Me di una sorpresa al despertar en una cama que no era la mía. Me encontré a Brayan mirándome sentado en su silla de escritorio.
- ¿Qué hago aquí? - pregunté cuando me despejé.
- Te quedaste dormida y no quise despertarte, estás muy mona cuando duermes.
- ¿Y mis padres? - pregunté para disimular el sonrojo.
- Ya los avisé, te están esperando en tu casa.
- Está bien, les voy a saludar, ¡Ahora vuelvo! - dije. Me levanté y empecé a andar, pero no me acordaba de las muletas ni la escayola y caí en seco. - ¡Auch! - me quejé. "Lara, hija mía, eres una maldita patosa."
- Eres una patosa, ¿Estás bien? - dijo Brayan acercándose mientras se aguantaba la risa.
- Me has leído el pensamiento, y si, estoy bien.
- Será mejor que te acompañe, no quiero recibir una llamada tuya diciendo que estás tumbada en medio de la calle sin saber qué hacer.
- Ja ja que gracioso. - él se rió y le di un golpe en el hombro.
- ¡Ay! ¿Tienes fuerza eh?
- ¿Acaso lo dudabas?
- Venga vamos. Coge las muletas. - dijo. Las cogí y él a mi como un saco de patatas para bajarme por las escaleras.
- Me siento inútil. - bufé mientras bajábamos.
- De momento lo eres. - dijo Brayan riendo. Me intenté mover y no pude.
- Tienes suerte de que no me pueda mover en este momento. - se rió.Cuando llegamos a mi casa toqué el timbre. No abría nadie así que volví a tocar pero durante más tiempo. Sentí un "¡Patapam!" y luego salió Carol con pijama y cara de dormida.
- ¿Te he despertado? - dije con una sonrisa. "Dulce venganza"
- Si, pero si no soy yo en esta casa no se levanta nadie.
- Está bien, ¿Y mamá?
- En su habitación.
- Ufff, ahora voy...
- ¿Te ayudo? - dijo Brayan.
- No hace falta, creo que ya puedo, gracias Brayan. - le di un beso en la mejilla y me despedí de él.- Haber Carol, estoy yendo poco a poco, pero, ¡¿Como quieres que lo consiga si no paras de meterte en medio?! - grité desesperada. No me hizo caso y volvió a pasar, solté las manos del borde para chillarle y justo en ese momento perdí el equilibrio. "Odio a mi hermana"
- Eres un caso perdido, ¿Te ayudo?
- Estaría bien. - seguidamente me cogió y me subió. Avisé a mi madre que había llegado y me fui a mi habitación.Tenía el fin de semana libre, pero esta tarde me había ofrecido a ir a ayudar a la panadería. Sería la encargada de la caja, a causa de mi pierna solo podía hacer eso, me sentaría en una silla toda la tarde y me encargaría de dar y recibir dinero. "¿Que guay no?"
ESTÁS LEYENDO
Tengo ganas de tres cosas: verte, abrazarte y besarte
RomanceLara Ávila es una adolescente de 15 años que está a punto de empezar una nueva vida en la ciudad de Madrid. Su familia y ella se han tenido que mudar por el trabajo de su padre y ahora tendrá que enfrentarse a un nuevo reto para ella; Nuevo ins...