EL COLMO

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Cuando acabé todas las clases me fui a casa, no esperé ni a mi hermana, no quería hablar con ella, con ella ni con nadie, solo quería estar sola en mi cuarto. Además, es mayor y tiene llaves, puede ir ella sola.
- ¿Cómo ha ido tu primer día hija? - sentí que preguntaba mi madre. "¿Por qué me hablas?" - pensé.
- No se que decir mamá, toda la clase se ha reído de mi y me ha tocado hacerle de tutora al peor chico de mi clase, ¿No está tan mal no? - dije en tono sarcástico.
- Hija es el primer día, seguro que te irá mejor los próximos días, y por lo del chico no te preocupes, si no estás bien siempre puedes decir que no. - dijo mi madre. Tenía razón, lo admito, pero con esos dos individuos en la clase no sé yo.
- Bueno, al menos he hecho una amiga, se llama Mia.
- ¡Qué bien! Entonces no ha ido tan mal. - añadió.
- Mamá, hoy comeré en mi habitación. - dije. Lo tenía claro, necesitaba estar sola.

Sin pensarlo dos veces cogí mi plato de comida que me había preparado mi madre y fui a mi habitación. Cuando acabé me puse a tocar mi piano. Esa era la única forma que tenía para poder desconectar de todo, amaba acariciar sus teclas y escuchar el sonido que producían al mismo tiempo que las tocaba. Y encima lo tenía en mi habitación, ¿Qué lujo no?

Me senté en la cama y miré el reloj, eran las seis de la tarde, justo a su lado había mi cámara, mi queridísima cámara. La cogí, me senté al lado de la ventana y empecé a ver fotos, me encontré con fotos de cuando aún vivíamos en Barcelona, una con mi antigua clase, una con mis abuelos, otra con mis amigas, Clara y Silvia, como las echaba de menos... Y así me pasé un rato hasta que decidí mirar por la ventana. Al mirar a la casa de enfrente vi como un chico que me sonaba salía de esa casa para sacar su perro, un dálmata. Cogí la cámara e hice zoom para verle bien la cara. Casi me desmayo cuando vi quien era...
- ¿Cómo puede ser verdad? ¡Esto ya es el colmo! - chillé. Y es que no podía ser, no me podía creer lo que había visto, "¿Enserio Brayan es mi vecino? ¿No hay más personas en esta ciudad salvo él que puedan vivir delante de mi casa?"

Bajé corriendo por las escaleras y vi a mi madre.
- Mamá, no te lo vas a creer, ¿Sabes el chico del que te he hablado antes? - dije histérica.
- ¿Sí, por qué? - contestó.
- ¡Ven, rápido! - añadí. Salimos a fuera y le señalé el chico del perro que se veía a lo lejos.
- ¡Es nuestro vecino! ¿A qué es genial? - dije sarcástica. Me miró y sonrió.
- Bueno, míralo por la parte buena, al menos el perro es mono. - dijo mi madre riendo.
- ¡Mamáaa!

Tengo ganas de tres cosas: verte, abrazarte y besarteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora