Lágrimas en Barcelona

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La blanca puerta se encontraba frente a mi, amenazando que si la abría, miles de recuerdos vendrían a mi pecho, como pequeños alfileres a recordarme todo.

-¿Estás segura que queres hacer esto? -preguntó mi mamá-

-Sí

No, no lo sabía. ¿Quería entrar ahí? ¿Quería ver el departamento de Luana? ¿Quería revivir ésos 3 meses en los que simplemente reímos y disfrutamos de ser nosotras? En los que había logrado olvidarme un poco de Lionel. Ahora era imposible, ya que estaba aquí, me seguía a todas partes. Por un lado, estaba agradecida, y por el otro lo odiaba. No quería que me viera así, destruida, ojerosa, sin vida.

-Si no queres, volvemos otro día, cuando estés lista. O si queres yo busco tus cosas y así no tenes que entrar

-No, tengo que hacerlo yo

Tomé valor, puse la llave, y abrí la puerta. El lugar estaba limpio, seguramente la madre de Luana había venido a limpiar todo. Con pequeños pasos, lentamente, dirigí mi rumbo a mi habitación. Como intentando no despertar a los fantasmas, que amenazaban con aparecer en mi cabeza.

Entré a mi cuarto, y puse toda mi ropa en un bolso. Tomé las fotografías que había pegado en las paredes. De mis viajes, la mayoría con Luana, las otras con Lionel. Cuando todo había sido guardado, tomé mi guitarra y salí, dispuesta a retirarme del lugar.

Pero algo me llamaba desde el otro lado del pasillo. Unos golpes en la puerta del cuarto de Lu, como si alguien estuviera llamandome a entrar. Seguramente los ruidos estaban en mi cabeza.

Cuando finalmente abrí la puerta, todo estaba como la última vez que ella había estado ahí. Supongo que Lili, su madre, no había tenido el valor de entrar. Me senté en su cama, y acaricie las sábanas. Me recoste en ella, para oler su perfume, para conservarlo en mi para siempre.

En el techo, había varias fotografías pegadas, al igual que en mi cuarto. Éstas también eran de sus viajes y de nosotras dos, la mayoría haciendo muecas y riendo.

Las despegue a todas, y las guarde en mi mochila. No creo que a su madre le importe.

Ordene todo, tendi su cama, acomode toda la ropa en su armario, y barri un poco. Antes de retirarme, volteé, miré atentamente todo el lugar, para guardarlo en mi mente. Para conservarla en mi. Y finalmente, como un susurro, me despedí:

-Adiós -y cerré la puerta tras de mi-

La imaginé sentada en su cama, sonriendome. Era mi imaginación, por supuesto, pero la veía ahí. Se estaba despidiendo de mi.

-

Ya había pasado casi un mes, y yo seguía en Buenos Aires. El doctor que me operó me había derivado a un psiquiatra que había estado viendo desde entonces, y no quería que me fuera hasta que él me analizara y pudiera darme finalmente el alta.
Era un hombre viejo, gordo y arrugado. Me recordaba un poco a Churchill.

-¿Cómo te has sentido últimamente?

-Siempre pregunta lo mismo, y siempre respondo lo mismo -dije encendiendo un cigarrillo- No lo sé, ni me importa

-¿No te importa tú salud?

-¿Por qué debería?

-Porque eres una sobreviviente

Reí ante la ridiculez de lo que había dicho.

-No me cure de un cáncer, simplemente no morí. ¿Por qué yo sobreviví y no Luana?

-¿Te sientes culpable?

-No... No lo sé, sólo digo que no entiendo por qué yo merecía vivir y ella no

-Bueno, éso es algo del destino, Mara

-El destino es una mierda

Preguntó un par de cosas más, pero no respondía. Finalmente llamó a mi madre para que ingresara a la habitación, junto con -adivinen quién- Lionel. No se había separado de mi. Incluso pagó por un hotel, y él se hospedaba en el cuarto de hotel. Un día le pregunté si no tenía que entrenar o algo, y me dijo que había pedido el mes. Le pregunté si sus jefes no se habían molestado.

"Si me quieren en su equipo, me esperarán" había respondido.

-Señora, lo que voy a decirle es... algo delicado. El trauma por el accidente de su hija Mara, sumado a la muerte de su amiga Lana

-Luana -lo corregí-

-Disculpa, Luana... como decía, el trauma es muy grave. Su hija sufre un cuadro de depresión bastante grave, y creo que puede derivar en tendencias suicidas

Mi mamá comenzó a llorar, Lionel simplemente se quedó callado, pero pude ver que sus manos temblaban. Yo no entendía. Admito que estaba triste, pero ¿suicidarme? No lo había pensado. Porque en realidad, para mi, yo ya estaba muerta.

-Creo que necesita a un especialista en el tema. Yo no soy uno de ellos, pero puedo recomendarle varios colegas

-¿Cuál es el mejor? -preguntó Lionel al instante-

-Bueno, éso depende del paciente. Tengo a alguien en mente, pero no vive aquí

-¿Dónde vive? -insistió él-

-En España, Madrid, para ser exacto

-Perfecto, ¿puede darme su número?

-Antes que nada, quiero informarle que no es nada barato

-El dinero no es problema

-Y para ti, Mara -dijo mirándome- debo advertirte que es una mujer muy profesional y estricta. Ella no te va a decir las cosas que quieras oír, te dirá la verdad, aunque duela

-¿Cuál es la verdad? ¿Que estoy loca?

-No estás loca, sólo triste

Dejamos el estudio, y subí al auto de Lionel. Mi mamá y él se habían quedado en la puerta a hablar con el doctor. Hablaban sobre algo, y la cara de mi madre parecía preocupada. Lionel le habló un poco, como convenciendole de algo. Finalmente ella asintió y lo abrazó. Luego subieron al vehículo.

-Vas a venir a vivir conmigo -dijo Lionel apenas entró-

-¿Qué? ¿Por qué?

-Porque la doctora vive allá, y no la podemos hacer venir hasta acá
-Vos vivís en Barcelona, no en Madrid

-Pero es más fácil que vaya a Barcelona que venga a Argentina
-No, dije que no. Aparte mi vieja no va a querer, ¿verdad mamá? -dije volteandome al asiento de atrás-

Mi mamá habló bajo, como temiendo a cómo reaccionaría ante su respuesta.

-Lo pensé, y creo que es lo mejor

No lo podía creer. Mi mamá, mi propia madre.

-Queres deshacerte de mi

-¡MARA! ¿Cómo voy a querer deshacerme de vos? Sos mi hija, te amo. Y por éso quiero lo mejor para vos. Y ésa doctora parece lo mejor

-Te propongo algo -dijo Lionel- Lo intentas un mes, y si no ves resultados, te volves y buscamos otro doctor acá

-Te propongo otra cosa. ¿Por qué no me dejas de molestar y seguís con tu vida?

Se quedó callado, y su mirada cayó.

-Porque vos sos mi vida -dijo mirando al frente y acelerando-

Mi corazón se hizo añicos. Era una imbécil, él intentaba ayudarme, y yo lo insultaba. No podía permitirme dañarlo, no a él. Sabía que si Lionel se ocupaba de mi, iba a resultar herido. Últimamente todo lo que tocaba se rompía. No quería que me amara, porque yo no podía amarlo. No así, no como se debe amar a alguien.
Sólo quedaba una salida: hacer que me odiara.

Gol Del Destino (Lionel Messi)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora