2- Becca
Becca Simmons encendió la lámpara de mesa de su habitación pasada la medianoche, sin ningún motivo en especial. No era la primera vez que no conciliaba el sueño, pero esta vez era diferente. Sus ojos se dirigían constantemente a la ventana entreabierta que crujía con cada sacudida del viento otoñal que se colaba por ella, pero a Becca el sonido le relajaba. Al menos era mejor que el silencio mortal que se producía allí cada noche.
Muchas veces Becca se preguntaba si había sido buena idea mudarse a vivir sola. Por supuesto, se había librado de las constantes preguntas y vigilancias de sus padres, pero a un precio muy alto: la soledad.
La mejor terapia de choque ante esos pensamientos tan deprimentes era encender de nuevo las luces, poner la música alta (su reproductor inició Starships) y servirse algo del armarito encima de la nevera, que se había asegurado de aprovisionar de alcohol para situaciones desesperadas. Esa lo era.
Se trasladó al sofá y recogió su larga melena rubia en un primitivo moño que nunca dejaría ver a nadie que no fuera ella. Bueno, quizás a Austin.
Austin Radwell era su novio formal desde hace poco más de cinco meses. Era guapo, atlético y manejable, y eso era todo lo que Becca buscaba en una pareja ideal. Ella era el cerebro.
Desbloqueó su móvil donde un modelo de Abercrombie se la comía con los ojos desde el final de pantalla y le envió un mensaje a Austin. Seguramente respondería en cuestión de segundos, como siempre. Se moría por sus mensajes.
"Hey, nena."
Becca no se equivocaba. Su mente empezó a maquinar algo para no pasar la noche sola.
"¿Has terminado ya el entrenamiento?"
Austin, como no, era el capitán del equipo de fútbol del instituto. Podía decirse que era un tópico y típico americano, pero también volvía bajo las faldas de Becca cada vez que ésta se lo pedía.
"Sí,vuelvo a casa."
No, qué va, pensó la chica. Le propuso pasarse por su apartamento. Era jueves por la noche, los dos podrían ir juntos a clase a la mañana siguiente. O no. Dependía de cómo se diera la velada. El chico no tardó el responderle.
"Claro, B. Ahora mismo voy."
Nadie la llamaba B, era una manía de Austin. Estúpidas manías de ponerle un mote a todo.
La música se paró de repente. Becca giró la cabeza, y suspiro aliviada. El reproductor se había desconectado de los altavoces. No era la primera vez que pasaba, tendría que pedirle a su padre que le agenciara uno nuevo.
Decidió esperar a Austin dándose un baño. A pesar de que la noche era fría, quería mantenerse despierta.
Preparó el baño y minutos después se desnudaba por completo y metía un pie en el agua. Su piel se estremeció. Se soltó el pelo, que cayó por su espalda como una cascada de oro e introdujo el otro pie, para después introducirse hasta el cuello. Cómo no, su móvil era resistente al agua, por lo que podía usarlo con total tranquilidad. Los minutos fueron pasando y el cristal del baño se empañó por completo antes de que Becca mirara extrañada el reloj. Hacía casi media hora que Austin le había dicho que iba hacia allí, y el campo de fútbol se encontraba a apenas tres manzanas. Sin contar con que Austin se presentaría en su descapotable azul eléctrico de alta gama. No era la única con unos progenitores adinerados, la fortuna Radwell era bien conocida en la localidad e incluso más allá, lo que suponía un auténtico logro. Nada salía de Covenwood, y lo que salía, se marchitaba. Era como vivir en un universo alternativo. Lástima que Becca fuera a romper la maldición al irse a vivir a París, la ciudad del amor y de la moda. Apenas podía esperar.
Un golpe seco proveniente del recibidor la saco de sus pensamientos. Antes de darse cuenta, Becca había salido de la bañera, se había armado con el secador, que sujetaba como si de una pistola se tratase, y sus pies se conducían hacia el origen del ruido, contradiciendo su sentido común. Las gotas salpicaban el parqué, pero Becca no se fijó en eso. Clavó sus uñas aún más en su arma, inconscientemente, y observó la ventana entreabierta. No recordaba haberla abierto tanto. Se asomó, era un segundo piso. La fachada de ladrillo estaba fría como el hielo y Becca retiró la mano inmediatamente. Había repetido a su padre por activa y por pasiva que necesitaba unas rejas para esas ventanas. No muy agobiantes, pero que impidieran el paso de un ser humano. De pronto se le cruzó una idea por la cabeza. Era Austin. Estaba intentando asustarla, por supuesto. ¿Cómo no había caído?
-¡Se que estás ahí! Sal para que podamos divertirnos.
Austin le respondió, pero a través de un mensaje.
"No te preocupes. La diversión acaba de empezar."
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Tras la máscara
HorrorLa pequeña población de Covenwood siempre ha estado envuelta en el misterio y en el anonimato. Incluso cuando un maniaco enmascarado empieza a sembrar el terror con acertijos macabros y asesinatos al más puro estilo de una película de terror, los jó...