1- La primera victima (4)

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4- Austin

El balón se dirigió como una flecha a la escuadra de la portería y fue detenido por la red de esta.
Gol.
Austin se secó el sudor de la frente, se apartó su pelo rubio y se lo recogió con una goma del pelo. Había sido un entrenamiento duro, y sus músculos se encontraban agotados. El corazón le iba a estallar bajo la camiseta de lycra del equipo del instituto. Ese día el entrenamiento se había alargado mucho más de lo habitual, y en vez de terminar a las once, debía de ser más de medianoche. Era la forma del entrenador de castigar al equipo por perder, y el partido del día anterior había sido bastante malo. Por fin pitó para indicar el final de la sesión y arrastró sus cansados pies hasta el interior del vestuario. Por mucho que aparentara fortaleza, Sam Mayers ya rozaba los cincuenta años, y algunas veces no estaba preparado ni para aguantar sus propios castigos.
Todos se introdujeron en el vestuario, Austin fue el último por lo que pudo ver al resto del agotado equipo. Allí estaban Rick, su mejor amigo; Logan y Caleb, un par de puteros que iban juntos a todos lados; Theo, que utilizaba el fútbol para liberar las tensiones a las que lo tenía sometido su insufrible hermana gemela, Wendy; Ryan, que podía partirte la cara solo por pisar demasiado fuerte cerca de él; Eli, el payaso del equipo, y bocazas oficial de la liga juvenil... Y luego estaba Hunter. Hunter se había visto obligado a apuntarse al equipo por las presiones de su padre, pero nadie más lo quería dentro. Incluso el entrenador, con delicadeza, le decía que se apartara a un lado en las jugadas importantes. Pero el verdadero problema se daba en los vestuarios: todo el mundo sabía la orientación sexual de Hunter, era un secreto a voces. Austin reía las bromas de sus compañeros sobre el "maricón" que se encontraba en el suelo, llorando y solo cubierto por una toalla, pero en el fondo le daba pena. Había intentado que saliera del equipo un par de veces, para evitarle más sufrimiento, pero para Hunter parecía necesario tener que soportar esas penurias con tal de tener contento a su padre.
En el instituto o eras cazador o eras presa, y Austin se encontraba muy cómodo en su lugar.
Se dio una ducha que calmó la tensión de sus doloridos músculos y se dirigía a su coche cuando recibió un mensaje, era de Becca. Becca era su novia y aunque todavía no habían "consumado" la relación, Austin se moría de ganas. Becca era la chica más atractiva de todo el instituto, y de solo pensar en ese culito respingón moviéndose hacia él en el pasillo, Austin se ruborizaba.
-¡Hey, Austin!
Era Rick. Su amigo era más musculoso que él (normal, si se pasaba la vida en el gimnasio), alto, moreno con un pelo negro rapado casi al cero y un tatuaje de una serpiente que le recorría y envolvía el brazo derecho.
-¿Ya te vas a casa? - Rick siempre tenía ganas de más.
-Si, estoy cansado.
Un nuevo sonido les interrumpió. Becca le acababa de decir que si se pasaba por su apartamento. Obviamente, él le dijo que si.
Rick, mientras tanto, esperaba pacientemente envolviéndose algo de hierba, Austin no se atrevió ni a preguntar qué era esta vez.
-Deberías dejar esa mierda.
A Rick le pilló por sorpresa, su amigo no solía ser tan franco.
-¿Y a ti qué coño te importa?
-Ya no juegas igual. Es malo para ti y para el equipo.
-El gilipollas de Ryan es malo para el equipo, el mariposón de Hunter es malo para el equipo. Yo soy lo mejor que le ha pasado a esa panda de anormales que tú llamas equipo.
Austin solo lo miró. A veces Rick se comportaba como un capullo.
-No creo que puedas seguir formando parte de la "panda de anormales" si vas fumado todo el día.
-¿Eso es una amenaza? - Rick se había puesto muy serio. Se irguió para parecer más alto. -Atrévete a decir algo.
Austin puso los ojos en blanco ante tal escena y dio media vuelta. Las cosas siempre se solucionaban con Rick dejando una noche de por medio. Y menuda noche le esperaba. Se imaginó a Becca, desnuda para él, y aceleró el paso hasta el coche.
-Buenas noches, Rick. -gritó desde la ventanilla.
Pero la calle ya estaba desierta, y solo un búho de ojos amarillos de esos que eran tan comunes en Covenwood lo observaba desde la rama de un árbol próximo.
Encendió la radio. "Stop, I'm already dead" sonaba. Un poco lúgubre, pero serviría hasta casa de Becca. Aceleró y al descapotable azul eléctrico se lo tragó la noche, dejando tras de sí una estela de gasolina que se elevaba hacia el cielo.

Tras la máscaraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora