4- Elegía penitenciaria (1)

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1- John

-Rick Evans.
Al oír su nombre el chico se levantó del modesto camastro de su celda y arrastró los pies hasta la puerta. No dijo nada durante el trayecto a la sala de interrogatorios, pero tenía la cabeza alta y una sonrisa de oreja a oreja, igual de tétrica que la
de la máscara, pensó John.
Cuando llegaron, se sentó en la silla de plástico y cerró los ojos. El abogado de la familia Evans se encontraba a su derecha, así que no esperaba sacar mucho del interrogatorio.
-Señor Evans, ¿asesinó usted a Wendy Hawthorne?
El abogado saltó al momento de su asiento, con un dedo acusador.
-Mi cliente no responderá a preguntas que lo incriminen de tal manera y...
-Cállate, Artie.-dijo el chico.
Miró a los ojos de John, y prosiguió.
-Esa zorra se clavó una puta lanza medieval ella sola. Y hay como unos cincuenta testigos que estaban allí, incluido, por cierto, el capullo de su hijo, y lo vieron. Yo no la toqué.
John estaba perdiendo los nervios, no le gustaban los sospechosos que se desenvolvían con tanta facilidad. Y menos los que insultaban a su hijo.
-Quizás no la asesinaras, pero según el testimonio de esos testigos clave, ella te acusó del asesinato de su hermano justo antes de morir.
-¿Y? ¡Estaba loca! Sheriff, se auto empaló. Creo que eso dice mucho de su salud mental. Y lo entiendo, no es fácil perder a un hermano, es normal que acusara al primero que le cae mal. Y en una sala llena de familiares y seres queridos, me tocó a mí.
John lo miró dura y largamente.
-Me da igual lo que digas, chaval. Sé que la asustaste, así como mataste a Theodore Hawthorne y a Austin Radwell. Pero se te ha acabado. Hemos abierto una investigación contra ti, y muy pronto un juez te pondrá entre rejas.
-Que miedo. Dígame, sheriff, ¿cuántos asesinos en serie ha atrapado en Covenwood durante su mandato? Ah, ninguno. Eso es porque en Covenwood el crimen no se persigue, así como los pocos asesinos que hay tienen mucho cuidado. Pretendo ayudarle a que esa cifra se mantenga, y me temo que no encontrará nada que me incrimine por algo... Que no he hecho.
John perdió la paciencia.
-¡Maldito cabrón!
-¿Tiene miedo, sheriff? ¿Se escapan por primera vez las cosas a su control? Quizá usted lo creyera así alguna vez, pero este pueblo nunca le ha pertenecido. Solo permanecía dormido, latente. Que lástima que no se haya dado cuenta antes, podría haber hecho algo para impedirlo, pero ya no puede. Y por tercera vez, solo soy un inocente con mala suerte. ¡Artie!
El estirado abogado pareció volver a su postura acusadora como si se tratara de una marioneta que regresa a la vida.
-La defensa solicita la liberación inmediata de mi cliente, ya que no se ha encontrado ninguna prueba que no sea circunstancial que pueda confirmar que tuvo algo que ver con estos horribles sucesos. Fin del interrogatorio.
John salió del despacho furioso. Consigo mismo y con ese gilipollas que se iba a salir con la suya.
-John.
El detective Babeux se intentaba incorporar al rápido paso de John, pero solo consiguió un torpe trote con continuos tropezones.
-Jim, no tengo tiempo.
-Para esto sí. Uf, uf... Hay que soltar al chico.
John se paró en seco y dio la vuelta lentamente.
-¿Que coño dices?
-Los otros dos crímenes. El del chico Radwell y el del gemelo Hawthorne. No los pudo cometer Evans, tiene coartada. Para el primero estaba con su novia, una tal Sidney, o eso dice. Por desgracia, para el segundo su coartada es un poco más sólida. Estuvo en clase todo el tiempo, y el poco tiempo que estuvo fuera siempre fue acompañado por un gran grupo de personas. No pudo hacerlo.
-¿Y si tiene un cómplice?
-¿Para matar? Covenwood es un pueblo pequeño, John, eso solo pasa en las películas. Lo mantendremos retenido durante todo lo que podamos, pero si solo lo quieres hacer culpable de que una chica se asustara... Saldrá pronto.
-No sé que decir. Sabes tan bien como yo que ese chico está desequilibrado y que si lo dejamos libre seguirá cometiendo delitos. ¿Y si hace daño a mi hijo?
Babeux se encogió de hombros. "Es lo que hay."
John salió a tomar un café, todavía era media mañana y estaba cansado. Una mujer con tacones altos y un traje de chaqueta verde se le acercó nada más salir de la comisaría.
-¡Inspector! ¡Inspector!
Oh, dios, otra vez no. John conocía esa voz desde hace años, pero cada vez que la escuchaba una sensación de odio interno que le subía hacia la cabeza y hacía que le empezara a doler.
-Heather. Que sorpresa.
-Creo que tenemos que hablar, señor Langdon. El pueblo, que digo, el mundo necesita saber. ¿Qué puede decirnos sobre el sospechoso?
John suspiró, y vio como una ola de periodistas se acercaba detrás de Heather. Otro interrogatorio, y esta vez todos los focos se centraban en él.

Tras la máscaraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora