3- Memento Mori (5)

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5- Wendy

Le dio un portazo a Rick en la cara y salió a la fría calle, arrepintiéndose al instante de su impulso y de no haber cogido su abrigo. Aunque era noche cerrada, seguía llevando sus gafas de sol, impolutas y dramáticas, pensando que le daban el aspecto de una viuda de Hollywood. Ese era su papel ahora, y desde luego se le daría mejor que a Becca. Bufó. Esa zorra ni se había dignado a aparecer.
Dos personas se acercaron por el camino empedrado que llevaba al interior. Al principio le costó reconocerlos, pero no había duda. Eran la famélica Stark y el friki de Langdon. No la pillarían con las defensas bajas.
-¿Que coño hacéis aquí?
Los dos parecían sorprendidos de verla tan entera.
-Veníamos... a dar el pésame.- dijo el chico Langdon tímidamente, mirando sus raídas zapatillas.
-Y queremos preguntarte algo. Del asesinato.
Wendy miró con asco a Skye.
-¿Crees que es el momento? Pasad o marchaos, pero no pienso cruzar contigo ni una sola palabra, Stark.
Los chicos se encogieron de hombros y siguieron adelante hacia la puerta. Wendy volvió a quedarse sola en la oscuridad. No quería volver a entrar.
La sala que les habían asignado era espaciosa, pero estaba llena de gente. Familiares que hacía siglos que no veía, otros que ni conocía, los que conocía llorando a lágrima viva. Bah, no eran como ella. Debido a la gran afluencia de personas, habían quitado el mobiliario, todo menos una gran armadura medieval que se encontraba en el centro de la sala y que sostenía una gran y puntiaguda lanza con la inscripción "Memento Mori" grabada. A saber lo que significaba eso, seguro que era latín o alguna lengua muerta de esas.
Estornudó.
El frío empezaba a colarse entre sus huesos, así que decidió que por muy horrible que fuera el panorama en el interior, lo prefería antes que un resfriado.
A medio camino de la sala tuvo una idea. Había un sitio cálido en el que podía estar y en el que la dejarían en silencio y en paz. Se acercó a su madre, y fingiendo no poder contener las lágrimas le confesó que iba a pasar un tiempo a solas con su hermano. La sala donde se encontraba Theo estaba al otro extremo del pasillo, y el nombre de su hermano se había imprimido en una pequeña tarjeta con letras doradas que se había colgado en la puerta. Entró, las luces estaban apagadas, solo una pequeña lampara sobre el ataúd iluminaba la gran estancia. Se acercó, allí yacía su hermano, impoluto, perfecto, atractivo.
-Siempre fuiste... fuimos muy guapos.
Los ojos de Theo estaban cerrados, igual que sus labios. Para siempre. Desde esa mañana, Wendy no se había permitido tener un momento de debilidad, ni mucho menos romper su coraza. Pero la situación cambiaba ante el ataúd de su hermano.
-¿Por qué no me hiciste caso, imbécil? Si hubiéramos dejado todo este lío a tiempo a lo mejor no estarías en una puta caja de pino. Te odio tanto...
Las lágrimas rodaban lenta pero inexorablemente por sus mejillas, cayendo sobre el frío suelo de mármol. Sin embargo, las facciones de su cara no se habían inmutado, seguía seria e imperturbable.
-A pesar de que fueras un gilipollas, yo te quería, ¿sabes? Eras mi otra mitad. Literalmente, desde el vientre de mamá no nos hemos separado. Y ahora... - rompió a llorar- ¿Por qué? ¡Odio esto!
"No llores más, Wendy."
La chica sobresaltada se apoyó en el ataúd, pero su hermano no había movido un músculo.
-¿Theo?
Un silencio inundó la sala, solo perturbado por un corazón que iba a salirse del pecho.
"Theo está muerto."
Wendy se dio lentamente la vuelta. Una figura encapuchada poco a poco surgió desde el fondo de la sala, habiéndose cobijado hasta ese momento por la oscuridad, y se dejaba bañar por el titileo de la lámpara blanca y oscilante.
"¿No lo sabes? Yo lo maté."
La figura se había acercado, y con un rápido movimiento levantó el brazo derecho, que empuñaba un cuchillo. Como si de un fotograma se tratase, una imagen se quedó grabada en la retina de Wendy. El brazo levantado del asesino, la manga cayendo por la magia de la gravedad, y un tatuaje de una gran serpiente enroscada. El brazo cayó, y la hoja se clavó en el hombro de Wendy, que gritó agudamente. Con fuerza, cogió un gran cenicero que había apoyado sobre el ataúd, y golpeó al asesino con él, dándole de lleno.
A duras penas, salió de la habitación y cayó al suelo, casi inconsciente por el dolor. No pudo saber si pasaron segundos, horas o días hasta que encontró fuerzas para levantarse, y apoyada en la pared, continuó hasta la gran sala donde su familia velaba en grupo. Abrió la puerta con un estrépito y cayó de nuevo al suelo.
-¡Wendy!
-¡Dios mío, Bill, llama a una ambulancia!
Las voces retumbaban en la cabeza de la joven, y apenas pudo notar que la sentaban en una silla en medio de la sala. Miró a su alrededor, la famélica Stark, su padre, su tia abuela Joy, sus amigas, el equipo de fútbol... y una gran serpiente enroscada en un brazo. La adrenalina volvió a activar las células de su cuerpo y la empujó a levantarse.
-¡Tú! ¡Has intentado matarme!
Ya sabia de que le sonaba el tatuaje. Apuntaba con su dedo índice directamente hacia él, pero el pánico hacía que fuera retrocediendo poco a poco.
-¿De qué hablas, Wendy?
El chico hizo ademán de acercarse a ella, ésta retrocedió más rápido, tropezó cuando uno de sus tacones se rompió y cayó hacia atrás. Al principio la alivió que algo la hubiera detenido, pero cuando encontró en su espalda la armadura y olió la sangre supo que algo iba mal. El líquido de sus entrañas chorreaba a borbotones hacia sus zapatos negros, y una lanza la había atravesado a la altura de las costillas. En su punta estaba escrito "Memento Mori". Algo se encendió en la cabeza de Wendy: "Recuerda que vas a morir". Miró una vez más al asesino de su hermano, y con la última de sus fuerzas le señaló una vez más.
-Púdrete en el infierno, Rick.
Dicho esto, su mano cayó inerte, fría y con las uñas tintadas de carmesí.

Tras la máscaraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora