la taza.

-Hmm, está rico.-

-Gracias, es la primera vez que hago té.-

-¿Qué no era tradicional?-

-Desde hoy lo será.-

Termino de desayunar en silencio y paz. Tomo mi plato y la taza y las coloco en el lavabo.

-Gracias por el desayuno.-

-De nada pero, siéntate, tenemos algo de qué hablar.-

-¿De qué hablaremos?-

-Nada importante. Quiero decirte que hoy es el día sin Terror. Un día al año se celebra este día en memoria de las vidas que tuvimos. No se hace ningún festejo en especial. Lo único que hacemos todas las personas del infierno es reunirnos cada quien en su casa y rememorar esos momentos que pasamos en vida, desde lo feo hasta lo bonito. Recordamos a nuestros familiares y les deseamos la pronta muerte.-

-Entonces, ¿sólo contaremos historias?-

-Sí, quiero que tu empieces.-

-Está bien. Cuando tenía nueve años, mi hermano y yo solíamos jugar fútbol en la cochera de mi casa. La diferencia entre la edad de él y la mía era muy notoria, él era seis años mayor que yo. Obviamente mi cuerpo no era nada comparado al de él. Él era más ágil, más alto, más rápido y sobre todo, más fuerte. Un día, jugábamos tranquilamente, el balón sufrió un desperfecto y se ponchó, tuvimos que seguir jugando así el cual fue nuestro primer error. Cuando un balón está ponchado, su peso aumenta y es más peligroso al momento de recibir un golpe. Mi hermano no tuvo esa precaución y tiró a gol, con una fuerza muy superior a la que había mostrado anteriormente, yo como portero, traté a toda costa de que el balón no entrara y lo logré, pero el impacto del golpe fue tan grande, que dobló mi muñeca por completo y se partió en dos. Corrí aterrorizado hacia adentro de casa y me tiré al suelo.-

-¿Por qué corriste adentro de tu casa?-

-Porque mis papás estaban afuera, no quería que vieran que mi hermano me había golpeado para que no lo regañaran.-

-¿Y qué pasó?-

-Mi hermano, al ver que mi cara de sufrimiento no se quitaba, le habló a mis papás, me llevaron a urgencias y las radiografías mostraban mi muñeca rota. Mis papás comenzaron a regañar a mi hermano, él se desesperó y tomó la decisión de ya no hablarme, sólo para que mis padres no lo regañaran cada vez que me golpeaba.-

-¿No hablaste con él?-

-Lo intenté varias veces y ninguna funcionó...-

-Vaya, debió haber sido difícil.-

-Sí, pero comprendí que él no me necesitaría nunca más y, solo pude aceptar su rechazo.-

-Cuando yo tenía 16, mi padre, un machista, me lanzó a la calle, a escondidas mi madre me dio una gran cantidad de dinero, lo suficiente para sobrevivir un mes. Se preocuparon por mis estudios, pagaban mis colegiaturas, solo querían enseñarme a ganar las cosas por mi cuenta. Un día conocí al presunto "amor de mi vida", gracias el destino, me di cuenta de quién era. Y lo maté.-

-¿Qué sintió al matarlo?-

-Felicidad, deseos de que volvería a vivir solo para verlo morir en mis manos una vez más. Sentí una gran satisfacción. Sentí poder. Sentí libertad y sentí una gran autovaloración al poder liberarme de tantas cadenas y tantas barreras que me ponía en el camino.-

-¿Qué tanto lo amaba?-

-Lo amé tanto que fui capaz de matar a mi abuelo, a mi padre y algún otro familiar que él mismo me decía que matara. Fui capaz de matar por él pero, su nula inteligencia le hizo creer que yo nunca le haría daño, y nunca lo hice, solo le causé unos cuantos segundos de sufrimiento y agonía. Lo suficiente para que se arrepintiera.-

-¿No sintió culpa?-

-Sí. Pero la culpa la comencé a sentir cuando descubrí su infidelidad. Sentí culpa de no haberme dado cuenta que solo me estaba usando, que me quería por conveniencia y no por amor. Me sentí culpable de eso. Pero mírame, soy feliz aquí, contigo.-

-¿Es feliz conmigo?-

-Claro que sí. Nunca había conocido a un chico como tú.- Las declaraciones de Collings a veces me aterran.

-¿Y qué tengo de especial?-

-Que eres capaz de soportar todas las adversidades que existen y aun así seguir luchando por su objetivo, que es amar.- No me había dado cuenta de eso hasta que me lo dijo.

-Mm bueno pues gracias. Me parece algo lindo de su parte que admire eso de mí.-

-De nada. Sabes que a veces pienso que es lo que haría sin ti.-

-¿Y qué haría?-

-Olvídalo. Ve a dormir, ya es tarde.-

-¿Qué horas son?-

-Sólo vete a dormir, por favor.-

Viendo que es la primera vez que me pide algo por favor, le obedezco.

Hoy se comportó muy extraña, aunque pensándolo bien, ella es así.

Me alegró un poco el día y me da un poco más de tranquilidad para afrontar los últimos dos días que me quedan aquí.

Traición en el infiernoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora