1- La primera victima (6)

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6- Becca

Un escalofrío recorrió la espalda de Becca mientras leía el mensaje de Austin. Algo iba mal, su novio no tenía tantas neuronas como para permitirse ponerse misterioso.
Becca cerró rápidamente la ventana. Era una aficionada al cine de terror, aunque en secreto, pero lo era. Le envió otro mensaje, solo para asegurarse:
"Austin, ¿cuándo fue nuestra primera vez?"
Tristemente, tenía una fama en el pueblo que no se le correspondía, por lo que cualquiera pensaría que su virginidad era cosa del pasado.
"No me acuerdo, amor, pero seguro que fue maravilloso, como todos los posteriores."
Hijo de puta.
Cerró la ventana de su habitación también y su móvil empezó a sonar. Alguien la estaba llamando.
-Diga.
"Hola, Becca." - Era una voz robótica, metálica y sin emoción.
-¿Quién es?
"¿Esos son los modales que te enseñaron papá y mamá, Becky?"
Había visto suficiente cine slasher para saber que ahora intentaría intimidarla. Cuál era su peli de terror favorita, si sabía que iba a morir... Era todo demasiado esquematizado, siguiendo un guión, esas cosas no pasaban en la vida real. Seguro que Austin había dejado el móvil tirado en algún lado y sus amigos le estaban gastando una broma. Pero ninguna precaución era poca, y Becca no estaba dispuesta a ser la rubia tonta que iniciaba el baño de sangre. Solo le quedaba la puerta por revisar, y su amigo telefónico había estado muy callado.
"Pobre Becca, desnuda y asustada."
¿Cómo coño sabía que estaba desnuda? Ese cerdo la estaba mirando a través de algún lado. Echó el cerrojo y la llave y puso la espalda contra la puerta, mientras que con una mano sujetaba el teléfono y con otra la toalla, que peligraba con dejar al aire sus pechos si no se le prestaba atención inmediata.
"¿No me respondes? Bueno, seguro que esta te la sabes... ¿Me has encerrado fuera o dentro del apartamento?"
Esto no está pasando, se dijo Becca.
El ruido sordo que había oído hace unos minutos, la ventana abierta... ¿Pero cómo iba a llegar a un segundo piso?
Los ojos de Becca empezaron a humedecerse, y quedaron momentáneamente ciegos cuando las luces se apagaron todas a la vez. La chica soltó un gritito ahogado, apenas audible y corrió hacia la cocina. Abrió un cajón y tanteó hasta encontrar la afilada punta del cuchillo más grande que jamás había visto.
Becca lo había encontrado en una pequeña tienda al norte del pueblo, llamada "El Emporio" (tienda a la que Becca nunca se hubiera dignado a entrar, si no fuera porque era un domingo y necesitaba cambio de veinte) y había quedado fascinada ante su perfección. Tenía un mango negro pulido, con un brillo misterioso, y necesitaba uno para cortar carne y pescado, lo poco que sabia cocinar y que se hacía a la plancha para cuidar su figura, así que lo compró.
La dueña de la tienda la miró con una sonrisa desdentada a través de sus gafas de culo de vaso, y Becca sintió una mezcla entre repulsión y pena que le hizo salir de allí lo más rápido posible, poniéndose sus gafas de sol rosa chillón para evitar todo contacto visual innecesario.
Todavía no lo había estrenado.
Salió de puntillas de la cocina, sintiendo vergüenza. Era imposible que nadie estuviera dentro de la casa, pero allí estaba ella, a oscuras y controlando su propia respiración. Austin y sus amigos lo estarían pasando en grande.
Iba de camino al sofá cuando alguien empezó a llamar al timbre, sin parar. Un pitido ensordecedor, un alma en pena que gritaba agudamente. Se tapó los oídos y se dio cuenta de que la luz había vuelto, cegándola por completo. Se vio en el espejo, con las manos en la cabeza, en una sosteniendo un cuchillo y en la otra el móvil, aunque su misterioso contacto hace tiempo que había colgado. Su toalla no pudo resistir más la presión y cayó hasta sus tobillos, dejando el cuerpo de Becca expuesto totalmente. Solo pudo reírse de sí misma, en el estado de nervios en el que se encontraba. El timbre seguía sonando, pero ni de coña iba a abrir la puerta con ese aspecto. Fue rápidamente a su cuarto, dejó el cuchillo y el móvil y se enfundó en un camisón celeste, demasiado fresco para la noche. Volvió a la puerta, donde el insistente timbre seguía sonando, sin olvidar el móvil. Por la mirilla solo se veía una negra oscuridad.
-¿Hola? - "Eres absurda, Becca, absurda. Deberías volver a por el móvil, llamar a la Policia, y joder bien a esos cabrones."
Pero aunque lo tenía tan claro, no se apartaba de la puerta. Sus manos dejaron de responderle y abrieron el pestillo.
"La curiosidad mató al gato"
Mierda. El pestillo estaba quitado. Su temblorosa mano bajo hasta el picaporte y lo asió con fuerza. Abrió de golpe la puerta preparada para cualquier cosa, pero lo que vio era lo ultimo que esperaba. Era Austin sonriendo apoyado en el marco de la puerta.
Becca suspiró aliviada.
-¿Qué cojones haces, Austin?
Silencio. Becca se fijo mejor en su novio. Si, estaba sonriendo, pero la oscuridad del porche le había impedido ver que algo oscuro salía de las comisuras de sus labios, que eran extrañamente amplios... Dios, le llegaban casi hasta los oídos. El líquido bajaba espeso por sus mejillas. Becca lo iluminó con la linterna de su móvil y gritó. Austin no sonreía, sino que lucía unos cortes macabros por toda su cara que sangraban cada vez más. Y no estaba apoyado en el marco, se estaba sosteniendo, y la miraba con los ojos inyectados en sangre. Becca vio una mano negra que empujó a Austin con tal fuerza que cayó encima de ella. Intentó mantener el equilibrio, pero trastabilló con la toalla que se le había caído anteriormente y en su caída, se dio un golpe en la cabeza con la esquina de la mesa. Quedó atrapada debajo de Austin, notó como un líquido espeso y caliente empezaba a manar de la parte posterior de su cráneo, el mismo que le goteaba en la cara. La cara de su agresor quedó en la oscuridad cuando apagó las luces, pero pudo intuir que llevaba algún tipo de máscara. Luego todo se fue volviendo negro, mientras que los vacíos ojos de Austin la miraban fijamente.

Tras la máscaraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora